Me sentí un poco triste la tarde del pasado domingo, aunque no me sentía tan mal al recordar que medio Perú estaba tanto o más triste que yo tras conocerse los resultados a boca de urna de las elecciones presidenciales. Pase lo que pase, el futuro del país es incierto y nuevamente las grandes mayorías hacen que se tenga que elegir no por convicción sino por el mal menor. Es el país que tenemos, a veces me quejo, pero en el fondo no dejo de amarlo.
La razón de mi tristeza no era porque Barnechea hubiera quedado con 7% a pesar de ser el candidato más preparado y culto (pero que decidió no comer un chicharrón ni recibir un sombrero que no le gustaba, en el momento incorrecto y en un país que se pone sensible por huevadas) sino porque mi lugar de votación cambió y esta vez tocó dirigirme a las instalaciones del que fue mi colegio hasta hace algunos años, pero que hoy es la facultad de una universidad privada. Horror y consternación me causó el ver que las aulas del bello edificio antiguo, que tantas historias (como la del "fantasma del colegio") habían albergado, se encontraban derruidas y sus restos rodeados por una malla, cual resto arqueológico de tiempo inmemorial. Una demolición que no llegó a término porque imagino que, más tarde que temprano, los mercantilistas dueños de la universidad se dieron cuenta de que era un esfuerzo inútil, y prefirieron dejar que sea el tiempo quien termine por derrumbar los históricos restos.
Ahora, no se piense que soy un viejo treintón ni cuarentón, porque no llego aún a los 30 (aunque poquito me falta), por ser de la última promoción que acogió aquel lugar; pero caminar rodeándolo y comprobar que mi cola para la votación la tendría que hacer exactamente en el mismo lugar en el que había hecho la formación de los lunes y las insufribles clases de Educación Física semanales, me causó un cierto sentimiento de fosilidad (perdóneseme el palabro) y de pertenencia a otra época. Fueron buenos y malos momentos sí, pero en el fondo la adolescencia fue una edad más sana, menos complicada y muy pero muy poco valorada por muchos. Recuerdo las palabras de mi madre cuando tenía 14 o 16: "A tu edad todos creen que la juventud dura para siempre, pero cuando menos te des cuenta ya tendrás 30 y te preguntarás ¿qué he hecho con mi vida?" Ahora estoy ad portas de ese momento y espero que mi respuesta a la pregunta sea satisfactoria y no termine entristeciéndome.
Y tristezas es lo que menos puedo tener. Resulta que hace unos días comprobé otra frase que siempre me decía, esta vez, mi tío: "Cuida tu salud, porque lo que hagas en los primeros 30 años de tu vida lo cargarás los siguientes 30". Resulta que una de esas noches empezó a dolerme el pecho, para después adormecerse parte de mi mano izquierda y hacerse patentes fuertes palpitaciones. Viniendo de una familia donde un par de personas han tenido males cardíacos ya se imaginarán lo que pensé; esa noche hasta tuve miedo de quedarme dormido, pero finalmente lo hice y a la mañana siguiente acudí al hospital, donde tras los chuponcitos del electrocardiograma y una prueba de esfuerzo me dijeron que mi corazón (tan golpeado en lo sentimental, ok no) estaba en buen estado y que lo que me pasaba era fruto del estrés que había llegado a un grado preocupante. Al día siguiente a sacar cita para terapia a fin de que me enseñen a relajarme, controlar la ansiedad y esas cosas; por lo pronto he retomado lo poco que sé de yoga, la meditación y el escuchar cuencos tibetanos, pero sobre todo, el evitar escuchar (y participar de) discusiones.
En esos momentos te das cuenta de quién te quiere y quién no. "Échate a la cama y verás quién te ama", es otra frase que escuché por ahí y que parece erótica pero no lo es: hace referencia a que cuando estés verdaderamente mal, sabrás indubitablemente quiénes son los que te aprecian y se preocupan por tí. Son días de análisis y he modificado algunas cosas: me bañé en mantequilla imaginaria para que me afecten menos los conflictos (y conflictivos) de alrededor y he cambiado mi alimentación, excluyendo gaseosas y excesivas grasas para que mi sobrepeso no sea un factor coadyuvante para con los problemas que ya tengo. Ahora me he vuelto asiduo del Tío Maca de Emancipación y su preparado de maca superhiperespecial a 4 soles que incluye chuchuhuasi, huevitos de codorniz, miel, polen, algarrobina, hojas de coca en polvo y no sé qué más.
"Mente sana en cuerpo sano", decían los antiguos. Esperemos que todo vaya mejorando y termine más saludable que el Dr. Pérez Albela pero con hartas décadas menos, claro :)
El laboratorio del Tío Maca, donde prepara sus recetas 100% secretas. |
Un corazón en una saludable manzana, para expresar amor a la buena salud. |
Descubriendo el saborcito natural de un pollo a la plancha en pan integral. |
Buen ánimo a recuperarse y cuidarse.
ResponderBorrarMenos mal que sólo fue un susto. Comer bien te va a beneficiar en todos lo sentidos.
ResponderBorrarMe gusta tu blog. Un salud.