Eterno verano.

sábado, 31 de enero de 2015

Versus de piscinas: Las Tres Ruedas vs. La Granja Villa Sur.

Como lo dije en un post anterior, se anunciaba mi retorno a las piscinas después de varios años de ir únicamente a las playas y es así que fuí, en primer lugar a una conocida piscina de Lima Norte y posteriormente a otra de Lima Sur y aquí las enfrentó en el versus más imparcial que puede encontrarse en la web:

1. Las Tres Ruedas:

Ubicación: Kilómetro 26.5 de la Panamericana Norte, distrito de Puente Piedra.

Entrada: 20 soles de lunes a viernes / 25 soles los fines de semana por la orquesta.

Guardarropa: 2 soles y meten tu ropa, bolso o mochila en una bolsa negra precintada que solo se puede recoger hasta las 5pm porque el pata que atiende se va.

Piscinas: Grandes y pequeñas, con profundidades entre los 1.20 y 1.70 metros de profundidad principalmente, todas a temperatura ambiente (todos sabemos que eso de temperatura ambiente no existe, si no las atemperas, el agua está heladita), ideal para este calor.

Toboganes: Varios, el mejor de todos, a mi parecer es el Torbellino, que parece un gigantesco inodoro. Si alguna vez has querido sentir qué se siente que te jalen la cadena o lo que sintió esa moneda que se te cayó por el lavatorio, este es tu tobogán :D

Limpieza: Bastante buena.

Gentita: La pipol chévere de Lima Norte.

Comida: Pollo a la brasa a precio razonable (cuentan con un espacio con muchas mesas frente al escenario de la orquesta) y también venden sandwichs, gaseosas y demás. Pueden llevarse alimentos de fuera ¡en tapers! tampoco vas a llevar tu olla pues.

Música: Los domingos suele haber orquesta, la que ameniza el ambiente con los éxitos de la cumbia, el merengue y la salsa con potente sonido.

Otros detalles: A determinada hora el agua se pone un poco turbia por toda la gente que hay y que, en algunos casos, no se ha bañado previamente. Tampoco falta el meón que grita "OPEN YOUR FUCKING MOUTH!" y hace de las suyas mientras algún caballero aficionado al buceo está en su delante. Hay un tobogán que tiene una altura comparable a la de un edificio de cinco pisos, solo para valientes. Y al lado hay un hospedaje, para que descanses con tu flaquita viendo Movie City (o ustedes mismos haciendo la película ¡oiga!).

Vista desde el puente peatonal.


Esa gentita.


El inodoro, digo, el Torbellino.


Para que no gastes mucho en el almuerzo, al salir puedes cruzar el puente peatonal y comer un almuerzo buenazo en el restaurante Valle Sagrado o comprarle espinazo a la parrilla por S/. 2 a una señora que se instala allí.

2. Las piscinas de la Granja Villa Sur:
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Ubicación: Urbanización Los Huertos de Villa (Chorrillos). Se llega con el alimentador Villa El Salvador del Metropolitano y se baja en el paradero Pantanos de Villa, desde donde hay que caminar aproximadamente 700 metros.

Entrada: 45 soles. Te dan una pulsera amarilla que da derecho a ingresar a las piscinas, la casa del terror y los juegos.

Guardarropa: Son casilleros, como los de los supermercados. Cobran 1 sol y, en este caso, los casilleros se quedan con tu moneda.

Piscinas: Bastante pequeñas. Una de ellas es atemperada, lo que podría parecer innecesario en época de verano, pero hay gente que las prefiere así. Hay una piscina donde entran máximo 12 personas echadas que es llamada Jacuzzi, bastante buena para relajarse y hablar de la vida y los negocios. Otra piscina es para despertarte sí o sí, ya que desde lo alto te caen baldazos de agua fría, como para que te metas antes de un examen.

