Eterno verano.

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miércoles, 8 de junio de 2016

La victoria de PPK como ejemplo de casualidad imposible.

A comienzo de año, nadie en su sano juicio podía pensar que PPK tenía una mínima posibilidad de ganar las elecciones. Sus PPKausas de años anteriores dejaron las cintitas multicolores de lado y se pintaron de morado, plegándose a la nueva moda de Julio Guzmán. Sin embargo a este último la prensa le dió con palo y el JNE hizo hasta lo más descarado para sacarlo de carrera cuando comenzó a ser un peligro y se ubicaba en segundo lugar. Para ese entonces, PPK estaba en cuarto lugar, estancado según algunos, y perdiendo votos a favor de Guzmán, según los más. Su campaña (en caso de haberla) no se dejaba sentir.

Las mentiras y plagios que le descubrieron, hicieron que también César Acuña fuera sacado de carrera cuando constituía otro "peligro" no menor en lo referido a poder ganar la presidencia. Una vez ocurrido esto, dos candidatos que no habían sonado ni tronado empezaron a repartirse sus despoj... digo, votos: Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza. PPK seguía sin subir, mientras el candidato de Acción Popular se ubicaba brevemente en el segundo lugar, para caer en el olvido rápidamente a causa de un sombrero jaujino y un chicharrón cañetano. Verónika Mendoza empezó a subir en las encuestas y poco a poco PPK iba recibiendo los resignados votos de los ex seguidores de Julio Guzmán y de los seguidores de Barnechea que consideraban que su líder ya era una causa perdida. Se trataba de evitar que la izquierda pasara a segunda vuelta, así que apoyaron a PPK y este, sorpresivamente, pasó junto con Keiko Fujimori.

El panorama no podía ser más prometedor para Fuerza Popular: además de haber ganado la mayoría en el Congreso y haber sido el partido más votado en la mayoría de regiones (mientras que PPK ganó solo en Arequipa) se enfrentaba al candidato que, según las encuestas, era el más fácil de vencer en una segunda vuelta. En esos días muchos pensaban que era casi inevitable que Keiko se convirtiera en la primera presidenta del Perú.

Sin embargo, las revelaciones que ligaban a Joaquín Ramirez con el narcotráfico y el intento de Chlimper por tapar desvergonzadamente lo intapable, hicieron que la gente que iba viendo con simpatía la candidatura de Keiko terminara por asustarse. Efectivas campañas (con un fuerte componente de barro, todo hay que decirlo) de "no al narcoestado", "no al voto nulo" y sendas movilizaciones ciudadanas (bueno, también hay que decir que muchos medios de comunicación se pusieron desvergonzadamente a favor de PPK) hicieron que, en solo una semana, Keiko pasara de tener cinco o siete puntos más de intención de voto que PPK, a estar uno o dos puntos por debajo de él.

Hace unos días escuchaba un viejo programa sobre las sincronicidades y las casualidades imposibles. Digamos que el hecho de que PPK sea nuestro nuevo presidente es una de estas últimas: los candidatos que tenían todas las posibilidades de ganar fueron sacados de carrera o desprestigiados, luego pasó a segunda vuelta por el miedo a la izquierda, y luego ganó apoyándose en la izquierda por el miedo al fujimorismo.

En fin, esperemos que PPK haga las cosas bien, aunque este último gobierno me ha enseñado a no esperar nada de los políticos. Que el Señor guíe sus decisiones en estos cinco años que vienen, al fin, es Él quien dirige y permite las aparentes casualidades.

jueves, 14 de abril de 2016

Entre ruinas y renacimientos.


Me sentí un poco triste la tarde del pasado domingo, aunque no me sentía tan mal al recordar que medio Perú estaba tanto o más triste que yo tras conocerse los resultados a boca de urna de las elecciones presidenciales. Pase lo que pase, el futuro del país es incierto y nuevamente las grandes mayorías hacen que se tenga que elegir no por convicción sino por el mal menor. Es el país que tenemos, a veces me quejo, pero en el fondo no dejo de amarlo.

