Eterno verano.

domingo, 30 de junio de 2013

(Entrada espiritual y cultural). Monacato oriental: Variedad de tipos de vida monástica en la antigua Siria.

Sé que mi blog, tan lleno de cosas que se me ocurren y que a veces andan un tanto alejadas de la moral christiana no es el lugar más idóneo para colgar este tipo de cosas, pero aprovecho que aún me faltan una o dos entradas sobre mi contacto con otras religiones para colgar esto. Pro-Ortodoxia fue la página que me hizo conocer las iglesias ortodoxas cuando tenía alrededor de 13 o 14 años. Incluso imprimí mucho de lo que había en la página y en algún lugar ha de estar aún.

Hace poco ví que reabrieron la página, pero la sección "Monacato" que me parecía interesantísima, no está. Así que rescaté esta vieja entrada que nos habla sobre lo que fue esa gran etapa de inicios del cristianismo donde muchas personas lo dejaban todo para encontrar a Dios de las formas más variadas y con las penitencias más diversas. Desde estar parados sobre una columna hasta hacerse pasar por locos para ser humillados (esta última llamó mucho mi atención). El origen de todos los monaquismos se dió en el desierto, algunos dicen que en el sirio y otros en el egipcio. Porqué sí, aunque muchos no lo saben, la mayor parte de Medio Oriente fue cristiano antes que musulmán y en muchos países aún quedan grandes minorías, que alcanzan el 10% en Siria y Egipto y casi la mitad de la población en Líbano (eran mayoría hasta hace unas décadas pero han emigrado por la violencia musulmana). Las formas de vida de estos monjes fueron imitadas incluso en el cristianismo occidental y después en la rama mística del Islam: el sufismo, que surgió en las mismas zonas y quizá llegó a coexistir con los últimos de estos monjes.

Otro dato: si bien a los cristianos de Siria, Armenia, Irak, Palestina y Egipto se les suele catalogar de "ortodoxos", la mayoría no profesa exactamente la misma fe que los "ortodoxos clásicos" (griegos, rusos, rumanos, serbios, búlgaros, ucranianos, etc) sino una fe incluso más antigua, donde el copto, el arameo (la lengua de Jesús) y el siríaco se siguen usando como lenguas litúrgicas y que se separó de la "ortodoxia" en el año 431 (Concilio de Éfeso), porque según ellos, en Jesús no coexistían las naturalezas humana y divina, sino solo la divina, lo que no es poca cosa, porque el día de hoy se rompen iglesias protestantes por tonterías como que el pastor no quiso que se toque rock en la alabanza y los feligreses sí querían.

Vaya mi saludo y mi respeto para esos verdaderos cristianos que dan ejemplo de lo que es dar la vida por la fe. Aquí la fe se nos ha dormido porque la pasamos tranquilos, pero allá, donde es cosa de vida o muerte, es donde se ve quién realmente ama a su Creador.


Me gusta seguir sus páginas de FB. Tienen unas imágenes muy buenas.

MONACATO ORIENTAL
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VARIEDAD DE TIPOS DE  VIDA MONÁSTICA EN LA ANTIGUA SIRIA

              Téngase en cuenta que los monjes sirios, y más particularmente los anacore­tas, gozaban de una gran libertad para organizar su vida. En general, vivían libres como los pájaros del cielo, sin reglamento de vida, ni superior, al menos los del primer período que va hasta el concilio de Calcedonia, año 451. Las sagradas escrituras, las máximas de los ancianos y, sobre todo, la iniciativa personal, eran las normas sobre las que basaban su espiritualidad. Cada solitario consultaba sus fuerzas y, siguiendo el carisma que le dictaba la conciencia, se comportaba como le parecía. Gracias a esta libertad de organiza­ción, el monacato sirio produjo los más pintorescos y variados ejemplos de vida monástica. Sin pretender ser exhaustivos, enumeraremos las diversas categorías de monjes que marcaron al monacato sirio.

1- Los estacionarios: o los monjes que se condenaban a la statio o inmoviliza­ción absoluta. Se imponían como regla estar siempre de pie, sin hablar ni alzar los ojos, sin extenderse para dormir. «Entre éstos, anota Teodoreto, hay quienes están constantemente de pie, otros sólo una parte del día».

              Teodoreto enumera entre los primeros a Moisés, Antioco y Zebinas. Este, no pudiendo conservar, al final de sus días, la posición vertical todo el tiempo, se valía de un bastón como apoyo. Su discípulo Policronio, llegado a viejo, se dejó persuadir por Teodoreto, y se construyó una estrecha celda. Apoyaba su cuerpo en la pared y así evitaba las caídas.

