Eterno verano.

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jueves, 18 de febrero de 2016

Vencer (o reafirmar) los miedos.



"La vida son dos días y hay que vivirla", le dijo a la Humanidad un filósofo gallego.

Gracias a cierto libro que ha influido mucho en mi vida, tengo la certeza de que estamos en este mundo para experimentar. Y ha sido en estos últimos años en que he ido enfrentando una serie de temores que tenía desde tiempo atrás: vencí mi miedo a las alturas a punta de subir cerros, vencí mi miedo a los ascensores utilizándolos cada que tenía oportunidad y mi miedo a los juegos mecánicos pues...

El ser humano es bastante especial, al menos el perteneciente al mundo "civilizado". Es el único ser vivo al que le gusta el riesgo y va en su búsqueda una y otra vez. Los gatos y los perros presienten los terremotos y salen corriendo en búsqueda de refugio, pero hay personas que en cuánto saben que se acerca un tornado van hacia él para tomarse un selfie o filmar un video que les dé unos cuantos likes en las redes sociales. Supongo que esto no habla muy bien de la capacidad de razonar de la especie, supuestamente, más inteligente.

Digamos que últimamente he estado asumiendo algunos riesgos y a consecuencia de ello terminé casi perdido en cerros de la serranía en dos ocasiones, recorriendo más de 17 kilómetros de noche en el Desierto de Atacama o caminando por barrios un poco bravos en horas no recomendables (porque no me quedaba de otra), pero aún así, la última vez que había subido a un juego mecánico fue de adolescente, a un Tagadá, a muchas insistencias de mis primos. Ayer, una amiga me animó a ir al Play Land Park y acepté: era el momento de vencer esos miedos para siempre.

La empezamos subiendo al Black Out. Sí: mi reencuentro con los juegos mecánicos se dió en el artefacto más extremo de todo el parque. Nos sentamos en las sillas y una cubierta de protección aseguró nuestros torsos al asiento. Los primeros movimientos fueron suaves, pero lo cierto es que en algún momento llegas a estar de cabeza a varios metros de altura, con el cartel de Renzo Reggiardo de la Javier Prado al fondo y la música del momento sonando alrededor. Sientes que tu estómago sube y baja y a muchos se les da por gritar, aunque yo solo cerré los ojos y me agarré a la cubierta protectora como un niño a su madre. A mi lado, mi amiga lloró y perdió sus dos aretes (¡oiga!). Cuando los valientes bajan del juego, reina el silencio, todos están bastante impresionados como para decir algo, pero nosotros corrimos raudamente para hacer cola y subir a la montaña rusa (un clásico por donde se le mire), en donde todo transcurre más tranquilo, excepto en las dos bajadas donde tu estómago vuelve a manifestarse. Mi estimada ha tenido serios problemas para comer el día de hoy y tiene mareos cada vez que se acuerda, pero dice que volverá a ir en estos días y seguirá experimentando la adrenalina.

Lo dicho: el ser humano es muy diferente a otras especies en este punto.

Por mi parte, fue un momento extremo, de esos que no repetiría, pero de los que no me arrepiento en absoluto, porque son experiencias que rompen (¡y de qué forma!) con lo rutinario. Mi fobia a los juegos mecánicos ahora está más marcada, pero quizá vuelva, aunque a lo sumo para ir al Tagadá y sentirme noventero o al Gusanito y rememorar mi ya lejana infancia (ok, no).

Si van, dejen previamente encargadas sus cosas a otra persona, aseguren sus zapatillas, quítense los aretes y no lleven monedas en los bolsillos. Aunque sería divertidísimo que desde lo alto alguien gritara "¡mis tabas, nooo!".

Ok, me calmo.

domingo, 14 de febrero de 2016

¿Viene solo, joven?

Fue la pregunta que me hizo la amable señora del kiosko de Helados "El Chilcanito" mientras me daba uno de guanábana y maracuyá.


Bueno, este era de higo y aguaymanto, pero la idea es esa.

Desde adolescente he aprendido que se puede ser feliz estando solo o acompañado. Los momentos de soledad te proporcionan la tranquilidad necesaria para pensar, desarrollar tus ideas y encontrar soluciones a los problemas; y los momentos de compañía te brindan la ocasión de compartir todo ello y contrastarlo con las experiencias del resto. Además de tomar un par de chelas y enterarte del chisme del día, claro.

Casi siempre he tenido amigos y parejas con visiones distintas a la mía sobre cómo divertirse. Mi mejor amigo detesta ir a una disco porque es un tanto tímido y retraído y para él, estar en casa con videojuegos es la diversión plena, mientras a mí, esto último me parece triste y aburrido. Mi primo no acepta tomar unas chelas porque dice que "eso no es de Dios", pero eso sí, no sentía remordimientos morales por irse de putas hasta hace poco, cosa con la que yo no estaba de acuerdo. Paradojas de la vida.

