Muchas preguntas surgen en mí en el Día del Padre. ¿Por qué se le da menos importancia que al Día de la Madre? ¿Será a causa del feminismo de los últimos años que nos impulsa a darle mayor visibilidad a las mujeres, a veces involuntariamente menospreciando a los hombres? ¿Será que hemos interiorizado la clásica imagen de los medios de comunicación (especialmente las telenovelas) que nos muestran a la madre siempre sufriente y al padre siempre despreocupado, o incluso, agresor?
La verdad es que ambas figuras son importantes en la vida de la persona, especialmente en sus primeros años. Son sus primeros referentes, sus primeros modelos y héroes, complementarios entre sí. Alguien que haya vivido con uno solo de sus progenitores tendrá problemas (aunque los niegue o no los perciba) en su vida posterior. Hay madres que dicen que la ausencia de su pareja no fue sentida por los hijos, porque ellas fueron "padre y madre para ellos", expresión que va muchas veces unida a aquello de "nunca les falta un plato de comida en la mesa, ni educación, ni vestido", con lo que reducen la labor del padre a la del simple sustentador, el que "para la olla" en la casa.
Reducción mezquina, injusta y falsa.
Si bien mi padre terrenal inició un largo periplo laboral-huevístico por las geografías del Perú (oh, nos parecemos tanto) cuando yo tenía entre 9 y 10 años y no lo ví más que pocas veces hasta que tuve alrededor de 15 (en realidad, se me acercó de preocupado, porque por esas épocas andaba hecho todo un loquillo), tengo buenos recuerdos de mi niñez con él. Y mis recuerdos no son tanto de cosas que compraba. Si bien es cierto que en ocasiones se aparecía con bolsas de bolsas de supermercado llenas de chocolates, papitas, gaseosas y otras cosas que me gustaban, además de siempre comprarme, por ejemplo, cassettes de audio y de VHS en blanco para que los grabara (sí, desde niño me viene esa costumbre), son más valorados por mí aquellos fines de semana en que me llevaba a caminar por la ya desaparecida Lagunita de Barranco, y cuando subíamos a los botecitos, mirábamos los pececillos e íbamos al acuario. También íbamos al estadio del distrito y nos gustaba pasear por las hileras de bambúes y otras plantas que formaban una barrera separadora con la calle. Me explicaba que algunos restos herrumbrosos que aún quedaban en ese entonces, provenían de décadas atrás, cuando ahí se albergó un zoológico. Y fue así (además de la influencia de mi tía historiadora y mi abuela materna ya fallecida) como empecé a interesarme por el pasado, afición media enfermiza que tengo hasta hoy, para mi placer.
También caminábamos hasta el malecón y la playa (o sea, unas cuadras desde mi casa xD) y observábamos el paisaje. Quizá ese es el origen más remoto de mi enamoramiento por el mar. No sé nadar un carajo, es cierto, pero hasta hoy, no hay mes en el que no vaya por lo menos tres o cuatro veces a ver el mar por largo rato, a pensar, a recordar, en ocasiones al mismo malecón por donde paseaba de niño.
Pero pensando en nuestro padre propiamente dicho, solemos olvidarnos de otras personas que cumplieron la labor paternal en distintos períodos de nuestras vidas. Para mí, también fueron padres dos de mis tíos: el primero, fallecido hace unos meses, dejó en mí muchas formas de conducirme ante los demás, y fue el primero que me instó (en realidad, casi me obligó) a romper la cáscara de temor que me impedía socializar adecuadamente e incluso, quien me desahuevó para que me animara a estar con mi primera enamorada y con ello inició mi vida sentimental, postergada más que nada por temor. Ante la lejanía de mi padre y la falta de amigos de confianza, fue él quien me habló de cómo acercarse y ser atractivo a alguien del sexo opuesto, a quien le expresé mis primeras dudas de adolescente con respecto a amistad, amor y sexualidad (incluso me regaló sus revistas porno de los 70s y me habló por primera vez de que "use jebe si se me ocurre debutar con alguien"). Fue un guía, en lo que se refiere a socialización y sus consejos fueron un punto de despegue, que después complementarían otras personas. Mi segundo tío, que vive hasta hoy, al no tener hijos y no estar casado, en cierto modo "me adoptó" y hasta ahora me aconseja en lo referido a temas de espiritualidad y me da mi dosis de desahuevina cuando tiendo a ahogarme en un vaso con agua. Después de años de coincidir, hasta algunas frases y entonación de voz propias de él, son repetidas por mí sin darme cuenta, lo que indica que lo he tomado de modelo. Y ni qué decir de mi forma de ver lo espiritual, que ha sido muy influída por la de él: sincrético, mezclando de aquí y de allá, y no solo con eso, sino que su visión del mundo es la de un gran campo de experiencias de todas las cuales se aprende, algo que he adoptado totalmente. Ahora que lo pienso, ambos tíos eran opuestos entre sí: uno medio "mundano" (en el sentido más positivo que se le pueda asignar a esa palabra) y el otro medio "espiritual", con lo que su labor me hizo ver ambos lados de la vida, equilibrándome.