              La statio prolongada agotó tanto a Abraham de Carres que no pudo caminar más. Abba «pasaba el día y la noche de pie o arrodillado, ofreciendo oraciones a Dios».

              Otros, para mantenerse en posición vertical, sobre todo cuando dormían, se ataban a un poste o se hacían pasar una cuerda debajo de los sobacos o se ataban a una viga del techo.

              Esta terrible ascesis seguía practicándose en el siglo X, ya que el célebre Rabban Yozedeq de Mesopotamia «estaba constantemente de pie y caminaba siempre, ya orase, ya recitase los salmos». Cuando, vencido por el sueño, su cuerpo le pedía un poco de descanso, se acostaba sobre una tabla inclinada con el fin de que sus pies tocasen tierra y así dormía.

2- Los dendritas: del griego dendron, árbol. Eran anacoretas que vivían en los árboles, imagen de nuestros antepasados paleolíticos. Construían sobre las ramas una especie de cabaña y allí pasaban su vida. Otros se privaban de este «lujo», como el dendrita que vivía en el siglo VII en un gran ciprés junto al pueblo de Irenin, provincia de Apamea. La providencia le permitió caer al suelo varias veces. Para evitar este inconveniente, se ató al tronco del árbol con una cadena de hierro. Así, cuando perdía el equilibrio, no llegaba al suelo, sino que quedaba suspendido entre cielo y tierra, esperando la llegada de un alma caritativa que le pusiese en posición vertical.

              La ascesis dendrita emigró de Siria a occidente, ya que vemos, en el siglo XIII, a Antonio de Padua practicando este género de penitencia en Padua. El santo se hizo construir una especie de cabaña entre las ramas de un gran nogal y allí pasó los últimos días de su vida.

3- Los acemetas: del griego akemetoi o «los que no duermen». Los sirios les llamaban chahore «o los que vigilan». Eran monjes que vivían en comunidad y se turnaban por grupos en el coro con el fin de asegurar, día y noche, la laus perennis o la recitación continua del oficio divino. Los acemetas interpretaban a la letra las palabras de Jesús: «Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer» (Lc 18, 1). De esta manera la comunidad, en cuanto tal, no dormía y estaba siempre presente en la oración. El tiempo no ocupado por la oración, lo empleaban en el apostolado y en el servicio a los necesitados.

              Aunque esta institución prosperó, sobre todo, en la región de Constantino­pla, tuvo sus orígenes en Siria. Alejandro, su fundador (muerto en el 430), se estableció primeramente a orillas del Eufrates, cabeza de una comunidad de varios centenares de monjes. Allí ejerció un fecundo apostolado en la conversión de las tribus árabes de la estepa. Después, queriéndose instalar en Antioquía, se encontró con la oposición del obispo Flaviano y, buscando cielos más clemen­tes, emigró a Bizancio.

4- Los boskoi:  El cénit de la más ruda ascesis fue alcanzado por los monjes-pastores o boskoi, en griego. Este es un término usado por el historiador Sozomeno para designar a ciertos ascetas de costumbres salvajes. Vivían a la intemperie, en la campaña, caminando a cuatro patas como los animales y alimentándose de hierbas que pacían a la manera de las ovejas. Los obispos Lázaro y Jacobo provenían de esta categoría de anacoretas.

5- Los Locos por Cristo: Los más desconcertantes anacoretas que poblaron las soledades sirias fue­ron los dementes, dementes por Cristo, saloi, en griego. Estos, para practicar la humildad y el desprecio de si mismos, vagabundeaban de día por los pueblos, haciéndose pasar por débiles mentales o poseídos del demonio. La noche la consagraban a la oración solitaria e intensa.

              El más ilustre representante de esta categoría de anacoretas fue San Simeón el Loco, cuya vida fue escrita por su contemporáneo Leoncio, obispo de Neápolis en Chipre (muerto en el 650). Originario de Emesa, hoy Homs, Simeón pasó 39 años de vida solitaria a orillas del río Arnón, en la región oriental del mar Muerto. Cansado de estar solo, decidió volver a su patria y dar ejemplo inaudito de humildad a sus conciudadanos. Llegado a Emesa, entró a la iglesia en el momento en que se celebraban los santos misterios. Provisto de un tirabeque y de nueces, orientó su puntería hacia el altar, apagando una a una las velas. Después subió al púlpito y comenzó a bombardear a las mujeres con los proyectiles que le quedaban.

