Eterno verano.

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martes, 5 de noviembre de 2024

Bajo nuestros pies. Dentro de nuestra alma.

Esta foto fue tomada en la segunda mitad de 2014, a la espalda del Hospital Víctor Larco Herrera (distrito de Magdalena), que desde hace varias décadas se encuentra totalmente integrado en la trama urbana de la ciudad de Lima. Sin embargo, al levantar la capa de cemento y asfalto, nos encontramos con que varios de los antiguos canales que transportaban agua hacia las haciendas y chacras desaparecidas del otrora fértil valle de Lima, aún continúan llevando el líquido elemento, ya sea para regar algunos parques o para perderse en el cercano océano.


Algo similar (de alguna forma) ha venido ocurriendo repetidamente en distintos espacios de nuestra ciudad: cuando se (re)construyen edificios, calles o avenidas: se anuncia el descubrimiento de restos arqueológicos prehispánicos o del período español, dándonos a entender que no sabemos realmente sobre qué podríamos estar parados, caminando, durmiendo, o desarrollando nuestras vidas: siglos o quizá milenios de Historia, con sus olvidados dramas, alegrías y logros. ¿Será que en algún momento, lo que para nosotros es motivo de regocijo, valor o disputa pasará también a convertirse en parte irreconocible del subsuelo? Las dinámicas del planeta y de las sociedades son cíclicas; y nada es estable ni perdura inmutable para siempre; lo que nos debería llamar a la siguiente reflexión: ¿vale la pena preocuparnos tanto por un futuro del que desconocemos absolutamente todo, ya que no tenemos plena certeza ni siquiera de lo que ocurrirá dentro de cinco minutos? Ciertamente, solo nos queda vivir el momento presente de forma sana y en bondad, porque lo único que nos llevaremos de este mundo a una supuesta e infinita existencia espiritual, son los recuerdos, las anécdotas que nos marcaron, y la huella de aquellos momentos que nos resultaron cargados de significado plenamente útil y valioso. Procuremos llenar nuestro baúl o mochila de los recuerdos, justamente, con este tipo de joyas que "ni el ladrón puede robar, ni las polillas pueden destruir". Reaprendamos la magia terapéutica del vivir cada instante y disfrutar de las pequeñas y sencillas cosas de la vida cotidiana, en medio de este mundo que nos sobreestimula hasta llevarnos a la angustia, y nos enferma al convencernos de que se nos generan supuestas "necesidades" que en el fondo solo son cadenas y grilletes disfrazados de cintas festivas y lujosas.

Volvamos a lo natural, incluso en medio de los ambientes patológicamente artificiales en los que nos ha tocado vivir. Sobrevivamos a la marea del final de esta civilización enferma, aferrándonos a lo simple, verdadero, bueno y bello que aún existe a nuestro alrededor, aunque cada vez más escondido como aquella "perla de gran valor" de la que nos hablan los milenarios textos sagrados; y sobre todo, volvamos a la luminosidad de nuestro genuino espíritu y de la chispa de la divinidad que habita en nuestro interior. Hagamos de ese fragmento divino, el timonel de nuestro navío que nos dirija hacia aguas genuinamente calmas y a un puerto seguro donde establecernos; aún cuando el mal tiempo nos quiera vencer con la ilusión de un mundo sin sentido o sin esperanza.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Miss Universo 2017.

Siempre me llamó la atención que un concurso de belleza estrictamente terrestre, se llamase Miss Universo. Porque o sea, Miss Mundo te lo entiendo... y ni así, porque para la elección no se toman en cuenta los cánones de belleza de todos los pueblos. Por ejemplo, en el mundo andino nos gustan bien papeaditas, mientras que en Europa les gustan muy delgadas, con los problemas de salud que ese modelo de belleza termina ocasionando. En todo caso, debería llamarse "Miss Criterios Occidentales" o "Miss Europa y lo que les gusta a los europeos de hoy".

Pero bueno, Miss Universo, no. ¿Te imaginas cómo sería un verdadero Miss Universo? Que participen las nórdicas de Ummo y las Pléyades, las de Lyra, los grises altos y los grises bajos, los gatoides, los metamórficos, las tridáctilas de Nasca, etc, etc. Menudo lío ¿qué criterio de elección seguiríamos? ¿y quiénes tendrían que conformar el jurado para asegurarnos imparcialidad? ¿y cómo haríamos para que la Tierra presente una candidatura unificada?

Lo ya dicho, sería un desmadre.

En todo caso, tendríamos que hacer un concurso entre las especies que más o menos se parecen, o sea las humanoides. Pero ¿cómo serían las preguntas de cultura y política? Las representantes de otros planetas no podrían decir que admiran al papa ni que quieren ayudar a los niños pobres de su planeta, ya que allá ni la pobreza ni el dinero ni el papa existen. No pues, eso se prestaría a mucho truco y podría ocasionar una verdadera pelea interplanetaria.

O a lo mejor Oliver Ibáñez tiene razón y este mundo es plano, está cubierto por una cúpula y montado sobre una tortuga y pues, solo las terrestres irán al Miss Universo por siempre.


lunes, 25 de septiembre de 2017

La Fraternidad de la Sagrada Concha (FSC).

Cuenta la leyenda que in illo tempore (o "en la época de ñangué", como diríamos) un grupo de monjes quiso construir su Casa de Ejercicios Espirituales al otro lado de la naciente ciudad, atravesando huertos de los más fragantes y dulces frutos. Por aquellos días, un extraño individuo cruzó la puerta norte de las murallas y se identificó como Rudolphe Charpentier, francés, maestro de obras y experto en extrañas ciencias. Los monjes, sospechando que traía novedosos conocimientos de construcción en boga allende los mares, decidieron contratarlo y el pueblo, curioso, se refería a él como "Ño Rodolfo, el carpintero".
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"Ño Rodolfo", según una descripción de la época.
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Un buen día, Charpentier desapareció sin dejar rastro. Nadie lo vió salir por alguna de las puertas de la ciudad, tampoco exigió la última parte del pago, pero dejó unos misteriosos agregados que no figuraban en los planos originales que había mostrado a los monjes: dos conchas marinas, una a cada lado de la puerta de la capilla principal, incrustadas en la piedra. Los monjes decidieron darles alguna utilidad y las transformaron en recipientes para agua bendita, subsistiendo de esa forma hasta nuestros días.