No hace mucho solía recibir la llamada de dos amigas. Una siempre me pasaba la voz cuando estaba por el Centro de Lima y si yo no estaba disponible, prefería no venír a pasear por su barrio favorito en lugar de hacerlo sola. La otra no podía almorzar sin compañía porque "se sentía mal". Prefería quedarse de hambre en lugar de comer sola. Yo no me hago problemas con pasear o comer con diez, quince o ninguna persona a mi lado, pero para otros el hacerlo sin acompañante es algo extraño y cuando lo haces te ven como una rareza, como si algo andara mal en tí.

A mi enamorada no le gusta ir a Chilca o viajar. Tampoco le atrae el tema ovni, el diexismo, las cuestiones paranormales o la compra de libros antiguos. Cuando uno quiere/ama, sabe respetar las diferencias, ambos lo comprendemos y yo no dejo de hacer lo que me gusta. Aún así, hay gente que te ve raro si es que realizas algunas acciones solo o en otra compañía. Y se dan un conjunto de curiosas situaciones, propias de la gente de mente simple y estereotipada (o sea, el 99%):

- Si viajas/sales con tus amigas teniendo novia, eres un perro que quiere gilear con alguna de ellas o ya hasta tienes una relación paralela, seguramente. Pero si dejas de hacerlo "qué mal, deja a sus amigas de lado, nunca valoró su amistad".

- Si viajas/sales exclusivamente con amigos varones, seguramente se van a pendejear (si tienes novia) o es que "eres rarito" y ahí pasa algo (si es que estás solo).

- Si viajas/sales solo teniendo novia, "qué pena, seguro se pelearon o no se quieren". Y si dejas de hacerlo "qué mal, ya lo están dominando".

- Si viajas/sales sin compañía y, digamos, te sientas a pedir una hamburguesa o tiendes tu toalla en la arena mientras todos los demás están en parejitas o grupo de patas: "pobrecito ¿no se aburrirá? ¿no tendrá amigos? Es un forever alone, tengámosle pena".

Ante tanta estupidez te queda una única opción (si no quieres limitar tus salidas): Sal solo o acompañado y que te deje de importar lo que diga el resto (ya si se ponen muy jodidos, mándalos al carajo para que entiendan la idea).

Les cuento: A veces es preferible estar solo que en ciertas compañías como en mi reciente viaje al sur en que, a ratos, mi primo se ponía verdaderamente insufrible hablando de sus pastruladas mientras uno quería tener silencio para observar el paisaje y meditar.

Lo que me parece verdaderamente patético (a propósito del 14 de febrero: Día Mundial del Amor Artificial) es eso de estar publicando fotos multicolores con tu enamorada con la que recién llevas un mes, diciendo que la amas (?), cinco veces al día, como si al resto le importara tu vida íntima o como si tuvieras que demostrarles (y demostrarte) constantemente que al fin alguien te ama y le presta atención a tu patética existencia.

Y sí. Si lo digo es porque es un caso real.

Mensaje final: Nos hace falta descubrir la magia de estar con nosotros mismos y escuchar nuestra voz interior de vez en cuando. No depender es libertad.

viernes, 5 de febrero de 2016

9 gaseosas / aguas / helado que conocí en el sur del Perú y el norte de Chile.

En este nuevo recorrido por tierras sureñas conocí algunas interesantes gaseosas y aguas locales.

1 y 2. Versus de gaseosas de papaya: Kola Real y Pap.

En Perú todos conocemos la Kola Real (ahora renombrada como KR), pero pocos saben que esta gaseosa también llega al norte de Chile, concretamente a las regiones Arica - Parinacota y Tarapacá. Las bebidas de ISM (que incluyen a Cielo, Generade, Drink T y Oro) están muy difundidas e incluso podemos encontrar kioskos pintados con sus colores y símbolos por doquier. Kola Real tiene tres sabores exclusivos para el norte chileno: Frambuesa, Limonada y Papaya, los cuales no se venden en Perú a pesar de ser producidos en la planta de Arequipa.

Sin embargo, Kola Real de papaya tiene una gran competencia en la forma de la gaseosa chilena Pap, altamente popular desde muchos años atrás. Probé ambas y, a mi parecer, ninguna de las dos reproduce de forma aceptable el sabor de la fruta, si bien Pap es mucho más agradable al gusto, incluso descongelada.

Una Kola Real de papaya como acompañante perfecto del delicioso sandwich Chacarero en un acogedor restaurante de carretera de Huara, Tarapacá.

Una botella de medio litro de Pap heladita como complemento ideal de un viaje por el desierto norchileno.
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3. Kem: Es una gaseosa chilena que no merece mayor comentario. Si has probado la Concordia de piña, has probado una Kem.