              Su conducta excéntrica llegó a la inmoralidad fingida. Un comerciante de vinos llegó a la conclusión de que Simeón no era tan loco como le creían en Emesa y le dio trabajo en su casa. Simeón, para huir de la vanagloria y hacer cambiar a su amo de parecer, se propuso algo insólito. Durante la noche se filtró en la alcoba donde dormía la mujer del comerciante y se hizo sorprender por el marido. Echado de la casa a grandes gritos, el comerciante repetía, a quien quería oírle, que Simeón era el más perverso de los hombres. Esto era precisa­mente lo que buscaba el asceta. La santidad de Simeón fue reconocida después de su muerte.

6- Los vagabundos: Con este término queremos designar a las malas hierbas de la pradera de Teodoreto. Eran monjes que, abusando de la virtud de los otros, erraban de pueblo en pueblo, de casa en casa, perturbando la paz de la Iglesia y del Estado. Era la mejor manera, según ellos, de manifestar su condición de extranjeros y advenedizos en este mundo.

              Sustrayéndose a toda disciplina, se imponían la más rigurosa ociosidad. «Por su conducta no son monjes, dice de ellos el obispo Isoyahb, y por su hábito no son seglares». San Jerónimo, desde su retiro de Caléis, lanza contra esta categoría de monjes las invectivas más virulentas de su pluma.

              Los vagabundos fueron condenados por diversos concilios regionales, prue­ba de que las malas hierbas difícilmente se extirpan.

7- Los estilitas: del griego stylos, columna, para evitar el vagabundeo, vivían sobre columnas, en una inmovilidad casi absoluta. Gracias al ascendiente de su fundador, San Simeón el Grande, el estilitismo se propagó prodigiosamen­te en Siria, suscitando numerosas vocaciones entre sus conciudadanos. El popular santo y monje ruso del siglo XIX, nuestro querido San Serafín de Sarov, practicó esta ruda vida ascética durante tres años, luego se consagró a la vida misionera, hasta su muerte acaecida en 1833. San Serafín de Sarov y otro monje anónimo del Monasterio ortodoxo de Tizmana en Rumania, fueron los últimos monjes estilitas de los que se tenga noticia.

8- Los reclusos: éstos fueron otra numerosa categoría de monjes sirios, los cuales vivían recluidos voluntariamente. Eran ascetas que, para evitar el mundanal ruido, se encerraban en celdas estrechas, donde no hablaban más que con Dios.

9- Los hipetros: De la primitiva fauna monástica no podemos olvidar a los hipetros, del griego ypethrios o monjes viviendo a la intemperie. Teodoreto les clasifica en dos grupos: los que se encerraban en recintos no cubiertos, hechos de piedra sin argamasa, en donde el sol les tostaba en verano y el hielo les torturaba en invierno y los que, despreciando el más modesto recinto, se exponían, inmóviles, a la curiosidad general, de tal manera que la gente podía verles y palparles.

              El fundador de esta ascesis parece haber sido San Marón. Este vivía al aire libre en el períbulo de un templo pagano, situado «sobre una cima venerada por los paganos», seguramente sobre la actual montaña de Qalaat Kalota, a 25 kilómetros al noroeste de Alepo. San Marón tenía junto a sí una tienda, como precaución en caso de lluvia muy intensa, pero raramente se guarecía en ella.

              San Marón tuvo muchos émulos. La misma ascesis fue practicada por su discípulo Jacobo el Grande, que vivía en una montaña «a 30 estadios de nuestra ciudad», es decir, a unos 5 kilómetros de Ciro. No tenía «ni tienda, ni cabaña, ni recinto». El cielo le servía de techo. Un crudo día de invierno, habiendo descuidado de guarecerse en una cueva, fue sepultado en la nieve. Así permane­ció tres días. Al cabo de este tiempo, unos campesinos que pasaban por el lugar le sacaron de aquel frigorífico, usando palas y picos. Teodoreto añade: «Todo el mundo podía verle combatir, hasta tal punto que rechazaba las necesidades inevitables de la naturaleza». Finalmente, agotado por las terribles penitencias, cayó enfermo de un flujo de bilis, después sanó y se mantuvo firme hasta su muerte.

              Otro discípulo de San Marón fue Limneo, que practicó la misma ascesis sobre una eminencia que domina el pueblo de Tárgala. Este asceta tuvo un colega en santidad llamado Abba el Ismaelita, el cual, acostumbrado desde su nacimiento a vivir al raso, juzgaba superfluo el más modesto techo. «Cuando helaba se ponía asiduamente a la sombra y en la más fuerte canícula buscaba el ardor del sol».