Pasado algún tiempo, dos viajeros llegaron hasta el recinto solicitando les pudieran brindar
posada. Los monjes aceptaron y los viajeros fueron ubicados en una pequeña celda a un lado de la capilla. Durante la noche, sintieron la necesidad de orar y procedieron a meter sus dedos en las dos conchas mencionadas, con la intención de santiguarse con el agua bendita en ellas depositada.

Un extraño brillo apareció sobre las aguas, se extendió por los brazos de los sorprendidos viajeros y terminó por inundar toda la sala. Finalmente, como si de luz sólida se tratase, el brillo se concentró en un círculo luminoso que se elevó y escapó a toda velocidad por la claraboya de siete lados que Charpentier alguna vez abrió en el techo. Mientras tanto, los viajeros se elevaban en el aire y tenían visiones de lo que ocurría en ese momento en otros lugares del mundo, así como en el futuro de aquella urbe. No saben cuánto tiempo pasó hasta que cayeron suavemente al piso, tras lo cual no recuerdan nada más.
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Al día siguiente, los monjes encontraron a los viajeros desmayados en la puerta de la capilla y éstos relataron lo sucedido al superior, quien les dijo que era mejor que callasen, porque ya eran demasiados los rumores de que en ese lugar ocurrían cosas extrañas. Se despidieron, agradeciendo la hospitalidad de aquel grupo de religiosos, pero cuando caminaban rumbo a la puerta de salida, pasaron justo debajo de la claraboya por la que la noche anterior había escapado la extraña luz, y escucharon una no menos extraña voz en el interior de sus cabezas, diciéndoles exactamente las mismas palabras a cada uno: "La sagrada concha representa la fertilidad que otorgaba poder a las más antiguas culturas, y que deberá vivificar nuevamente a éste descreído mundo; ustedes han sido elegidos como los primeros que han de crear un nuevo grupo humano que guardará las enseñanzas místicas que se les irá revelando, por el poder de la concha bendita y sagrada".

No lo comentaron hasta finalizado el día, pero el hecho de haber escuchado exactamente las mismas palabras, eliminaba toda sospecha de alucinación. Siguieron con sus vidas como de costumbre, hasta que recibieron la visita de un extraño personaje, con vestiduras brillantes, como de época futurista.

- "Somos los elegidos para fundar la Fraternidad de la Sagrada Concha. Descuiden, ustedes no lo eligieron (y tampoco pueden negarse), es la Sagrada Concha la que elige a sus discípulos", les dijo, sin mediar saludo.

Nunca supieron cómo, pero de pronto aparecieron en el umbral de la capilla y, como si de un reflejo automático se tratase, metieron sus dedos a la vez en una de las conchas, repleta a rebosar de agua bendita y repitieron estas inspiradas palabras: "Todo por la concha, y sin la concha, nada ¡la concha es nuestra madre!". El grito (porque eso fue) escapó por la claraboya y fue escuchado por los monjes en sus celdas y en todo el pacífico vecindario. Al salir de aquel lugar, todos se refirieron a ellos como "los hijos de la gran concha" y pasaron a conformar una fraternidad secreta que estuvo tras grandes acontecimientos históricos sobre los que tenían control, merced a misteriosas revelaciones que iban obteniendo cada noche en sueños. Se comenta que aún el día de hoy, a más de dos siglos de aquellos acontecimientos, nuevas personas son elegidas por la Sagrada Concha en noches de luna llena y dotados de un grande y misterioso poder que los hace perpetuar las más secretas revelaciones y prodigios de los que esta ciudad haya tenido noticia.
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viernes, 4 de agosto de 2017

Desconectados de lo verdaderamente importante.

"Muy pocas cosas son importantes para alcanzar la Única cosa necesaria".

UNO

Hace algunas horas leí una curiosa noticia llegada desde Europa: un señor de alrededor de 70 años gustaba entrar de madrugada a las aguas de un río para darse un baño. En reiteradas ocasiones los vecinos lo habían forzado a salir, llamando a la Policía y a los Bomberos, porque a su juicio "a lo mejor quería suicidarse"; por más que el individuo les aclaraba con total tranquilidad que sólo estaba dándose un baño, que sabía nadar y nunca estuvo a punto de ahogarse. En los comentarios, la gente opinaba que deberían meterlo a la cárcel "porque la Policía y los Bomberos gastaban dinero de los contribuyentes atendiendo esa falsa emergencia".

Pero la verdad es que el hombre simplemente disfrutaba de lo natural, como siempre lo ha hecho el ser humano desde antes incluso de ser humano; vale decir, como lo hacen desde el lobo hasta las aves al chapotear en algún estanque; pero se convirtió en motivo de extrañeza, crítica y escándalo.

La radical separación entre el humano y la naturaleza es cada vez más patente y viene aparejada con el rechazo a lo Trascendente en la sociedad posmoderna. El hombre (principalmente, el occidental) tiende a rechazar lo divino y se extraña con lo natural, mientras tergiversa su propia naturaleza para amoldarla a sus placeres y quereres más desordenados. Se convence de que sólo con transgénicos, hedonismo, tecnología desechable y tratamientos sofísticados avalados por gurús de la ciencia, su vida podrá ser medianamente soportable; sin recordar (o ignorando ex profeso) que casi toda la Historia de la Humanidad transcurrió entre sembríos y ríos, entre barro y fogatas, entre huertos y bosques, sin mayor iluminación nocturna que el cinturón de la Vía Láctea, y esa enigmática Luna que hace menos de medio siglo recién pudo alcanzar.