Pero nosotros también cumplimos el rol tradicionalmente visto como "paternal" en muchas ocasiones, sin darnos cuenta. Cuando me tocó estudiar en Psicología sobre el Análisis Transaccional de Eric Berne, me llamó mucho la atención (y creo que a varios compañeros también) la mención a los tres estados del Yo: Padre, Adulto y Niño. Todos nos hemos puesto y nos ponemos en cada uno de esos estados en algún momento de nuestra vida diaria. Por ejemplo hace unas horas salió mi Yo Padre al conversar con una amiga, que se encontraba deprimida por un tema que en realidad era de fácil resolución. La estuve aconsejando y ella, en estado de Yo Niño, no le veía luces a la situación y me pedía encarecidamente que la ayude. Posteriormente aceptó lo que tenía que hacer y ya más relajados conversamos de cosas de la vida cotidiana, de igual a igual, situados ambos en el estado del Yo Adulto. Pero volviendo al estado del Yo Padre, es en este donde mostramos todo aquello con lo que nuestros progenitores nos equiparon para afrontar la vida en posición de mando: desde frases que usamos cotidianamente que ellos también usaban, hasta maneras de ser desde protector y directivo, hasta sobreprotector y autoritario, dependiendo cómo ellos hayan sido con nosotros. Tengo que sacar muchas veces mi Yo Padre porque la mayoría de mis amigos me han tomado de consejero desde hace años. Aunque creo que más que imitar a mi padre biológico, imito a alguno de mis tíos, que se caracteriza(ba)n por saber escuchar, pero a la hora de dar respuesta suelo ser como mi verdadero padre, cayendo en el error de ser muy juzgador.
Pero además de a mi padre terrenal, a quien recuerdo en esta fecha es también a uno de los más olvidados por la gente: el Padre Celestial, o sea Dios, quien al final es el verdadero creador y sustentador, que toma a nuestros padres como instrumentos y les da la misión de cuidarnos y formarnos (y que también nos dirige cuando debemos comportarnos como "padres" y confortar a quién se encuentre en menor condición).
Pero además de a mi padre terrenal, a quien recuerdo en esta fecha es también a uno de los más olvidados por la gente: el Padre Celestial, o sea Dios, quien al final es el verdadero creador y sustentador, que toma a nuestros padres como instrumentos y les da la misión de cuidarnos y formarnos (y que también nos dirige cuando debemos comportarnos como "padres" y confortar a quién se encuentre en menor condición).
En fin, espero que estén pasando un genial Día del Padre, tanto si lo son, como si los tienen junto a ustedes y si ya no los tienen, recuerden que ellos viven en su interior, ustedes son su prolongación, tanto física como en las formas que adoptaron de ellos y mientras no los olviden, no desaparecerán.
Saludos y dejemos que Óscar D' León nos diga algo al respecto con este claclaclássico de la salsa.
MI padre no siempre estaba conmigo, su trabajo se lo impedía, desafortunadamente eso lo alejo (eventualmente) de nuestra familia.
ResponderBorrarPero si, tienes razón, se celebra mas a la madre que al padre. No puedo explicarlo con palabras, pero en mi caso es así.
En mi caso, la relación con mi madre ha sido casi siempre conflictiva. Con mi padre no ha estado exenta de problemas, pero los sentí menos por el hecho de que, salvo en mi niñez, siempre ha vivido aparte.
BorrarYo soy de esas muchas en el mundo que no tuvieron la fortuna de conocer un padre... no me entristece, ya no, la verdad es que me enorgullece decirlo, porque sin apoyo ni ayuda de ningún hombre, mi madre fue capaz de sacarme adelante, y de darme absolutamente todo, una vida verdaderamente privilegiada, estoy orgullosa de ella. Definitivamente le celebro tanto el día de la madre como el día del padre... ella es una madre bien padre :) jajaja
ResponderBorrarSaludos, ya sigo tu blog, me encantó lo que escribes.
Muchas gracias por seguirme :D En mi caso, mi madre junto con mi tía me sostuvieron en los años en que mi padre se fue a otras ciudades aunque en realidad fue más mi tía que se convirtió como en una segunda madre para mí :)
BorrarHola!
ResponderBorrarEn mi caso nunca he tenido un tío complice, un tío amigo. Salvo uno que me daba plata cuando era menor de 15, nunca hubo alguna confianza como para que me de su revista nopor de los 70's jajaja no hay nada que ver ahí xD
Cuando salgo con mi viejo (que nunca ha dejado la casa) me aburre un toque, raras veces la paso bien.
Jaja, bueno, es que ninguno de mis tíos era casado ni padre y creo que me veían como un hijo, uno de ellos (el que aún vive) aún me ve así, por eso es común que mencione anécdotas que me pasan cuando lo visito, etc.
BorrarDe verdad, mi vida hubiera sido distinta si no los hubiera tenido como apoyo, lo mismo que a mis amigos.
Interesante post. Es cierto, se necesita una figura paterna, en el sentido de que sirva de guía. Sábato dijo, cuando le hicieron una entrevista hacerca de su vida, que era un error de los tiempos modernos que el padre pasara a ser también "amigo" de su hijo; porque al presentarse como amigo, se deforma la figura de "padre" en la psiquis del hijo.
ResponderBorrarMe gustó su post. Saludos.