              Monjes a la intemperie fueron: Eusebio que vivía cerca del pueblo de Asijas, Moisés, el cual, para sentir más rigurosamente las variaciones de temperatura, se estableció sobre una cima que domina el poblado de Rama y Juan. Este cortó un almendro que en verano le procuraba un poco de sombra, «con el fin de privarse de este placer».

              También hubo mujeres que se impusieron esta ruda penitencia. Maranna y Cira, nobles damas de Alepo, se encerraron en un recinto sin techo, situado en un arrabal de la ciudad. Obturada la puerta a cal y canto, «soportaron la lluvia, la nieve y el sol».

              El obispo de Ciro, haciéndose eco de esta euforia mística de sus conciudada­nos, añade: «Podría citar otros muchos en nuestras regiones, en las montañas y en las llanuras, tan numerosos que es difícil enumerarlos y más aún escribir sus vidas».

San Simeón El Estilita.
Algo más:
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viernes, 28 de junio de 2013

35 kilómetros por un tono.

Eran las 22hrs y me encontraba hablando por chat con la chica más dulce y tierna de todo Comas, Los Olivos y parte (solo parte) de Puente Piedra. Nos encontrábamos haciendo catarsis ya que pasaron ciertas circunstancias que nos tuvieron un tanto afectados. En mi caso, la depresión post cumpleaños, a cuyos motivos ya dedicaré una entrada, porque, aunque he tratado, no ha salido la inspiración ni la voluntad necesaria para culminar una.

En este momento me sirvo un poco de café, porque la temperatura en Lima ha llegado a los 13 grados con más o menos 96% de humedad. Y para los que viven en la rica Chosica "Villa del Sol", ha llegado a 12 grados por la madrugada.

Lo cierto es que a eso de las 22:30hrs, me llama ella (la botella, ok no), Liliana, mi amiga de juergas, llantos, tardes mirando el mar, borracheras, viajes y, en algún tiempo, incluso el amor. Obviamente no estoy poniendo su nombre verdadero, porque sé que internet es un pañuelo. Bueno, casi siempre cambio los nombres de las personas de las que hablo en mis blogs.

La cuestión es que me llamó y me dijo que baje a la disco tal, de San Borja, porque celebraría su cumple (que es un día antes que el mío) y ¡sorpresa! celebraría el mío también, ya que irían amigos en común. Y como siempre pasa desde 2007, cada vez que ella me dice "ven", yo voy, y más aún ahora que hemos retomado la amistad después de un año de no tener la más mínima intención de vernos (al menos de mi parte) por una serie de malos entendidos. Así que, inocente, decidí esperar un carro que me llevara desde Ventanilla (donde vive mi viejo y donde me encontraba) hasta San Miguel, para de ahí tomar un carro a San Borja.

No sé porqué carajo, pero parece que las empresas de transporte creen que Ventanilla es una especie de "ciudad dormitorio" donde la gente solo llega a jatear y que nadie desea salir de noche. A las 22hrs ya no hay ni un miserable bus o combi por la avenida principal, que conecte con Lima, y los pocos que pasan van en sentido inverso (de llegada) y se dirigen al paradero final, en la intramontana Mi Perú o la remota Pachacútec. Así que esperé y cuando me dí cuenta que empezaban a llegar personajes de dudosa moral e intenciones, tomé un taxi hasta MegaPlaza, de donde asumí que encontraría carros para San Miguel. Lo cierto es que nadie me quiso llevar por menos de 25 soles y se dieron unas señoras vueltas para salir a la Panamericana Norte a la altura de Naranjal y de ahí seguir hasta el centro comercial. Una vez en MegaPlaza y ya alrededor de las 00hrs tomé una combi que decía San Miguel, pero no conté con que no iría de frente sino que se metería nuevamente al Callao (atravesando zonas nada recomendables, al punto que uno de los que ahí viajaba decía "no pare, que por aquí suben asaltantes") y salimos por el Aeropuerto (sí, exactamente, volví CASI a Ventanilla) para seguir hacia San Miguel al ritmo de los clásicos del reggaetón. Recordé con Nina Sky y Héctor y Tito a la vez que me enteré que el conductor y el cobrador eran Testigos de Jehová. Una vez en San Miguel tomé otro bus que tras atravesar Pueblo Libre y San Isidro me dejó en Miraflores, donde otro bus me llevó hasta Barranco (porque Liliana me llamó para decirme que finalmente habían preferido ir para allá).