DOS
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Me gusta prestarle atención a lo aparentemente cotidiano, intrascendente y simple, porque allí, en lo pequeño, se encuentra lo insospechadamente bello y sorprendente.

Estaba tumbado bajo el techo de calaminas de una humilde casa de la serranía limeña, cuando capturó mi atención el foco que iluminaba tenuemente la habitación. Era del característico modelo bulbar que tiñó nuestras noches de infancia con una acogedora luz amarillenta, como haciéndole un guiño a los fuegos que encendían nuestros antepasados en las cuevas o a los lamparines de aceite que aún hoy acompañan a quienes viven en apartadas tierras. Nada que ver con la fría y deprimente luz blanquecina de los fluorescentes "ahorradores" que prácticamente nos obligan a comprar hoy (a pesar de constituir todo un peligro por el mercurio que contienen y las radiaciones que generan).

La señora de la casa nos comentó que ese foco ya tiene varios años pero que no se quema; lo que me recordó a esa pequeña bombilla que lleva más de 115 años encendida en California, habiéndose convertido en la admiración de muchos (al punto de tener un club de seguidores). Yo lo considero normal y esperable, porque se supone que los objetos deberían estar hechos para durar, como hace un siglo, y no como se hacen ahora: con obsolescencia programada "en nombre del progreso y para hacer viables las empresas". El desmedido afán de lucro y la innecesaria acumulación (lo antinatural impuesto en beneficio de un puñado de ambiciosos) reemplazaron al noble ideal del beneficio general de la gran Familia Humana, que ha terminado relegado al rincón de las extrañezas y las utopías risibles.

domingo, 28 de mayo de 2017

Enamoramiento espiritual.


El ser humano, intentando dar forma visible al Infinito no visible.

¿Existe algo así como el "enamoramiento espiritual"? 

Digo, cuando no sólo te encandila la bella sonrisa de esa persona, sino el saber que lo que la motiva es un profundo amor a Dios y el saberse infinitamente amada por su Creador. 

O cuando no solo te genera admiración su gran seguridad ni su vida tranquila y llena de virtud, ni su renuncia a lo mundano (que ya quisiera uno tener a ese nivel) sino el saber que su vida entera se sustenta en la plena confianza en que todo lo que pueda pasar, será siempre para la mayor Gloria de Dios.

O cuando al despedirse, no lo hace con el clásico "Nos vemos" sino con un "Dios te Bendiga", no de fórmula, sino vivido en cada una de sus palabras. Y que en verdad bendice. Y que en verdad es un vehículo más que tiene el Amor del Padre para manifestarse en tu día e iluminarlo.

O cuando al aparecer frente a tus ojos, inmediatamente recuerdas las palabras de Proverbios 31,10 y sientes que ese versículo fue escrito pensando en ella, ya en esos lejanos tiempos.

O cuando se fortalece tu certeza de que abandonarte a la Voluntad de Dios es siempre una buena decisión, porque después de todo, es por la Voluntad de Dios que esa persona y tú coincidieron. Bueno, el "coincidir" es un decir, porque en un mundo regido por Dios, las coincidencias no existen.

O cuando eres consciente de que, aún si algún día ella te llegase a amar, siempre amará más a Dios. Y eso es, definitivamente, lo más hermoso de todo.

jueves, 16 de febrero de 2017

Añoranza de jardín.

El árbol del patio interior de la casa de una amiga, a cuya sombra me senté a añorar mi antiguo jardín.
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Cuando era niño vivía en una casa grande y antigua. Estaba acostumbrado a los dos patios: el primero, a la entrada de la casa y con una gran buganvilla cuya copa descansaba sobre el techo; y el segundo a modo de pasadizo interior, con maceteros de piedra y arcilla donde crecían, alegres y despreocupados; helechos, geranios, caiguas, coronas de Cristo, violetas, margaritas y otras plantas. En las roturas del piso era común que nacieran llantenes, cuyas hojas eran utilizadas para cubrir algún golpe o inflamación cuando había necesidad. Muchos de mis mejores momentos de infancia e inicio de adolescencia transcurrieron en esos dos patios, jugando con mis gatos e imaginando que el mundo era un lugar seguro, tranquilo, confiable y más o menos esperanzador.

Posteriormente me trasladé a un departamento y extrañé la presencia del verde elemento (no sean malpensados). Hace unos días compré una planta llamada "chavelita" y la puse en una maceta junto a la ventana (esperemos que dure). Es mi deseo volver a vivir algún día en una casa con jardín, como vivió buena parte de la Humanidad hasta no hace tanto, pero sé que ello se vuelve más difícil porque conforme pasa el tiempo hay menos casas en venta.

Cada vez son más las casas que terminan derribadas para construir en su lugar edificios-ratonera y no hay autoridad que se oponga bajo la excusa de "la libertad de empresa", "la intocable inversión" y "la libertad de los dueños de vender sus casas al mejor postor". Que distritos anteriormente tranquilos y relajados, como Barranco, se estén convirtiendo en cúmulos de ratoneras carentes de originalidad y espacio, los tiene sin cuidado. Dinero es dinero, y esa es la única ley que rige las conciencias de la mayoría de autoridades (suponiendo que tengan conciencia).

