Uno de los tips para encontrar lugares en los cuales investigar temáticas paranormales o ufológicas consiste en prestar atención a la toponimia, principalmente a los nombres populares y antiguos más que a los actuales y oficiales, muchas veces nacidos de una autoridad central totalmente desligada del saber y la tradición oral del barrio o pueblo.
A inicios del siglo XX, y con la excusa de la modernización, casi todas las calles del Centro Histórico de Lima cambiaron sus nombres por los de las regiones y provincias del Perú (las excepciones a esta regla serían Conde de Superunda, Belén, Rinconada de Santo Domingo y alguna otra) acorde a la visión de ese entonces que veía a Lima como el centro único del Perú. Y así se perdieron los nombres tradicionales que solamente han llegado hasta nosotros en las reproducciones modernas de algunas de sus placas y en ciertos textos como las "Tradiciones Peruanas".
Y sin embargo, los ecos de aquellas antiguas tradiciones aún se escuchan y más vivos que nunca. Las historias de aparecidos, tapados, fuegos fatuos, luces y otras manifestaciones aún ocurren en las casas de esta zona. Y ya fueron registrados desde antiguo como parecen revelarnos algunos de sus nombres. Panteoncito, Afligidos, Quemado, Huaquilla, Rastro de la Huaquilla. Pero ¿no te parece que estos nombres revelen algo extraño? Pasemos a analizarlos.
"Panteón" hace referencia a los cementerios, así como también al conjunto de dioses de una religión. Y justamente en la calle de Panteoncito (la cuadra 3 de Rufino Torrico) se encontraba una antigua huaca. Demás está decir que Huaquilla y Rastro de la Huaquilla hacen referencia a otros antiguos lugares de culto y enterramiento indígenas. La calle de Quemado hace referencia a un incendio ocurrido en tiempo colonial (la explosión de un comercio de pólvora, según las Tradiciones Peruanas). Afligidos fue un lugar de refugio de los damnificados de uno de los tantos terremotos que asolaron Lima. Otra calle de "Panteoncito" se encuentra en Barrios Altos y también fue conocida como "Peña Horadada" debido a la roca que hasta hoy puede verse en una de sus esquinas y que casi seguramente fue parte de un adoratorio indígena.
Adoratorios, enterramientos, hechos dolorosos. Hay quienes dicen que los lugares tienen algún tipo de memoria y que esta, de cuando en cuando, puede manifestarse, como si "alguien" o "algo" activara una vieja cinta de video y nos sorprendiera con su contenido. Además, los lugares de adoración antiguos, desde los templos neolíticos hasta las catedrales románicas, han estado casi siempre emplazados sobre "lugares de poder", donde la sensibilidad humana, mucho más despierta en tiempos preindustriales que hoy, "sentía" que cierta energía brotaba poniéndolos en contacto con realidades trascendentes.
Y a pesar del cemento, aún se cuentan algunas historias.
Acogedora imagen que te recibe cálidamente en la Calle del Panteoncito. |
Mi tío, de quien muchas veces he hablado en mis blogs, vive a escasos metros de la calle de Panteoncito y sí, su casa ha sido desde siempre escenario de algunos hechos curiosos. Libros que se caen, velas que se apagan, sonidos y sombras que pueden ser vistos, sobre todo, por quienes entran a la casa por primera vez, en una suerte de paranormal recibimiento. Lo achacábamos a una calavera prehispánica que él tiene y a la que le prende velas de vez en cuando, pero lo cierto es que los hechos ya se registraban desde tiempos de su abuelo, a inicios del siglo XX y quizá antes.
En la calle del Panteoncito, mi tío, enterado de mi interés por estos temas, me presentó a la señora Josefina O., vecina de la calle desde su niñez, hace ya más de cuatro décadas. Ella nos refirió la siguiente experiencia:
- "Aún pasa algunas noches, no siempre. Pero cuando era niña me ocurría con más frecuencia, debe ser porque los niños son más sensibles. Me daba miedo, tenía que dormir con la luz prendida y siempre me despertaba a eso de las 3am. Como si alguien me moviera la cama. Al mirar de reojo (me daba miedo mirar de frente) creía ver una sombra al lado de la luz. No era un cuerpo completo, sino solo el torso, asomándose desde el marco de la puerta, como vigilando o quizá cuidando. Mi madre decía que era mi abuelo, pero mi tío contaba que eso ocurría desde mucho antes de que mi abuelo falleciera. Antes que naciera, ese cuarto había sido para huéspedes pero no lograban conciliar el sueño y preferían irse al sillón. Sentían que alguien los observaba".
Un trabajador de la calle, Otoniel F., serigrafista, también nos contó su experiencia:
- "Nos han robado dos veces, así que alguien tiene que quedarse siempre a cuidar. Nos turnamos y la primera vez que me tocó a mí sentí que había algo raro. Cada vez que apagaba la luz e intentaba dormir escuchaba unos ruidos, como murmullos. Pensaba que era de los vecinos pero nada, todos dormían. Y así estuve toda la noche, tuve que dormir con la luz prendida nomás. Otro día me quedé con un trabajador más jugando cartas y uno de los gatos de la calle se había metido. A eso de las 2am el animal estaba inquieto y comenzó a gruñir a una de las paredes donde no había nada, pero que era donde había escuchado los murmullos la vez anterior. Al final le pregunté a los demás y todos habían visto o escuchado cosas raras, incluido el más joven que dice que vió a través del espejo del baño, a un niño que lo observaba mientras se afeitaba. Primero pensó que era pariente de alguien pero tenía ropa rara, como antigua, y no se fue, solo desapareció. Después llegó todo asustado, pálido".
¿Misterios que sobreviven? ¿Energías que se niegan a irse? ¿Ecos del pasado grabados en el éter? Lo cierto es que la calle del Panteoncito y otras calles que una vez fueron huacas, mansiones, conventos o campos de cultivo tienen mucho que contarnos. Y quizá no es necesario ir muy lejos, si no, para empezar, mirar los letreros de cada esquina.