Llegué a la disco y me salió a recibir Karen, la ex enemiga acérrima de Liliana, pero con quien han hecho las pases porque en su cada vez más próxima vida laboral no conviene tener gente que te ponga el cabe. Se me pegó, como siempre lo hace cuando me ve y Liliana nos dirigió una mirada de ¬¬ ya que recordó cómo terminó eso en una anterior celebración donde al final Karen y yo nos desaparecimos hasta el día siguiente. Liliana siempre se ha mostrado celosa con mis enamoradas o personas muy cariñosas y hasta casi me sabotea el inicio de una relación. Siempre me he preguntado porqué. Pero bueno, después de nuestro alejamiento dejó de hacerlo.



Bailamos canciones de N' Samble, Maná, Pedro Suárez-Vértiz, Nene Malo, Corazón Serrano y otros artistas y tomamos chela y tequila. Este trago me puso en un aprieto, ya que nunca había tomado y no sabía cómo se pone el limón y la sal. Al final me lo tomé puro ante la admiración de la gente y diciendo que "macho peruano que se respeta no combina el trago para rebajarlo", pero la verdad es que el único tequila anterior en mi vida había sido este de acá.

Al final, ya con el amanecer, terminé durmiendo en su casa (aunque en el fondo no había necesidad, porque vivo a unas cuadras) y ella me ofreció su sillón, cerca a la cocina donde penan, y me arropó con las frazadas. Fue un momento particularmente feeling en el que nuestros rostros (como casi siempre que hablamos, y ahí entra el lenguaje corporal a decirnos mucho) terminaron muy muy cerca. Posteriormente, me miro, nos miramos, sonreímos y fue una tremenda miradera.

A veces no sé qué pensar...

Lo cierto es que...


Expectativa. Obsérvese que los de Google ponen "Vantenilla" en lugar de "Ventanilla".
Para llegar de Ventanilla a Barranco, tuve que recorrer, en teoría, poco más de 35 kilómetros, que en un hipotético mundo feliz, me hubieran tomado 46 minutos. Pero en la realidad recorrí mucho más, ya que esa sería la ruta más directa y corta, si tuviera carro propio o 100 soles para pagarle a un taxista de buena voluntad, y si no hubiera tráfico. Calculo que fueron alrededor de 45 o 50 kilómetros y 2 horas de viaje en cuatro autos diferentes con lo que ésta se constituyó en la más larga travesía que he hecho por un tono (no por una persona, porque alguna vez me fuí hasta Trujillo para ver a alguien).

Realidad. Cada línea de distinto color es un carro distinto.
En fin, que si no haces estas tonteras en la juventud, solo te quedará ver que tus hijos las hagan. Saludos. Y que siga la fiesta del feriado largo. Hoy tuvimos, además "El Día del Ceviche" (otra de esas ingeniosas festividades que se inventan los últimos gobiernos) y mañana tendremos el tradicional Día de San Pedro y San Pablo y Día del Pescador (más interesante en el puerto del Callao y en los minipuertos de Ancón y Chorrillos) y también la Fiesta del Orgullo Gay con su respectiva marcha. También me han invitado a un festival católico en Carabayllo, pero yo, bueno, este, tengo un trabajo grupal en la tarde e iremos al Mercado Central.

miércoles, 19 de junio de 2013

El campo en la ciudad.

Uno de los muchos recuerdos de mi etapa escolar es el de las, conforme pasaban los años, cada vez más comunes horas libres, ocasionadas porque no le pagaban a los profesores. Era un colegio particular (digo "era" porque dejó de existir al poco de mi egreso, a mediados de la década 0) con serios problemas económicos causados por el despilfarro que del dinero hacían los hijos del dueño, aprovechando que éste se encontraba mal de salud. Pero no voy a hablar de esos hechos, sino de cuando descubrí un mapa de la primera década del siglo XX, mientras exploraba la parte antigua del colegio con unos compañeros. Estaba colgado en la pared, bastante descolorido y sucio, pero se veía perfectamente. Mostraba cómo era el valle del Rímac antes de la expansión urbana que comenzó en la década del 40. Y así pude conocer, al menos por letras, que Canto Grande alguna vez fue las Pampas de Canto Grande, que el río Surco alguna vez fue un cauce mediano lo suficientemente importante como para ser señalado y que el valle estaba salpicado de pequeños pueblos como Higuereta (en donde ahora se alzan edificios, supermercados y un óvalo) o Cuadrado (en algún lugar entre Barranco y Chorrillos) además de campos de cultivo, puquios, acequias, vías férreas de tranvías, haciendas, cerros despoblados y un río Rímac bastante más ancho que el actual, muy probablemente conteniendo camarones. Al norte, los pantanos de Ventanilla se diseminaban por una gran extensión y llegaban hasta el mar, mientras que al sur, las lagunas de Villa ocupaban gran parte de lo que hoy es Chorrillos.