Recuerdo el caso de un buen amigo que vivió durante años en una gran casa cerca al malecón del otrora distrito de los poetas. Cuando recién llegó a vivir, podía observar el atardecer desde su patio interior, pero un mal día la municipalidad autorizó que construyeran un edificio en ese lugar y no le quedó más que observar una pared blanca por todo paisaje. Años después, sus materialistas vecinos vendieron sus propiedades por cuatro pesetas a una inmobiliaria que también le ofreció comprar su casa, cosa que él no aceptó. Sin embargo, la inmobiliaria empezó a hostilizarlo, haciendo que "casualmente" cayeran multitud de desechos a su patio interior, generando ruido a todas horas, e incluso derrumbando la pared separadora (también "por un descuido") y reemplazándola por un conjunto de tablas viejas. Mi amigo se quejó ante la municipalidad, pero evidentemente sus reclamos no fueron escuchados y tuvo que ceder y vender su gran casa a la inmobiliaria, mudándose a un departamento de la misma, pésimamente construido y donde incluso ha tenido que afrontar una inundación porque las tuberías de agua son de pésima calidad y fueron colocadas contra el tiempo.

Pero dicen que vivir en un departamento "te da libertad e independencia", y así te lo venden en la publicidad de las grandes inmobiliarias que parasitan nuestras calles.

Vayamos al factor humano: pienso que la proliferación de edificios-ratonera es otro signo del individualismo que cada vez afecta a más y más citadinos, especialmente jóvenes. Son muchos los que, teniendo una gran casa familiar con posibilidad de construir nuevas habitaciones, se dejan guiar por un errado concepto de "libertad e independencia" importado de la sociedad de consumo estadounidense, o por frases cojudas al estilo "el casado, casa quiere" y compran el departamento más barato, mal construido y ridículamente pequeño que puedan encontrar. Todo con tal de sentirse "libres y dueños de sus destinos", pero claro, pasan de depender de la opinión familiar a depender de la opinión de la junta de propietarios, que será quien castre tus reuniones sociales, tus posibilidades de traer mascotas, etc, con la excusa de "la convivencia". Porque ha de ser difícil malvivir con multitud de desconocidos estresados en cualquiera de esos gallineros verticales, no lo dudo.

Por eso, envidio sanamente y me gusta visitar a Honorio, viejo amigo de mi tío que vive a las afueras de la ciudad, en una casa antigua, y que cultiva en su jardín las plantas más insospechadas. Tiene papaya, algodón, buganvilla, albaricoque, sachapapa, uva, cactus San Pedro, e incluso lechero africano, también conocido como la planta de la vida por haber fundadas pruebas de que podría curar el cáncer. Por las paredes revolotean arañas de desierto, hormigas y escarabajos; y cuando riega las plantas, el olor a tierra mojada es francamente relajante.

Si vivir en cajitas de 50 m2 es "la modernidad" y habitar en casas de tamaño decente es un anacronismo ¡que me la chupen bien fuerte y disfruten sus ratoneras, tarados!

Y que vivan los jardines, nuestra pequeña puerta de conexión con esa naturaleza de la que formamos parte, pero muchas veces olvidamos (y que quienes dominan el mundo se empeñan en hacer que olvidemos, para deshumanizarnos e insensibilizarnos).

jueves, 6 de octubre de 2016

Eusebio Maní.

Muchos personajes de nuestra historia personal quedan injustamente olvidados por la memoria, pero eso no significa que su papel en nuestras vidas haya acabado del todo, por modesto que haya sido. Y creo que eso fue lo que pasó con Eusebio Maní.

Fue hace unos días cuando el tío Nelson me preguntó si es que recordaba a "el hombre del maní" o "Eusebio maní, porque manicero se presta a malas interpretaciones". Ante tal denominación, lo primero que vino a mi mente fue la carátula de "La venganza del maní asesino" de Chabelos, es decir, algo no muy inocente que digamos. Pero poco a poco fui recordando y volví en el tiempo gracias a los pensamientos (inserte aquí: "Vuela, vuela" de Magneto).

Debe haber sido a inicios de 2002 y en el terral que antes había frente a San Marcos cuando coincidíamos con Eusebio, quien era vendedor especializado en una amplia gama de manís, pecanas y otros alimentos saludables. Coincidíamos, mejor dicho, en algunas de las tardes en que nosotros íbamos a vender libros, por no decir que el tío Nelson los vendía y Pedro (el primo postizo) y yo nos dedicábamos a leer y hablar sobre la pluscuamperfección del universo y sus implicancias en la vida social de las zarigüeyas arborícolas, es decir, a huevear. Y fue en algún momento de aquellas tardes en que también coincidimos con Ramiro, el Testigo de Jehová que vendía jugo de piña; con Giovanni, el sanmarquino que iba a comprar libros de segunda de Filosofía; con Alejandro, el tío del ceviche que más de un problema gástrico nos causó, entre otras personas. Todos ellos se fueron diluyendo lentamente de la memoria una vez que esa etapa de vender libros fue dejada en algún estante de la casa del tío Nelson y de nuestros recuerdos.

Pero Eusebio no nos había olvidado. Y ello a pesar de que una vez que el terral desapareció y la municipalidad se encargó de dispersar a los que allí vendían, se tornaron inubicables todos aquellos personajes. Y fue un día, hace algunas semanas, mientras el tío Nelson pasaba por la avenida Alfonso Ugarte, cuando escuchó que lo llamaban de forma peculiar:

- ¡Eh, Nelson libro!

Y fue así como lo recordaba, como "Nelson el de los libros" o como "Nelson libro", para resumir. Y una de las primeras cosas que también recordó fue mi presencia. Mientras los chiquillos de por ahí correteaban y jugaban fulbito, yo me la pasaba leyendo libros y revistas y de vez en cuando hacía comentarios sobre los temas que leía, con Nelson, Pedro o Giovanni, especialmente cuando eran temas de historia. Pero me llamó la atención que Eusebio, incrédulo ante aquella actitud, se refirió a mí como "el chico que parecía que leía".

Me sentí subestimado, lo admito, pero después comprendí. Frente a una adolescencia que ya desde aquellos años y mucho antes prefería desbandarse, la presencia de un chibolo que se la pasara leyendo era cuando menos, llamativa y generadora de escepticismo.