4. Kolín Kola: Bebida representativa de la ciudad de Tacna, de fabricación humilde y etiqueta sencilla (de papel, al punto que si la congelas, se moja y empieza a deshacerse). Dice ser "La única roja con sabor a fresa", pero su sabor está muy poco logrado, siendo casi igual a la poco pasable Perú Cola del mismo color.


5 y 6. Versus de aguas: Benedictino y Gaviota.

Porque yo también mantengo la línea y tomo mucha agua para intentar deshacerme de toda la grasa de los sandwichs y el azúcar de las gaseosas.

Benedictino es una marca de agua de la ciudad de Arica que se precia de haber obtenido varios certificados internacionales y estar libre de sodio. Es muy agradable y fresca al paladar, casi al nivel de la Socosani, que para mí es la mejor agua mineral que ha parido el Perú.

Gaviota es la marca de agua de mesa de Anpay (Grupo Torvisco) y parece ser una imitación económica de la San Luis, aunque con el sabor menos marcado (gracias a Dios, porque la San Luis es horrible). Las bebidas del grupo están bastante difundidas en Tacna, sobretodo la Guaraná Torvisco y Top Cola, pero ahora vayamos a lo interesante ¿a quién carajo se le ocurre ponerle "Gaviota" a un agua de mesa? Digo yo, lo primero que viene a la mente al evocar a dicha ave no es precisamente la frescura de algún manantial (y menos en un país que fue productor de guano), sino un terrible "regalo" caído desde el cielo mientras tomas sol en la playa.

Benedictino salvándome de la sed mientras observo el geoglifo conocido como "Gigante de Atacama" (al fondo).

Hasta los colores son una imitación de la San Luis.
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7. Crush de manzana: Alguna vez llegó a Lima, pero desde hace buen tiempo está relegada a las regiones sureñas del Perú, desde Arequipa hasta Tacna. Es una bebida de un verde intenso y llamativo que imita deficientemente el aroma y el sabor de la manzana. Supongo que parte de su insipidez es la ausencia de azúcar: este ha sido reemplazado por edulcorante.


Bonus Track: Para el olvido, una Next.

Next, supuestamente, tiene sabor a frambuesa. Digamos que el aroma es muy logrado, pero el sabor nada que ver. Lo curioso es que es transparente, no tiene colorante rosado o guinda. Su competencia sería la Kola Real de frambuesa que es sospechosamente parecida a la de color rojo que se vende en Perú (diría que es la misma pero con la etiqueta cambiada).


Debería ser gaseosa: Helado de melón "Star Wars" de Trendy.

Probablemente uno de los helados de agua más deliciosos que he probado. Según su etiqueta contiene casi un 40% de esencia de melón tuna, una variedad de melón de pulpa verde diferente a la común en Perú. ¡Deberían hacer un refresco de esto! O quizá ya exista pero no llegué a probarlo.

sábado, 23 de enero de 2016

El ombligo del mundo.

Todo en la vida es cíclico y visto que, como es en lo pequeño es en lo grande (y viceversa), hemos de concluir que no solo se dan ciclos en la vida del ser humano, sino en el universo y en el planeta entero.

Fue hace más de diez años cuando aquel iniciado me lo dijera por primera vez: El planeta pasa por ciclos de varios milenios, donde el centro espiritual del mundo (ese que llama a la gente de todo el orbe a reunirse en busca de la divinidad) va moviéndose de un lugar a otro, haciendo crecer las montañas mediante movimientos telúricos y propiciando ambientes de soledad, quietud y recogimiento.

Me dijo que el centro espiritual de estos últimos miles de años estaba ubicado en los Himalayas, pero que rápidamente esa energía estaba pasando a los Andes, concretamente a las montañas del centro y sur del Perú, al altiplano peruano-boliviano y al desierto del norte de Chile. En algún tiempo veríamos multitud de templos de las más variadas formas y una amalgama de creencias que configurarían una nueva religión, emergiendo entre los cada vez más altos picos nevados de esas regiones. Esa religión sería, probablemente, una mezcla entre lo que actualmente se denomina catolicismo popular (catolicismo + creencias indígenas) y algún tipo de orientalismo de influencia budista e hindú, con prácticas como la yoga y la meditación adaptadas a las nuevas circunstancias. Mientras tanto, Europa volvería a caer en la barbarie (con millones de sus pobladores buscando refugio en América) y Asia caería en la no-creencia.