Todo esto desapareció en un lapso de dos a tres décadas. Aún persiste la asociación de cemento con progreso, traduciéndose en la desaparición de las áreas agrícolas (además, personalmente, creo que el hecho de que la migración proviniera principalmente de áreas agrícolas pobres, hizo que esas personas destruyeran rápidamente las tierras de cultivo limeñas y las reemplazaran por viviendas, como una manera de afirmarse como seres urbanos, en negación de un pasado rural tenido como inferior). Los pocos árboles que se conservaron en medio de la ciudad fueron principalmente palmeras, especie importada y que no contribuye ni a la oxigenación ni a la sombra, mientras que el verde de la hierba nativa fue reemplazado por pasto ornamental. Las acequias fueron encajonadas primero y clausuradas después, con alguna excepción como la del río Surco (en realidad un canal prehispánico) y una prueba de lo acelerada y poco planificada que fue la urbanización es que hasta hoy, de cuando en cuando, ese "río" y alguna que otra acequia se desbordan o hay casos de hundimiento de terreno en áreas que fueron rellenadas sobre antiguas lagunas, como en Villa. Pero el ejemplo más palpable del poco tiempo que nos separa de la etapa agrícola de nuestro valle es que basta que se rompa un trozo de cemento en la ciudad para que en esas rendijas crezca vegetación de todo tipo. La tierra es muy fértil y si algún día, al estilo de la serie "La tierra sin humanos", la ciudad quedara deshabitada, sería rápidamente ganada por el color verde nuevamente.

Hasta hace menos de dos años aún quedaba una última comunidad agrícola en el valle: El Ayllu, ubicada en una ex hacienda a espaldas del Aeropuerto Jorge Chávez, pero fue finalmente desalojada para ampliar las pistas de aterrizaje, algo que en mi humilde opinión, se hizo no por necesidad sino para cumplir con esa estúpida monería de querer figurar en algún récord: "la mayor pista de aterrizaje", "la mayor cantidad de aviones", etc, ya que aquí más les importa ganar una medalla gringa que conservar el modo de vida de un grupo de personas auténticamente peruanas.

Pero más allá de ese lugar, aún subsisten algunas pequeñas manchas verdes en medio de la metrópoli. He podido conocer algunas, como la pequeña mancha verde (en realidad una hilera de maíces y otras plantas a la orilla de una acequia) en Prolongación La Castellana, en Santiago de Surco, de la cual hablé en mi anterior blog, además de algunos árboles de pacae, higo, maíz y cactus que salpican la zona antigua de ese distrito, junto a una que otra cruz de camino. Más allá de eso, aún quedan las lagunas de Villa como zona reservada y los pantanos de Ventanilla, cada vez más reducidos, ya que solo una pequeña parte está cercada y protegida, mientras que el resto es invadido, lotizado y secado.

Conforme las rutas de mi mágica aventura del hueveo se van ampliando, tropiezo con algunas manchas en Lima Norte. Resulta que la expansión urbana aún no ha culminado en distritos como Puente Piedra, Comas, e incluso Los Olivos y así es como se puede encontrar una pequeña área agrícola aún en funcionamiento en la Segunda de Pro, al lado de carteles de inmobiliarias con nombres cachacientos del tipo "Lima Verde" y árboles evidentemente de campo alrededor de la Panamericana Norte en Puente Piedra, además de acequias muy descuidadas, plantas de maíz y pequeñas parcelas agrícolas cada vez más rodeadas de edificios, invasiones, etc. Una amiga me dijo que existe aún un puquio cerca al río Chillón, pero no me consta.

Tu blog que te quiere y te engríe quiere en esta ocasión dejar constancia de algunas de estas últimas manchas verdes que en el corto o mediano plazo desaparecerán, para que no las veas solo como aguas estancadas, focos de dengue o maizales de gente anticuada que se niega a "progresar" y urbanizarse. Son los últimos lugares verdaderamente verdes de la ciudad y se pierden porque nuestro modelo de progreso sigue asociado a la aglomeración y el concreto de Manhattan o Singapur (y aún estas ciudades tienen algunas grandes áreas verdes, como el caso del Central Park de más de 3 kilómetros cuadrados, en la primera). Si las aguas se estancan, no circulan y generan focos de dengue, es simplemente porque alguien construyó más arriba o echó basura y cortó su fluir. La culpa no es de la naturaleza: una vez más es de nosotros.