Hace un par de noches decidí pasar por Alfonso Ugarte a eso de las 8. Me disponía a ir al lugar donde venden libros de segunda (y donde encuentras algunos ejemplares hasta del siglo XIX) y recordé todo esto. Mis pasos se encaminaron rápidamente hacia el lugar donde sabía que lo encontraría. Me causaba mucha curiosidad, ya saben que muchas veces soy presa de mis recuerdos y de una casi enfermiza afición por pasármela redescubriendo e idolatrando mi pasado.

Lo encontré, lo miré a los ojos para ver si era reconocido y le pregunté el precio de una de aquellas bolsitas de maní con pasas. "Dos soles", me dijo, no me había reconocido a pesar de que yo estaba con la misma camisa de hace diez años. Me disponía a retirarme cuando decidí dar media vuelta y le dije:

- Disculpe, ¿recuerda cuando usted vendía maní frente a San Marcos?

Me miró extrañado, respondiendo que eso fue hace muchos años y que quién era yo para saberlo. Entonces le respondí, sonriendo.

- Bueno, yo soy el muchacho que según usted "parecía que leía" junto a Nelson.

Y así nos quedamos conversando de la vida. Cuando menos me dí cuenta, había pasado más de media hora y la calle empezaba a hacerse más peligrosa de lo que ya es a cualquier hora. Me preguntó qué había sido de mi vida, si todo estaba mejor con mi familia (ese verano me quité de mi casa por varios días, en un arranque de hartazgo adolescente) y qué hacía. Le conté que había estado estudiando Derecho contra mi voluntad, que ahora estaba estudiando dos carreras, una, curiosamente en San Marcos, y otra en una universidad privada, y que ya no vendía libros sino que ahora los coleccionaba. Y que sí, sí leía, no solo lo aparentaba. Le dió gusto, quedé en volverlo a visitar esta vez con Pedro y Nelson y quizá conversar de los viejos tiempos en la casa de este último. Por su parte, a él aún le quedaban un par de horas de vender sus productos.

Me despedí y me alejé pensando en cómo para algunos la vida ha cambiado tanto en estos años mientras que para otros solo ha cambiado el lugar de desempeño, mas no las actividades. Y recordé que fue con la gente más sencilla con la que siempre me sentí más identificado, comprendido y en familia. Y que además, son los únicos que (quizá sin yo merecerlo) hasta ahora no me olvidan.

Escrito en mayo de 2012.

sábado, 1 de octubre de 2016

Arquímedes.

"Arquímedes", a medio terminar.
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Esta ha sido una semana de reencuentros. Me volví a encontrar con dos buenos amigos, y también, con mi blog (hace algunas semanas que no me nacía escribir aquí).

Uno de esos amigos se llama Pedro y forma parte de las personas que me ayudaron con poco, y a la vez con mucho, cuando era adolescente. Es de condición humilde, ya está cerca de los 40, y es el típico ejemplo del peruano luchador para quien la ausencia de estudios universitarios no constituye óbice para salir adelante y dedicarse a aquello que le gusta.

Y aquello que le gusta es la pintura, casi tanto como la investigación. Pero no la investigación académica, esa que te tratan de enseñar en tu curso de Metodología o Seminario de Tesis, sino la verdadera investigación, la que nace de la curiosidad innata por querer descubrir más sobre el mundo que te rodea pero, sobre todo, por conocer cada día más de tu universo interior.

Desempeñó muchos oficios. Vendió libros cerca a San Marcos, hizo maquetas en el Jirón Amazonas, fue encargado de seguridad en una discoteca, pero siempre llevaba en su morral un pequeño libro sobre yoga, un libro amarillo, antiguo y aparentemente simple que lo ayudaba a relajarse cuando la cosa se ponía poco favorable.

La sombra de los problemas económicos fue un fantasma casi constante para él en los últimos años y, sin embargo, desaparecía por las noches en una habitación de su casa, que constituía para él, su pequeño templo. Sacaba un viejo cajón de madera de debajo de una mesa circular que había conocido tiempos mejores y, tras una rápida revisión de pinceles y pinturas, se disponía a darle la oportunidad de existir a alguna obra que surgiera de su imaginación. Su imaginación y, sobre todo, su intuición, eran aquellos vientos que impulsaban la vela de su creatividad en aquellas largas noches de insomnio.

Logró hacerse amigo de un pintor de aquellos que ofrecían sus pinturas en el Parque Kennedy, pudiendo vender alguna de sus obras, si bien esto le resultaba un tanto difícil no solo porque el consumo de este tipo de arte es muy limitado en nuestro país (donde se tiene el errado concepto de que el artista debe casi regalar lo que produce y no vivir de ello) sino porque llegaba a encariñarse con lo que pintaba. Después de todo, esos trazos y esas pinturas le habían sacado más de una arruga prematura y, seguramente, también alguna cana; más o menos como los hijos a sus padres.

Hace unos días me llamó para decirme que le impresionó leer la vida de Arquímedes. ¿Cómo era posible que uno de los hombres más sabios de la Antigüedad terminara sus días asesinado por un rudo y brutal soldado romano? Pero es que eso es lo que ocurre hasta nuestros días: la cultura y la educación (que es distinta a la instrucción) muchas veces terminan sepultados por la mediocridad y la vulgaridad de quienes solo quieren darle rienda suelta a sus bajos y animales instintos.

Así es que decidió dedicarle una obra, la cual aún no está terminada. Falta mucho, como puede apreciarse en la imagen que acompaña estas líneas. Los ojos del soldado aún están blancos y esa será la parte más difícil de rellenar, porque la insensatez de aquel que acaba con un sabio es difícil de ser plasmada, incluso para un artista que ama lo que hace.

