Eterno verano.

sábado, 2 de enero de 2016

Luz y color en medio de los arenales.

De un tiempo a esta parte, mucha gente está en contra de los pirotécnicos, principalmente porque hay quienes tienen todo el derecho de dormir temprano y no verse perturbados por la bulla propia de un bombardeo de guerra, pero también porque los animales, especialmente los callejeros, no entienden la situación, se desesperan y pueden terminar muertos de un infarto o directamente quemados por alguna bombarda. Les doy la razón en ese punto porque lo ví en cierto fin de año que pasé en casa de mi tío, mientras los gatos de la quinta se metían a las casas huyendo del ruido.

Pero aún aceptando estas cosas, no puedo dejar de reconocer que son una muestra impresionante, sobrecogedora y magnífica de la alegría y la esperanza humanas, incluso en circunstancias adversas. Suelen ser los distritos más "pudientes" quienes manifiestan más recelo y prohíben los pirotécnicos porque son sus pobladores los que se la pasan cuestionando todo y complicándose la vida sobre si tal cosa es "una costumbre primitiva" o "algo propio de la modernidad del primer mundo". Ahora, lo curioso es que en lugares tan primermundistas como Sydney, el espectáculo lumínico y bullero es tanto o más grande que aquí, y no hay gente reclamando que "los pirotécnicos son una tradición inculta que debe ser erradicada" ni estupideces similares.

Es imposible recordar las navidades y años nuevos de mi niñez y adolescencia sin que venga a mi mente la imagen de mi tío reventando cohetones en la puerta de la casa, como compitiendo con los vecinos por quién recibía el nuevo año con mayor alegría. En cierto inicio de año, incluso, hicimos nuestro muñeco con la ropa vieja que teníamos y lo quemamos, pero mi tía, algo nerviosa por el fuego, no quiso que volviera a repetirse.

Este 31/12-1/1 lo pasé en Pachacutec, donde mi padre tiene un terreno. Estaba la insufrible de su conviviente, pero eso no viene al caso. Lo que me agradó fue observar la hermosa mezcla de pompas de luz de distintos colores sobre los cerros de la zona que se prolongó durante casi una hora sin bajar su intensidad. Mientras la prensa suele publicar fotos de "el Año Nuevo en las playas del sur con la gentita" o cosas similares, quizá sea en este lugar, escondido entre el mar y los cerros de Ventanilla, donde he visto la mayor alegría en niños y adultos para celebrar el inicio de un nuevo ciclo terrestre. Una mayor esperanza entre aquellos que, aparentemente, deberían ser los más desesperanzados, pero que son en realidad, los que tienen mayor fuerza y empuje para salir adelante aún teniendo mucho en contra. Me sentí feliz de estar ahí en ese momento mientras, curiosamente, en la casa de los vecinos sonaba el viejo tema "Los pobres también somos felices" de Los Yungas.

3 comentarios:

  1. Pienso como tú. Me preocupa principalmente por los animales, pero es inevitable ver con asombro y cierto grado de alegría estos espectáculos, que a uno lo asombran porque hacen que esa noche deje de ser una noche cualquiera.

    Saludotes y un muy feliz y mejor año :)

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  2. Pues es cierto, los que no son clase A, disfrutan más que ellos, una vez la pasé en San Borja y no se sentía el mismo feeling :v

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  3. Que bonito espíritu captaste en el post, justo este año logramos construir el lote vacio que teníamos hasta el tercer piso y se pudo apreciar todo el espectáculo en cielo arequipeño; y a pesar del viento y demás fue bastante lindo, me recordó mucho a mi niñez y años tranquilos donde se era feliz con pocas cosas.

    Un feliz año atrasado y los mejores deseos Tolerancio! :)

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