Área de cultivo en la Segunda de Pro, junto a la Panamericana Norte.

Un agricultor camina entre sus últimos sembríos. Al fondo,  una urbanización.


Hasta hace unos años formaban parte de los campos de cultivo anteriores. Fueron secados y ahora son un basural.

Se puede apreciar basura en los límites del campo de cultivo arrojada por los transeúntes que caminan por el borde de la carretera Panamericana, que está en el lugar desde el que tomé la fotografía.



El avión que da la bienvenida en la avenida Trapiche, sobre ex zona agrícola.

Paneles de inmobiliarias y tras ellos, una pequeña área de cultivo.

Acequia con agua estancada y llena de basura, rodeada de vegetación, en Puente Piedra.

Maizales a un lado de la Panamericana Norte.

Árboles a un lado de la Panamericana Norte.

Acequia y vegetación, rodeada de restos de materiales de construcción.

Camino rodeado de árboles a un lado de la Panamericana Norte en Puente Piedra.

Coliseo (?) abandonado con sembríos y maizales atrás.

domingo, 16 de junio de 2013

Padre no es solo el que te dió el apellido :)

Muchas preguntas surgen en mí en el Día del Padre. ¿Por qué se le da menos importancia que al Día de la Madre? ¿Será a causa del feminismo de los últimos años que nos impulsa a darle mayor visibilidad a las mujeres, a veces involuntariamente menospreciando a los hombres? ¿Será que hemos interiorizado la clásica imagen de los medios de comunicación (especialmente las telenovelas) que nos muestran a la madre siempre sufriente y al padre siempre despreocupado, o incluso, agresor?

La verdad es que ambas figuras son importantes en la vida de la persona, especialmente en sus primeros años. Son sus primeros referentes, sus primeros modelos y héroes, complementarios entre sí. Alguien que haya vivido con uno solo de sus progenitores tendrá problemas (aunque los niegue o no los perciba) en su vida posterior. Hay madres que dicen que la ausencia de su pareja no fue sentida por los hijos, porque ellas fueron "padre y madre para ellos", expresión que va muchas veces unida a aquello de "nunca les falta un plato de comida en la mesa, ni educación, ni vestido", con lo que reducen la labor del padre a la del simple sustentador, el que "para la olla" en la casa.

Reducción mezquina, injusta y falsa.

Si bien mi padre terrenal inició un largo periplo laboral-huevístico por las geografías del Perú (oh, nos parecemos tanto) cuando yo tenía entre 9 y 10 años y no lo ví más que pocas veces hasta que tuve alrededor de 15 (en realidad, se me acercó de preocupado, porque por esas épocas andaba hecho todo un loquillo), tengo buenos recuerdos de mi niñez con él. Y mis recuerdos no son tanto de cosas que compraba. Si bien es cierto que en ocasiones se aparecía con bolsas de bolsas de supermercado llenas de chocolates, papitas, gaseosas y otras cosas que me gustaban, además de siempre comprarme, por ejemplo, cassettes de audio y de VHS en blanco para que los grabara (sí, desde niño me viene esa costumbre), son más valorados por mí aquellos fines de semana en que me llevaba a caminar por la ya desaparecida Lagunita de Barranco, y cuando subíamos a los botecitos, mirábamos los pececillos e íbamos al acuario. También íbamos al estadio del distrito y nos gustaba pasear por las hileras de bambúes y otras plantas que formaban una barrera separadora con la calle. Me explicaba que algunos restos herrumbrosos que aún quedaban en ese entonces, provenían de décadas atrás, cuando ahí se albergó un zoológico. Y fue así (además de la influencia de mi tía historiadora y mi abuela materna ya fallecida) como empecé a interesarme por el pasado, afición media enfermiza que tengo hasta hoy, para mi placer.

También caminábamos hasta el malecón y la playa (o sea, unas cuadras desde mi casa xD) y observábamos el paisaje. Quizá ese es el origen más remoto de mi enamoramiento por el mar. No sé nadar un carajo, es cierto, pero hasta hoy, no hay mes en el que no vaya por lo menos tres o cuatro veces a ver el mar por largo rato, a pensar, a recordar, en ocasiones al mismo malecón por donde paseaba de niño.