Pedro, quizá no hayas estudiado en Bellas Artes (ni en Alejandría), pero llevas la inspiración artística en tu corazón. Eres el Arquímedes de la pintura, estimado amigo.

sábado, 20 de agosto de 2016

Frío.


Conozco personas que aman el frío, aman cubrirse de ropa como si quisieran mimetizarse en una tienda de peluches, aman caminar bajo la lluvia y escribir en las redes sociales lo hermoso que es que el clima esté gris como su alma (y después se preguntan por qué no tienen enamorado).

Bueno, yo no soy de esos.

El look que más me gusta (y el que me caracteriza) es el que corresponde al verano y trato de llevarlo el mayor tiempo posible: es común que tenga puesto mi short verde para-toda-ocasión y mi polo blanco de los viajes hasta bien entrado el otoño. Si uso chompa o casaca es únicamente para no hacer roche o porque ya el frío es verdaderamente insoportable y tampoco es que haya olvidado que de niño sufría de sinusitis, así que mejor prevención en lugar de congestión (nasal).

Cómo hará de frío que hasta mi gata, con una docilidad inusual en ella, me permite que la arrope debajo de la colcha. En realidad se la pasa echada sobre mi cama intentando conseguir calor sobre las frazadas o (cuando me echo) sobre mi panza que, imagino, le ha de resultar bastante cálida por la grasa acumulada.

Por supuesto hay frío real y frío aparente. Un profesor, hace varios ciclos atrás, nos preguntó si creíamos que el invierno limeño era frío, a lo que todos respondimos con un unánime "sí" y él replicó que eso era mentira. Para frío, el de Puno o Siberia, lo que malogra nuestra sensación térmica y hace que temperaturas que en otro lugar serían agradables (14 o 15 grados) se vuelvan bastante incómodas, es la humedad casi siempre superior al 90%. Y hablando de verdadero frío, hace unos días estuve en Puno y ese sí que es un frío acojonante al punto que hasta dolía respirar (literal), por no decir que lo pasaba aún peor por el hecho de que el hospedaje estaba situado a menos de una cuadra del Lago Titicaca. Frío + humedad + altura, una combinación para pensarla dos veces.

Pero vamos, que si el frío/humedad resultan molestos aún estando dentro de casa, con el tacu tacu de la cena al costado y con puertas y ventanas cerradas ¿te has puesto a pensar cómo la pasan aquellos que tienen que dormir o laborar en las calles? Me resulta incomprensible cómo es que nadie se preocupa de ofrecerle un asilo a los varones jóvenes y ancianos que duermen bajo harapos en las aceras de la avenida Uruguay, por ejemplo. Pero dicen que nuestra sociedad es justa e inclusiva. Sí, claro.

También me pongo a pensar en los travestis que trabajan hasta la madrugada en oscuras y húmedas calles como el Jirón Washington, ataviados con diminutas prendas. Sinceramente, me da ganas de regalarles las casacas acolchadas que me niego a usar, pero entiendo que esa semidesnudez es parte de su trabajo y que les malograría la chamba y esa no es mi intención.

De los pastrulos y borrachos que a la mañana siguiente aparecen profundamente dormidos y sin zapatos en las bancas y aceras de Emancipación, no me preocupo mucho: ellos están tan "duros" o zampados que ni sienten el frío ni saben dónde están. Algo de "bueno" tenía que tener su vicio.

Yo, por mi parte, estuve frente al mar barranquino buscando respuestas al iniciar la noche. No me importó el frío y no había tomado café ni licor para calentarme. Los buenos pensamientos y un profundo sentido de la admiración fueron más que suficientes para conducirme a tierras más cálidas mediante la imaginación.

lunes, 15 de agosto de 2016

6 platos deliciosos que conocí en Puno.

1. Queso frito con papas y arroz: Visto y devorado en un restaurante cercano a la estación de buses de la ciudad. El menú (incluía chairo, una sopa deliciosa) costó solo ¡4 soles!


2. Alpaca con crema de quinua: Una apetitosa cena en el súper céntrico restaurante Pizza Andina (Jirón Lima 519), un lugar agradable y con ambiente acogedor, especialmente por la calefacción que hacía que, por unos momentos, olvidemos el intenso frío del exterior. Filete tierno y delicioso y crema con trocitos de suave queso. Precio: 24 soles bien pagados.


3. Chicharrón de trucha con papas fritas: Almuerzo en el restaurante Choza Andina. Parecía poco, pero llenó. La carne rosada de la trucha del Lago Titicaca estuvo muy deliciosa. 8 soles bien merecidos por un menú digno de repetirse.


4. Pizza Tradiciones del Lago: Plato estrella del restaurante del mismo nombre (Jirón Lima 418). Al llegar (por la noche), un grupo de música altiplánica deleitaba al respetable con sus canciones. La pizza personal estuvo muy buena y llenó, no como las pizzas "personales" de la ciudad de Lima, que más parecen destinadas a un público infantil. Abundante queso (en serio ¡abundante!) sobre una delgada base de salsa de tomate. Muy buena. Precio: 21 soles.


5. Trucha frita con chuño y mote: Delicioso almuerzo en la ciudad de Chucuito, a pocos metros de la Iglesia de la Asunción. Pescado fresco sobre chuño y mote bien preparado. Precio: 11 soles.


6. Strogonoff de alpaca: Un suave filete de alpaca bañado por una exquisita salsa de champiñones, acompañado de arroz y ensalada. Devorado (literalmente) en el Restaurante Hacienda (Jirón Lima 517). No recuerdo cuánto me costó, pero fue entre 20 y 30 soles. Recomendado.


Bonus Track: ¿Y para acompañar?

¡Tómate una minigaseosa Cóndor Kids! (vista en Chucuito).


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Ok, no. Tómate una taza de muña o mate de coca para la altura y la buena digestión. ¡Saludos!

domingo, 24 de julio de 2016

7 platos de una aventura culinaria international.