Pero la estrella de todas es la piscina con olas, la cual tiene entre 70 centímetros y 1.70 de profundidad en su parte más honda. Tiene una inclinación como si se tratase de una playa verdadera, con lo cual las olas verdaderamente "rompen" en la orilla. Muy buena.

Limpieza: Excelente.

Gentita: Este es el detalle. Mi enamorada y una amiga lugareña me habían advertido de que no fuera con mis amigos ahí, porque era un lugar dirigido principalmente a las familias y los niños y así era, por eso las piscinas son pequeñas y hay juegos.

Comida: Un carrito donde venden pan con queso al horno a 6 soles y te vienen 4 panes. Buen sabor, bastante agradable. Carritos de helados. Hay un espacio con mesas y donde venden comida, toda a precios bastante altos, al menos desde mi punto de vista. No permiten ingresar alimentos en la entrada (el viejo truco del: tendrás que comprarme a mí así no quieras), pero si la sabes esconder bien, puedes meterla y ahorrar.

Música: Ninguna.

Otros detalles: La casa del terror nos pareció decepcionante, pensamos que tenía actores reales, pero solo tiene una especie de animatronics. No da miedo, y eso que yo soy más miedoso que la patada. También hay carritos chocones, así como en la infancia. Y el juego de la Rueda Nazca que en realidad tiene una figura de tumi de la Cultura Lambayeque y el ya clásico tagadisco, para que recuerdes los 90s. Obvio.


La piscina del baldazo desde lo alto.

La piscina con olas... en un momento en que no había olas.
¿Quién ganó en este versus?

No sé, yo quiero ir a El Andén y sacarme la miércoles en el tobogán que desciende desde el cerro. ¡Allá vamos!

martes, 27 de enero de 2015

Cerro Azul, entre el mar y la historia.

Desde hace dos veranos quería volver.

Y volví.

Cerro Azul es un pueblo situado un poco antes de llegar a San Vicente de Cañete, entre la Panamericana Sur y el mar. Lugar con historia, sitio preferido para campamentos, atardeceres majestuosos y un gran muelle que es el símbolo del distrito, o mejor dicho, de su playa más concurrida: Puerto Viejo. Allí, algunas personas pescan, otras se juran amor eterno y los más osados se lanzan al mar para comprobar si es cierto que allí la vida es más sabrosa.

Una vez visitada la playa y el museo de sitio, podemos dirigirnos hacia los cerros que rodean el lugar. No hay formas directas de ingresar (en el sentido de una escalera construida para tal fin), pero podemos adentrarnos entre las casas, específicamente por la calle Ferrari, saltar una tranquera y empezar a subir. En las laderas encontraremos una serie de estructuras de adobones a medio enterrar. Son, probablemente, los restos de la Fortaleza de Guarco y otras edificaciones relacionadas. De los Guarco ya hablé en mi post sobre Ungará, y este también fue uno de sus últimos lugares de resistencia frente a la invasión Inca. El lugar es tranquilo y podemos quedarnos buen rato observando parte de la imponente obra de los pobladores originales del valle y rendirles con ello, un merecido homenaje.






Gente lanzándose desde el muelle para posteriormente caer como malaguas sirenas sobre el mar.

La inmensidad del mar, relajante y propicia para una buena conversación o, simplemente, para observar en silencio.

Intentando llegar al horizonte sobre un colchón inflable. Y en trío :3


Playas escondidas al otro lado de los cerros.

Puerto Viejo desde lo alto.

Caminantes en los cerros, regresando de la cruz.

Cerro El Fraile.

Restos arqueológicos entre los cerros El Fraile y Centinela.


Restos posiblemente pertenecientes al Señorío de Guarco.



Video:

sábado, 24 de enero de 2015

Visitando la Fortaleza de Ungará.

El sur chico es, para muchos, sinónimo de casas de playa, juergas desenfrenadas, meterse borrachos al mar y olvidarse de los límites y las inhibiciones, pero más allá de esto hay también lugares a los cuales podemos ir para conectarnos con la Historia, la cultura, el misticismo e incluso el misterio.