Pero pensando en nuestro padre propiamente dicho, solemos olvidarnos de otras personas que cumplieron la labor paternal en distintos períodos de nuestras vidas. Para mí, también fueron padres dos de mis tíos: el primero, fallecido hace unos meses, dejó en mí muchas formas de conducirme ante los demás, y fue el primero que me instó (en realidad, casi me obligó) a romper la cáscara de temor que me impedía socializar adecuadamente e incluso, quien me desahuevó para que me animara a estar con mi primera enamorada y con ello inició mi vida sentimental, postergada más que nada por temor. Ante la lejanía de mi padre y la falta de amigos de confianza, fue él quien me habló de cómo acercarse y ser atractivo a alguien del sexo opuesto, a quien le expresé mis primeras dudas de adolescente con respecto a amistad, amor y sexualidad (incluso me regaló sus revistas porno de los 70s y me habló por primera vez de que "use jebe si se me ocurre debutar con alguien"). Fue un guía, en lo que se refiere a socialización y sus consejos fueron un punto de despegue, que después complementarían otras personas. Mi segundo tío, que vive hasta hoy, al no tener hijos y no estar casado, en cierto modo "me adoptó" y hasta ahora me aconseja en lo referido a temas de espiritualidad y me da mi dosis de desahuevina cuando tiendo a ahogarme en un vaso con agua. Después de años de coincidir, hasta algunas frases y entonación de voz propias de él, son repetidas por mí sin darme cuenta, lo que indica que lo he tomado de modelo. Y ni qué decir de mi forma de ver lo espiritual, que ha sido muy influída por la de él: sincrético, mezclando de aquí y de allá, y no solo con eso, sino que su visión del mundo es la de un gran campo de experiencias de todas las cuales se aprende, algo que he adoptado totalmente. Ahora que lo pienso, ambos tíos eran opuestos entre sí: uno medio "mundano" (en el sentido más positivo que se le pueda asignar a esa palabra) y el otro medio "espiritual", con lo que su labor me hizo ver ambos lados de la vida, equilibrándome.

Pero nosotros también cumplimos el rol tradicionalmente visto como "paternal" en muchas ocasiones, sin darnos cuenta. Cuando me tocó estudiar en Psicología sobre el Análisis Transaccional de Eric Berne, me llamó mucho la atención (y creo que a varios compañeros también) la mención a los tres estados del Yo: Padre, Adulto y Niño. Todos nos hemos puesto y nos ponemos en cada uno de esos estados en algún momento de nuestra vida diaria. Por ejemplo hace unas horas salió mi Yo Padre al conversar con una amiga, que se encontraba deprimida por un tema que en realidad era de fácil resolución. La estuve aconsejando y ella, en estado de Yo Niño, no le veía luces a la situación y me pedía encarecidamente que la ayude. Posteriormente aceptó lo que tenía que hacer y ya más relajados conversamos de cosas de la vida cotidiana, de igual a igual, situados ambos en el estado del Yo Adulto. Pero volviendo al estado del Yo Padre, es en este donde mostramos todo aquello con lo que nuestros progenitores nos equiparon para afrontar la vida en posición de mando: desde frases que usamos cotidianamente que ellos también usaban, hasta maneras de ser desde protector y directivo, hasta sobreprotector y autoritario, dependiendo cómo ellos hayan sido con nosotros. Tengo que sacar muchas veces mi Yo Padre porque la mayoría de mis amigos me han tomado de consejero desde hace años. Aunque creo que más que imitar a mi padre biológico, imito a alguno de mis tíos, que se caracteriza(ba)n por saber escuchar, pero a la hora de dar respuesta suelo ser como mi verdadero padre, cayendo en el error de ser muy juzgador.

Pero además de a mi padre terrenal, a quien recuerdo en esta fecha es también a uno de los más olvidados por la gente: el Padre Celestial, o sea Dios, quien al final es el verdadero creador y sustentador, que toma a nuestros padres como instrumentos y les da la misión de cuidarnos y formarnos (y que también nos dirige cuando debemos comportarnos como "padres" y confortar a quién se encuentre en menor condición).

En fin, espero que estén pasando un genial Día del Padre, tanto si lo son, como si los tienen junto a ustedes y si ya no los tienen, recuerden que ellos viven en su interior, ustedes son su prolongación, tanto física como en las formas que adoptaron de ellos y mientras no los olviden, no desaparecerán.

Saludos y dejemos que Óscar D' León nos diga algo al respecto con este claclaclássico de la salsa.