Eterno verano.

domingo, 13 de noviembre de 2016

El hombre que se convirtió en Mahoma.

Fue hace más de diez años, probablemente entre 2004 y 2005, no antes. Por aquella época, mis madrugadas adolescentes se llenaban de insomnio, Messenger y lecturas variadas en internet, cada una más bizarra que la anterior.

Es así como llegué hasta un foro cuyo nombre ya ni recuerdo; un rincón de opinión entre tantos otros, pero con un contenido que recuerdo hasta hoy y cuyo autor, oculto bajo un seudónimo, aseguraba que estaba basado en un hecho real. Podría ser solo otro cuento breve de viajes en el tiempo, pero esta historia en particular era verdaderamente inédita y original.

Supuestamente la historia aconteció en 2002, cuando las heridas del 11-S aún estaban muy frescas. Es entonces cuando el gobierno estadounidense habría estado probando un modelo experimental de máquina del tiempo y, siempre según el anónimo forista, decidió eliminar de raíz el terrorismo islámico enviando a un militar hasta el siglo VII con la intención de infiltrarse entre los seguidores de Mahoma para acabar con él.

Aquí es donde la historia se pone interesante: El militar logró interceptar la caravana en la cual viajaba el profeta del islam, encontrando que este era un personaje muy pacífico que no oponía resistencia. Sin embargo habría terminado matando a balazos tanto a Mahoma como a todos sus acompañantes, tras lo cual intentó regresar a su máquina temporal, lo que no logró por sufrir un accidente que le hizo perder la memoria en pleno desierto.

Una caravana que por ahí pasaba lo recogió, llevándolo hasta La Meca. En el camino, el militar solo logró tener recuerdos borrosos e incomprensibles de su tiempo, recordando imágenes de las bellas mujeres del night club que frecuentaba, los grandes parques de la ciudad donde vivía, rodeados por grandes y luminosos edificios, lo que él solo pudo identificar como visiones del paraíso con sus jardines y sus vírgenes. También recordó que iba tras un tal Mahoma, pero debido a los desvaríos producto de su afectada condición mental, terminó considerando que ese era su propio nombre, y que era un profeta que había recibido visiones por parte de Dios, las que debía comunicar a cuanta persona encontrara. También recordó algunas escenas de los duros castigos y entrenamientos de su formación militar y los identificó con los castigos que recibirían quienes no aceptaran su palabra revelada.

Es así como el hombre que mató a Mahoma terminó convertido en Mahoma mismo, y entró en la que sería la ciudad santa de los musulmanes al grito de "¡Convertíos!", fundando una fe cuyo desenlace ya conocemos y que él juró alguna vez detener.

Estoy totalmente seguro de que solo se trata de otra curiosa historia de ficción pero eso no quita lo irónico que sería que las cosas hubieran sido así ¿no? Una historia de ese tipo merecería finalizar con la siguiente frase: "Y el Destino sonrió, burlón".