1. Pollo al spiedo (Restaurante de El Alto, Bolivia).

Caminaba por las calles de esta interesante ciudad boliviana (caracterizada por su curiosa arquitectura y su comercio) cuando tropecé con unos establecimientos que parecían vender pollo a la brasa. Sorprendido, pregunté cuánto costaba el plato, a lo que la vendedora, además de darme el precio, respondió que no era lo que pensaba sino "pollo al spiedo", un nombre que solo había escuchado de boca de mi tío fallecido hace unos años, que decía recordar este plato de tiempos de su niñez.

Estaba, sin saberlo, ante el antepasado de nuestro plato bandera, servido no solo con papas fritas, sino además con un puñado de tallarines condimentados y una generosa ración de algo similar a la mayonesa. Me agradó, no sé si porque estaba rico o porque mi paladar se ha vuelto de hierro después de años de probar los más diversos manjares. La cosa es que no sabe igual al pollo a la brasa, las apariencias engañan.




2. Churrasco a lo Pobre (Restaurante Scala, Arica, Chile).

Los platos peruanos (y sus penosas imitaciones) son algo común en el norte de Chile. En este caso se trató de un churrasco a lo pobre que nos sirvieron en un conocido y re-putado establecimiento de la calle 21 de Mayo denominado Scala. Un toquecito elegante dentro de nuestra experiencia de mochileros.

Todos sabemos que aquí en Perú el "a lo pobre" hace referencia a un plato que contiene alguna carne acompañada de arroz, papas fritas, plátano y huevo, pero lo que nos dieron ahí era un churrasco mal cocido (el centro estaba prácticamente crudo) con papas fritas desabridas, un pequeño puñado de arroz y un poco de la salsa de cebolla y tomate propia del lomo saltado. Un despropósito total.




Nótese la carne cruda y la obligatoriedad de dejar un porcentaje para la propina. Laweafomeqliao.


3. Caja Dosirak con contenidos variados (Cafetería coreana Namu).

El Centro Comercial Arenales es un antro del frikismo pseudooriental. En sus pasillos podemos encontrar los más variados y curiosos seres humanoides caracterizados como algún personaje de dibujo animado japonés, pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino de la Caja Dosirak, mi preferida cuando voy a la Cafetería Namu. Lo mejor que contiene son esas deliciosas lonjas de chancho empanizado y lo peor es que no te llena, pero por algo los orientales son delgados. Bueno, bueno.




4. Salchipapa mediterránea (Restaurante Little Armenia).

Little Armenia fue un local ubicado cerca a la avenida Arequipa, en el distrito de Lince, que decía reproducir algunas comidas de aquel pequeño pero histórico país del Cáucaso que fuera la primera nación en declarar al cristianismo como su religión oficial. Probé algo que de armenio no tenía mucho, la "salchipapa mediterránea", caracterizada por las papas cortadas en rodajas, hot dog de auténtica ternera feliz, todo rociado con una misteriosa salsa mediterránea y espolvoreado con fino orégano. Muy rico.



5. Ramen (Shifudoki Café).
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Otro de los muchos huecos interesantes que alberga el Centro Comercial Arenales. El ramen no tenía nada de especial y lo segundo que les muestro es un plato del que no me acuerdo el nombre pero que consiste en una masa de arroz con algo de carne rodeada por una tortilla de huevos revueltos. Qué original.


Así vino, yo no lo escribí.

6. Kimbap mixto (Jin Kimbap).
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De un tiempo a esta parte están llegando a nuestra capital algunas comidas al paso propias de otras latitudes. Primero fueron los bocaditos chinos, hace unos años llegaron los puestos de shawarma y las arepas, y ahora también han llegado estos ricos bocaditos coreanos. Vienen rellenos de atún, hot dog de ternera o mixtos y los venden a un módico precio durante las noches en la esquina de Alfonso Ugarte con Venezuela. Muy recomendable.




7. Ramen Tonkatsu (Tokio Ramen).
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Finalizamos nuestro recorrido con este poderoso, delicioso y contundente ramen. Puede conseguirse en Tokio Ramen del distrito de Jesús María (Avenida Ricardo Tizón y Bueno 663), no muy lejos de la Avenida Brasil. Si lo pides en tamaño grande (como el de la foto) no te quedará estómago para comer nada más y saldrás feliz y satisfecho. Contiene chancho, fideos, cebollita china, huevo, otras pequeñas verduras y unas deliciosas algas completando la escena.

Es posible que el local (bastante pequeño) se encuentre lleno y tengas que hacer cola para una mesa o un asiento en la barra (como me pasó a mí, que fui un viernes a las 7pm), pero créeme que vale la pena.



Me retiro a cenar. Saludos.

lunes, 11 de julio de 2016

Pajas mentales.

Esta mala mezcla entre Tiahuanaco, Chavín y Sicán, ubicada en un distrito de Tacna surgió, sin duda, de una paja mental.


Paja mental: "Literalmente, masturbación mental. Idea o afirmación de carácter especulativo o teórico, sin otro fin práctico más que el de ofrecer placer a la persona a quién se le ha ocurrido".

Recuerdo dos momentos de mi vida académica ligados a este concepto. El primero fue cuando un profesor nos dijo que "solo tendrán veinte minutos para resolver el examen, porque más tiempo es masturbación mental y yo no estoy aquí para masturbarlos". La segunda fue durante la asesoría de un curso; cuando le presenté a la docente mi trabajo perfectamente realizado y se puso a hacer observaciones cada una más ridícula que la anterior, solo para sentir que era toda una intelectual y mucho más capaz que los jovenzuelos a los que enseña. Observaciones que no servían en nada a la mejora del trabajo sino que, simplemente, se le ocurrieron y le parecieron bonitas.