Después de darnos un chapuzón en la playa Cerro Azul podemos tomar un bus que nos lleve hasta San Vicente de Cañete y de ahí dirigirnos a Imperial, más concretamente a la cuadra 6 del jirón Ayacucho. Desde ahí salen unos buses (bastante destartalados pero eso es parte del encanto) con rumbo a Ungará, un pequeño pueblo situado en pleno fértil valle de Cañete.

A la entrada del pueblo observamos un promontorio con grandes construcciones de adobe en su cima y laderas. Se trata de la Fortaleza de Ungará, el último reducto defensivo de los Guarco, los pobladores originales del valle, quienes presentaron férrea resistencia al expansionismo del Imperio Inca. Se puede acceder a la fortaleza sin mayor dificultad, ya que no está cercada, pero esto la hace más vulnerable, ya que en su parte más alta encontramos botellas de licor, agua florida, hierbas quemadas y otros elementos que nos hablan de que el lugar sigue siendo frecuentado hasta hoy, en algunos casos por borrachos irresponsables y en otros casos por personas que realizan algún tipo de ritual que mezcla lo andino con el cristianismo, exactamente debajo de la cruz de madera que simboliza la unión de ambos mundos.
















Un lugar, sin duda, de visita obligada, y que merece la protección de las autoridades y su inclusión en las rutas turísticas para poder brindarle beneficios al pequeño pueblo que existe al lado y que se encuentra habitado por los descendientes de aquellos valerosos hombres que defendieron bravamente sus tierras hace ya cinco siglos.

martes, 20 de enero de 2015

Rapidín 1: Estómago de hierro y Coca Cola.

Digamos que entre mis amigos tengo fama de tener "estómago de hierro". Como casi en cualquier lugar y hago mezclas imposibles de alimentos y bebidas. De adolescente y hasta hace un par de años era aún más salvaje, hasta que mi cuerpo perdió su equilibrio y me empecé a inflar como un globo (no cargado de helio sino de otros gases) y subí más de 20 kilos. Actualmente me estoy estabilizando en cuanto a peso, pero supongo que, a menos que me haga una liposucción, mi vientre no volverá a estar totalmente plano nunca más.

Pero además de la subida de peso, otras cosas empezaron a fallar (aunque después) y es que ocasionalmente sí hay cosas que empiezan a caerme mal, pero mi cuerpo reacciona a tiempo y logra vencer el desajuste, aunque con ciertas ayuditas.

En mi familia no hay cultura de prevención y ni siquiera de ir al médico cuando estamos un poco mal. Hay la cultura del "aguántate" o el "pregúntale al farmacéutico qué te puede calmar ese dolor" y automedicarse. Por eso es que muchos de mis parientes han terminado en el hospital solo para dar sus últimos respiros o para salvarse de la pelona por muy poco y quedar con secuelas por el resto de sus vidas.

En otras palabras: nadie en mi familia va al doctor por un "simple dolor de estómago" y yo tampoco suelo hacerlo (soy un irresponsable, lo sé, y sé que quizá me termine lamentando), aunque en mi caso he aprendido a curar mis eventuales desajustes gástricos tomando tocosh. Es muy efectivo y me ha calmado muchas veces, pasado lo cual, la sigo con salchipapas, ceviches y gaseosa helada a discresión.

Pero en ocasiones no viene la señora de la mazamorra de tocosh o me da flojera ir hasta Gamarra a comprar unas botellas de suero de dicho elemento. Y es ahí cuando comprobé una leyenda urbana.

