Eterno verano.

lunes, 25 de septiembre de 2017

La Fraternidad de la Sagrada Concha (FSC).

Cuenta la leyenda que in illo tempore (o "en la época de ñangué", como diríamos) un grupo de monjes quiso construir su Casa de Ejercicios Espirituales al otro lado de la naciente ciudad, atravesando huertos de los más fragantes y dulces frutos. Por aquellos días, un extraño individuo cruzó la puerta norte de las murallas y se identificó como Rudolphe Charpentier, francés, maestro de obras y experto en extrañas ciencias. Los monjes, sospechando que traía novedosos conocimientos de construcción en boga allende los mares, decidieron contratarlo y el pueblo, curioso, se refería a él como "Ño Rodolfo, el carpintero".
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"Ño Rodolfo", según una descripción de la época.
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Un buen día, Charpentier desapareció sin dejar rastro. Nadie lo vió salir por alguna de las puertas de la ciudad, tampoco exigió la última parte del pago, pero dejó unos misteriosos agregados que no figuraban en los planos originales que había mostrado a los monjes: dos conchas marinas, una a cada lado de la puerta de la capilla principal, incrustadas en la piedra. Los monjes decidieron darles alguna utilidad y las transformaron en recipientes para agua bendita, subsistiendo de esa forma hasta nuestros días.

Pasado algún tiempo, dos viajeros llegaron hasta el recinto solicitando les pudieran brindar
posada. Los monjes aceptaron y los viajeros fueron ubicados en una pequeña celda a un lado de la capilla. Durante la noche, sintieron la necesidad de orar y procedieron a meter sus dedos en las dos conchas mencionadas, con la intención de santiguarse con el agua bendita en ellas depositada.

Un extraño brillo apareció sobre las aguas, se extendió por los brazos de los sorprendidos viajeros y terminó por inundar toda la sala. Finalmente, como si de luz sólida se tratase, el brillo se concentró en un círculo luminoso que se elevó y escapó a toda velocidad por la claraboya de siete lados que Charpentier alguna vez abrió en el techo. Mientras tanto, los viajeros se elevaban en el aire y tenían visiones de lo que ocurría en ese momento en otros lugares del mundo, así como en el futuro de aquella urbe. No saben cuánto tiempo pasó hasta que cayeron suavemente al piso, tras lo cual no recuerdan nada más.
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Al día siguiente, los monjes encontraron a los viajeros desmayados en la puerta de la capilla y éstos relataron lo sucedido al superior, quien les dijo que era mejor que callasen, porque ya eran demasiados los rumores de que en ese lugar ocurrían cosas extrañas. Se despidieron, agradeciendo la hospitalidad de aquel grupo de religiosos, pero cuando caminaban rumbo a la puerta de salida, pasaron justo debajo de la claraboya por la que la noche anterior había escapado la extraña luz, y escucharon una no menos extraña voz en el interior de sus cabezas, diciéndoles exactamente las mismas palabras a cada uno: "La sagrada concha representa la fertilidad que otorgaba poder a las más antiguas culturas, y que deberá vivificar nuevamente a éste descreído mundo; ustedes han sido elegidos como los primeros que han de crear un nuevo grupo humano que guardará las enseñanzas místicas que se les irá revelando, por el poder de la concha bendita y sagrada".

No lo comentaron hasta finalizado el día, pero el hecho de haber escuchado exactamente las mismas palabras, eliminaba toda sospecha de alucinación. Siguieron con sus vidas como de costumbre, hasta que recibieron la visita de un extraño personaje, con vestiduras brillantes, como de época futurista.

- "Somos los elegidos para fundar la Fraternidad de la Sagrada Concha. Descuiden, ustedes no lo eligieron (y tampoco pueden negarse), es la Sagrada Concha la que elige a sus discípulos", les dijo, sin mediar saludo.

Nunca supieron cómo, pero de pronto aparecieron en el umbral de la capilla y, como si de un reflejo automático se tratase, metieron sus dedos a la vez en una de las conchas, repleta a rebosar de agua bendita y repitieron estas inspiradas palabras: "Todo por la concha, y sin la concha, nada ¡la concha es nuestra madre!". El grito (porque eso fue) escapó por la claraboya y fue escuchado por los monjes en sus celdas y en todo el pacífico vecindario. Al salir de aquel lugar, todos se refirieron a ellos como "los hijos de la gran concha" y pasaron a conformar una fraternidad secreta que estuvo tras grandes acontecimientos históricos sobre los que tenían control, merced a misteriosas revelaciones que iban obteniendo cada noche en sueños. Se comenta que aún el día de hoy, a más de dos siglos de aquellos acontecimientos, nuevas personas son elegidas por la Sagrada Concha en noches de luna llena y dotados de un grande y misterioso poder que los hace perpetuar las más secretas revelaciones y prodigios de los que esta ciudad haya tenido noticia.
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