Todos nos hemos pajeado mentalmente y más de una vez. ¿Te ha pasado que, en algún momento de aburrimiento, has empezado a fantasear hasta el punto de terminar sonriendo en la calle o el transporte público mientras todos te miran extrañados? Enhorabuena: Tu paja mental terminó en un orgasmo de ideas.

A riesgo de parecer encuadrado y estereotipante, puedo afirmar que existen profesiones más propensas que otras a los pajazos mentales. No debe ser muy común que los hombres de números y cálculos (ingenieros, matemáticos, etc) tengan estos entretenimientos en su labor, pero lo he visto mucho en literatos, filósofos, artistas, diseñadores, sociólogos y politólogos. En estos dos últimos, la paja mental puede ser especialmente dañina, porque terminan trabajando en los organismos del Estado, metiendo sus ideas en las políticas públicas y jodiendo magistralmente a todo un país.

Puedo distinguir dos tipos de pajas mentales: la positiva y la negativa. La primera puede ser fuente de creatividad y no suele causar daño alguno (y si lo causa, es muy restringido y en ningún caso irreparable o permanente). Vamos a desarrollarlos brevemente:

Paja mental positiva: La paja mental positiva se encuentra a gran escala en el mundo del misterio; entre los "teóricos de la conspiración" o los "teóricos de los antiguos astronautas", por ejemplo. Siempre encontrarán el "indicio" escondido que revele que Hitler huyó a Argentina, que Elvis no murió o que los extraterrestres nos crearon por ingeniería genética. Sea como sea, no causan daño alguno y sus teorías pueden servir para más de un debate con café y empanaditas. Aquí también entra todo género de iluminados y contactados, como uno que salió en cierto programa televisivo, dejando para la posteridad la que quizá sea la mayor paja mental del siglo XXI, cuando intentaba explicar qué es el tiempo según le fue revelado por los extraterrestres:

"El tiempo que estamos viviendo, es relativo, porque un tiempo tiene su tiempo dentro del tiempo. No hay tiempo que no le llegue su tiempo en el tiempo de los tiempos. Parece trabalenguas, parece malabarismo mental, pero esa es la relatividad del tiempo".

Sublime.

Otros pajeros mentales de primer nivel son los autores (y seguidores) de los libros de autoayuda. Por ejemplo, tenemos a Coelho con sus frases dulzonas y vacías como que el universo conspira para que logres no sé qué. O los autores de libros de "cómo hacerse millonario cambiando su mentalidad", pero que no son precisamente millonarios. Joseph Smith, fundador de los mormones (con su idea de que los judíos son los antepasados de los indígenas americanos y que Cristo vino a América a predicarles) pudo haber sido, también, un exponente de este arte, si es que acaso no fue un trastornado.

Los exponentes del "arte moderno" son, muchas veces, pajeros mentales que logran admiración por pajearse de la manera más burda y descarada. No hace mucho, en un museo de San Francisco, un gran número de personas terminaron creyendo que unos lentes puestos en el suelo eran una muestra de arte moderno. Y tiempo atrás subastaron una cama con las frazadas desordenadas como si fuera arte por una gran suma de dinero. Pero para mí, la más grande y hermosa paja mental artística destos valles del centro del Perú es la que podemos observar a continuación, directamente desde un solitario lugar en plena Panamericana Norte.

Una paja mental positiva originó la construcción del "Palacio Dorado" de Puente Piedra. Es curioso, con un toquecito retro y no le hace daño a nadie... excepto al buen gusto.

Paja mental negativa: La paja mental se vuelve negativa cuando se traduce en hechos que supongan una alteración del sentido común de la sociedad o puedan causar algún daño real o potencial. Esta paja mental es el equivalente no ya a una paja, sino al sexo sin protección tenido con alguien que padezca una ITS y a sabiendas. Nada bueno puede salir de eso.

Tuve un profesor (me tocan profesores de lo más normales) que decía alegremente que en su opinión los enfermos mentales no debían ser tratados como tales, porque simplemente se trataba de personas con "otra percepción de la vida". Que no tenían alucinaciones sino "percepciones alternativas de la realidad", que debían ser estudiadas no para curarlas sino para nutrirnos de esos conocimientos y... ¿entienden, no? Pero esta paja mental no era de su autoría, sino una aplicación del término "diversidad funcional" que en última instancia vendría a significar (siempre bajo la excusa de "no ofender" y "no dañar la sensibilidad" así sea mintiendo) que no existen personas con discapacidad sino personas con diversas funcionalidades físicas, mentales, etc. Esto, a la larga, podría desembocar en no querer brindarles ayuda para la superación de sus limitaciones porque ¿para qué hacerlo si no tienen un problema sino solo "una diversidad"?

La cojudez está en el aire.

Finalmente, todas las teorías paridas por el marxismo cultural (como la ideología de género y el feminismo radicalizado) iniciaron su andadura como pajas mentales salidas del cerebro de algún señor con harto tiempo libre e interesante billetera, que quería dárselas de intelectual con sus amigos en algún café europeo. Y ya vemos los problemas que están causando al ser utilizadas por las élites para aplicar su "divide y vencerás". Los Testigos de Jehová con su idea de "no a la transfusión de sangre, so pena de expulsión" (con todas las muertes que eso ha acarreado) son también exponentes de la paja mental dañina. Y los líderes izquierdistas europeos que promocionan el aborto a pesar de que su continente está sumiéndose en un invierno demográfico y que además atacan al cristianismo mientras permiten la construcción de mezquitas musulmanas (y ya vemos cómo se lo están pagando los "agradecidos mahometanos") son tal vez los más dañinos pajeros mentales del mundo actual. Llegará el momento en que la Humanidad se cure de ese cáncer y lo arroje al basurero de la Historia.

La paja mental se cuenta sola. Este caballero no podría manifestarse de esa forma en las sociedades de las que provienen los inmigrantes musulmanes cuya entrada masiva apoya.