Dicen por ahí que la Coca Cola se inició como un remedio para los problemas gástricos, pero que fue un fracaso en ventas y por ello terminó convertida en gaseosa. De esta bebida también dicen que sirve para sacarle brillo a los aros de las llantas, así que no sé, pero lo que puedo decir es que a mí sí me calma. Lo mismo la Pepsi. No sé qué tienen o si será una suerte de efecto placebo, pero me calman bastante y veo en la web que a muchos otros les pasa igual. Así que por más que digan que es una leyenda, ahora lo sé: he estado tomando remedio para el estómago toda la vida y recién caigo en la cuenta y ha de ser en parte por eso que mi estómago es de hierro (y que el azúcar en mi sangre anda un tanto elevada, porque nada es perfecto).

lunes, 19 de enero de 2015

(Des)honrando la memoria de Taulichusco (480 aniversario de Lima).

Hace 480 años un español fundó Lima, imagino que en un día de sol. Por eso dijo que la escogió en virtud de su buen clima y sus buenos aires. No hay otra explicación.

O bueno, la otra explicación sería que en el tiempo en que todo esto era un fértil valle con bosquecillos, manantiales, cultivos y riachuelos, debe haber sido, verdaderamente, un pequeño paraíso terrenal. Algo de eso llegaron a conocer mis parientes mayores, cuando me contaban sobre la hacienda tal o la casa del conocido tal, que en su inmensa huerta tenía pacaes y algunas vides, las últimas de lo que antaño fue el fértil valle de Surco. Hoy, todo eso es un recuerdo y solo alguna acequia llena de basura, alguna cruz de camino rodeada de edificios y uno que otro maíz, pacae u olivo, creciendo en un lugar donde aparentemente no debería estar, nos recuerdan lo que alguna vez fue este idílico lugar.

Hay, sin embargo, quienes desean ir más atrás y revalorar el pasado indígena que también tiene el valle, y que se resiste a morir en la forma de multitud de huacas, cada una más maltratada que la anterior. Pero lo hacen (a mi entender) de pésima manera, no cuidando y promocionando los restos arqueológicos, sino adoptando una serie de "rituales" supuestamente indígenas, pero que no pasan de ser una mala mezcla entre reconstruccionismo pagano mal hecho y espiritualidad new age europea.













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La ceremonia realizada ayer era, supuestamente, en homenaje a Taulichusco, último cacique del valle del Rímac antes de la llegada de los españoles. Lo interesante del caso es que quienes la llevaron a cabo hacían uso de toda una parafernalia innecesaria de supuesta representación del inca con sus ñustas y no sé qué más, olvidando que los incas no fueron los habitantes originales del valle sino sus invasores, motivo por el cual, la "bandera del Tawantinsuyu" también está fuera de lugar ahí. En la práctica, por dejar de honrar a un invasor más reciente (los españoles) honraron a un invasor un poco anterior (los incas). Invasores que también entraron a la mala para someter a los marangas, ichmas y demás pobladores originales de este valle.

En estos eventos también es infaltable la presencia del típico blanco new age que llegó hasta los Andes esperando encontrar la iluminación de las culturas ancestrales para escapar del consumismo y superficialidad de Occidente y que fue donde un curaca que le cambió el nombre europeo y le puso uno en quechua que significa "mensajero de la coca". Después de eso dejó su empresa y dedicó su vida a recorrer el mundo en su cocamóvil (esto no es inventado, es lo que dijo el caballero ayer presente) anunciando a la gente el mensaje de la hoja bendita y (cuando no) predicando la ecología, lo sostenible y el amor a la pachamama.

Creo que estos son los personajes que me parecen más insufribles en este tipo de representaciones. No los falsos indígenas (generalmente mestizos que en su vida cotidiana ni se acuerdan de su parte indígena pero que para la ocasión se disfrazan) sino los blancos locales y gringos que quieren dárselas de neoindígenas eincluso liderar estos movimientos, deslumbrados por "lo exótico". Hablan todo en primera persona: "nuestros antepasados", "nuestros ancestros", cuando ellos no tienen ni una gota de sangre andina y deberían estar preocupándose por investigar sobre los celtas, los galos, los íberos o sobre el cristianismo antiguo y medieval y no intentando parecer quechuas (o lo que ellos piensan que es ser indígenas) sin serlo.