Eterno verano.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Yoyó, yayá.

Pepito se encontraba solo y dormitando en la playa más caleta de todo Ancón (sí, esa a la que nadie va porque está llena de restos de ladrillos del Deli Bakery que construyeron arriba del cerro). De rato en rato se daba un palmazo en la panza al ritmo de la música, como para dejar en claro que su panza no es tema de roche sino de orgullo masculino. De cuando en cuando pasaba un pescador que lo miraba extrañado o alguna chiqui riqui con su enamorado, yendo al otro lado de la punta del cerro a hacer cositas que no tengo porqué criticar. En cierto modo Pepito se sentía solo, ya que en aquel verano de 2012 era uno de los pocos de su grupo de amigos que estaba sin enamorada, y aunque había tenido varias, nunca pudo tener un amor de verano desde que era adolescente: sus relaciones siempre terminaban en primavera.

En eso estaba cuando escuchó una música así bien 90s, bien cerca. Estaba en portugués, le recordó su niñez y se puso a cantarla con total desparpajo, así como cantas cuando eres niño y no sabes ni qué carajo estás diciendo:

- Matamos a tu chaca, matamos a tu esposa, pequeña mistura ¡samba qué jooda! yo quiero tambosuque paisa vocé ¡yo toco ya a la samba y cosa que ascendé! ¡Mi chica yoyoooó!

Apenas había terminado tan inspiradora frase cuando llegó a sus oídos una risa muy cercana. Abrió los ojos y cual sería su sorpresa al toparse con la hermosa visión de una joven de cabellos rulos hasta la cintura, algo narizoncita sí, pero con una hermosa sonrisa.

Palteado como estaba no supo qué decir ni cómo reaccionar. ¿Qué hacía ella en la parte más desolada y despreciada de aquella playa? Muy pronto lo supo: aquella jovenzuela que apenas pasaba los 20 años siempre iba a aquella playa, desde un lejano distrito. Nadie la comprendía ¿por qué a esa playa habiendo otras más interesantes? Sus amigos iban al sur y se creían bacanes, pero por alguna extraña razón, desde la vez en que fue a aquel lugar para un trabajo de campo, se enamoró de esa playa. Incluso tuvo un sueño en el que se le reveló que allí sería donde conocería al amor de su vida, algo que anhelaba, pues a pesar de ser una gran escritora de poemas de amor, nunca había tenido enamorado.

Ella se sentó a su lado. Conversaron sobre muchas cosas. Pepito se puso su polo celeste focalizado que hacía juego con sus sandalias blancas y su bermuda amarillo con negro, para que su panza no hiciera roche, pero en realidad esa combinación hacía aún más roche. La chica, algo excéntrica, sacó unos lentes de sol de lo más llamativos, con el borde fosforescente y le hizo saber que el único con gustos diferentes no era él. Y juntos empezaron a escuchar otras canciones que la chica tenía en su parlante-memoria. Pasó el baile de la botella y pasaron varias más, y más allá de lo emocionante que puede ser bailar con una desconocida sobre muy-muys y restos de ladrillos suavizados por las olas, descubrieron que ambos tenían los mismos gustos musicales y aún más.

Y una gaviota hizo "piu" en lo alto. Hubiera querido decir "miuuuu" o "wuuuu" pero no le salió.

Se regresaron en el Anconero cuando el sol ya caía. Ella bajó a la altura de Shangri-lá (zona de Puente Piedra de idílico nombre tibetano) y él siguió hasta su casa en el rico Centro de Lima. Esa noche, aprovechando que ambos tenían RPC, empezaron a hablar ilimitadamente. La escena se repitió todas las noches de los siguientes días y ambos descubrieron que no solo tenían amigos en común, sino que estudiaban en la misma universidad, la misma carrera y con solo una diferencia de dos ciclos.

Empezaron una relación, así, en la playa más desolada de Lima. Sí, allí fue donde sus soledades dejaron de ser tales.

Pasó un año y antes de cumplirse ellos ya habían terminado. La chica era de carácter fuerte e imponía su voluntad a punta de carajos. El recuerdo de aquella playa era cada vez más lejano. Cuando en eso se llevó a cabo el bailetón de fin de año de la universidad. Ambos fueron, aunque no se hablaban. Cuando en eso, para botar a la gente, a eso de las 5am, pusieron la misma canción.

No lo pensaron, se buscaron con la mirada, se sonrieron, se besaron, se apretaron. La cosa es que se olvidaron de dormir, de tomar su leche de tigre para cortar la resaca, de despedirse de sus amigos. Sabían que era en ese momento o nunca volvería a ser. Tomaron el Anconero que ya empezaba a pasar por Salaverry y regresaron a aquel lugar, para intentar que la mística entre ellos vuelva a renacer.

Fueron a la misma playa, pero esta vez imitaron a esas parejas que se iban detrás de la punta. Hicieron cositas muy humanas sobre la arena repleta de muy-muys y hasta el sol sonrió, como en los Teletubbies. Yo, por mi parte, me fumé un cigarrillo. Posteriormente me los encontré muy felices y enarenados y comimos un ceviche con sus chelitas mientras me relataron cómo es que habían vuelto gracias a la misma canción del yoyó-yayá, como prueba irrefutable de que no solo con baladas nace el amor.

Fin.

Ah, me olvidaba...
¡BÁILATE ESTA!

6 comentarios:

  1. a la chica le gustaban gorditas, ya hay pocas de esas.

    ResponderBorrar
  2. Muy tierno relato, esa traducción de la canción pues no la capté hasta escuchar el video jajaja La playa es un lugar mágico para el romance aunque no se me hace muy cómodo la arena y los muy-muy entre mi ropa XD Saludos!

    ResponderBorrar
  3. Yo también he tenido curiosidad por tener un amor de verano, pero que dure más allá del verano, es un lugar muy mágico. Pero concuerdo con Munani, ha de ser una vaina la arena! jajajaja

    Saludotes!

    yoyooooooooo- yayaaaaa me hiciste bailar zamba después de aaaaaños! jajaja

    ResponderBorrar
  4. Quizás Pepito provocaba mucho calor y en verano un enamorado caluroso y gordito era casi casi insoportable! Jajaja caray que buena! Jajaja bueno, al final encontraron el amor! (otra vez) aunque si la flaca era mandona!! No le veo mucho futuro!

    ResponderBorrar
  5. JAJAJAJ "MATAMOS A CHACA, MATAMOS A TU ESPOSA" me he reído como no imaginas jaja pucha, qué bonita historia <3 :3 aw

    ResponderBorrar
  6. Jajaja el mar siempre ha sido cómplice de muchas historias de amor.

    ResponderBorrar