La razón de mi tristeza no era porque Barnechea hubiera quedado con 7% a pesar de ser el candidato más preparado y culto (pero que decidió no comer un chicharrón ni recibir un sombrero que no le gustaba, en el momento incorrecto y en un país que se pone sensible por huevadas) sino porque mi lugar de votación cambió y esta vez tocó dirigirme a las instalaciones del que fue mi colegio hasta hace algunos años, pero que hoy es la facultad de una universidad privada. Horror y consternación me causó el ver que las aulas del bello edificio antiguo, que tantas historias (como la del "fantasma del colegio") habían albergado, se encontraban derruidas y sus restos rodeados por una malla, cual resto arqueológico de tiempo inmemorial. Una demolición que no llegó a término porque imagino que, más tarde que temprano, los mercantilistas dueños de la universidad se dieron cuenta de que era un esfuerzo inútil, y prefirieron dejar que sea el tiempo quien termine por derrumbar los históricos restos.

Ahora, no se piense que soy un viejo treintón ni cuarentón, porque no llego aún a los 30 (aunque poquito me falta), por ser de la última promoción que acogió aquel lugar; pero caminar rodeándolo y comprobar que mi cola para la votación la tendría que hacer exactamente en el mismo lugar en el que había hecho la formación de los lunes y las insufribles clases de Educación Física semanales, me causó un cierto sentimiento de fosilidad (perdóneseme el palabro) y de pertenencia a otra época. Fueron buenos y malos momentos sí, pero en el fondo la adolescencia fue una edad más sana, menos complicada y muy pero muy poco valorada por muchos. Recuerdo las palabras de mi madre cuando tenía 14 o 16: "A tu edad todos creen que la juventud dura para siempre, pero cuando menos te des cuenta ya tendrás 30 y te preguntarás ¿qué he hecho con mi vida?" Ahora estoy ad portas de ese momento y espero que mi respuesta a la pregunta sea satisfactoria y no termine entristeciéndome.

Y tristezas es lo que menos puedo tener. Resulta que hace unos días comprobé otra frase que siempre me decía, esta vez, mi tío: "Cuida tu salud, porque lo que hagas en los primeros 30 años de tu vida lo cargarás los siguientes 30". Resulta que una de esas noches empezó a dolerme el pecho, para después adormecerse parte de mi mano izquierda y hacerse patentes fuertes palpitaciones. Viniendo de una familia donde un par de personas han tenido males cardíacos ya se imaginarán lo que pensé; esa noche hasta tuve miedo de quedarme dormido, pero finalmente lo hice y a la mañana siguiente acudí al hospital, donde tras los chuponcitos del electrocardiograma y una prueba de esfuerzo me dijeron que mi corazón (tan golpeado en lo sentimental, ok no) estaba en buen estado y que lo que me pasaba era fruto del estrés que había llegado a un grado preocupante. Al día siguiente a sacar cita para terapia a fin de que me enseñen a relajarme, controlar la ansiedad y esas cosas; por lo pronto he retomado lo poco que sé de yoga, la meditación y el escuchar cuencos tibetanos, pero sobre todo, el evitar escuchar (y participar de) discusiones.

En esos momentos te das cuenta de quién te quiere y quién no. "Échate a la cama y verás quién te ama", es otra frase que escuché por ahí y que parece erótica pero no lo es: hace referencia a que cuando estés verdaderamente mal, sabrás indubitablemente quiénes son los que te aprecian y se preocupan por tí. Son días de análisis y he modificado algunas cosas: me bañé en mantequilla imaginaria para que me afecten menos los conflictos (y conflictivos) de alrededor y he cambiado mi alimentación, excluyendo gaseosas y excesivas grasas para que mi sobrepeso no sea un factor coadyuvante para con los problemas que ya tengo. Ahora me he vuelto asiduo del Tío Maca de Emancipación y su preparado de maca superhiperespecial a 4 soles que incluye chuchuhuasi, huevitos de codorniz, miel, polen, algarrobina, hojas de coca en polvo y no sé qué más.

"Mente sana en cuerpo sano", decían los antiguos. Esperemos que todo vaya mejorando y termine más saludable que el Dr. Pérez Albela pero con hartas décadas menos, claro :)

El laboratorio del Tío Maca, donde prepara sus recetas 100% secretas.

Un corazón en una saludable manzana, para expresar amor a la buena salud.

Descubriendo el saborcito natural de un pollo a la plancha en pan integral.