Lo cierto es que, tras visitar Chilca hace unos días, no pude sino recordar las palabras del viejo iniciado.
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Una glorieta en forma de "platillo volador", una iglesia católica y, al fondo, un templo hinduista de la secta de los Hare Krishna.
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A pesar de tratarse de una localidad (Las Salinas) que no llega a los 700 habitantes, algo hay en ella, un extraño magnetismo de origen desconocido quizá, que hace que los más distintos grupos humanos quieran establecerse o, al menos, pasar algún tiempo bajo su cielo. Así tenemos que desde miles de años antes de Cristo, existe un templo de piedra en lo alto del cerro Lapa Lapa que no ha dejado de ser utilizado para el culto y los ritos más diversos. Hasta hace solo unos meses alguien había colocado un pequeño cartel que decía: "Respeta la casa de Dios" o algo similar. Es común, también, encontrar restos de ofrendas de coca, alcohol y otros elementos al interior del recinto.
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El templo prehispánico de Lapa Lapa visto a lo lejos.


Interior del antiguo templo prehispánico.
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Unos metros más abajo se encuentra la Santísima Cruz de Las Salinas, un madero al que el pueblo tiene especial devoción. Unos cientos de metros más allá está una curiosa glorieta con techo en forma de "platillo volador" recordándonos a los grupos contactistas que llegan de todo el mundo a Chilca para comunicarse con los "hermanos mayores" de las estrellas. Unos metros detrás se encuentra una iglesia católica y cerrando la escena, bastante más alejado, un templo hindú denominado Nueva Nilachala y perteneciente a la secta de los Hare Krishna.
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Integrantes de un grupo contactista, vestidos de blanco, ascienden hasta lo alto del cerro Lapa Lapa, en dirección, probablemente, al viejo templo prehispánico.


La Santísima Cruz de Las Salinas que muestra elementos del catolicismo mezclados con el Sol y la Luna (Inti y Quilla) de la religión andina.
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¿Qué es lo que atrae a grupos humanos tan diferentes hasta este pequeño rincón del desierto peruano? Solo les puedo decir que, al pernoctar en lo alto del cerro Lapa Lapa o sumergirte en las lagunas (especialmente en La Encantada) tienes sensaciones y percepciones que te revelan, sin palabra de por medio, la respuesta más acertada.

domingo, 17 de enero de 2016

Lima, esa triste ciudad que paga mal a quienes quieren darle cultura.

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Todas las estadísticas nos invitan a pensar que el peruano promedio lee poco. Muy poco comparado, incluso, con los otros países de la región. Pero quizá sea solo que no leemos lo que a las grandes editoriales les interesa que leamos.

Hasta hace algunos años no habían muchas grandes librerías (y el par que existía tenía precios abusivamente caros) y es por esto que la piratería llenó el vacío y satisfizo la demanda cultural durante buen tiempo. Las primeras veces que fui a Quilca encontraba los libros "nacionales" (como solía decirse) puestos junto a los demás, aunque en los últimos años se guardaban y se traían cuando el cliente los solicitaba. Aún así, la mayoría de libros no eran piratas sino ediciones antiguas o libros de segunda, de esos que ya no aparecen en los ránkings, pero que la gente compra porque, como el buen vino, se ponen más sabrosos con el transcurrir del tiempo. Tanto unos libros como otros (piratas o antiguos) no generan ingresos para las editoriales y es por esto que no interesa cuantificarlos ni incluir su compra en las grandes estadísticas que el gobierno toma como oficiales y exactas.

Allá por 2005 o 2006 era común observar a una extraña muchedumbre, mezcla de bibliófilos con anticuarios, que se daba cita a partir de las 9 de la noche en una tienda de la avenida Alfonso Ugarte, en la cuadra que está entre la avenida España y la Plaza Bolognesi. Allí, detrás de un mostrador con gaseosas y demás dulces venenos, se extendían dos grandes mesas y algunos estantes repletos de libros antiguos, muchos de ellos incluso del siglo XIX. El gordo Alejandro, que esa era la gracia del dueño, nunca nos dijo de dónde los traía, pero algunos tenían sellos de antiguas bibliotecas personales, dedicatorias por cumpleaños de los 60s o 70s (hermosas épocas en que se regalaban libros como demostración de afecto) e incluso tarjetas de bibliotecas de congregaciones religiosas. El tío Nelson, que fue quien me llevó por primera vez, me decía que a lo mejor se trataba de curas de malas costumbres que negociaban con los libros considerados "prescindibles" o "menos importantes"; y de familias que, una vez muerto el patriarca y poco instruidas las nuevas generaciones, preferían ver el reality del momento, considerando esos libros como un anacronismo. Y los vendían al peso.

En una ocasión nos cruzamos con un turista inglés que compró una colección completa de libros de filosofía en latín exclamando "ahora estos libros regresan por fin a Europa" y también con un vasco que aseguraba que antes de ver tal cantidad de gente en ese lugar y en el jirón Amazonas, creía que era cierto que los peruanos no leían. Mi tío fue durante años a dicho lugar y tiene en su casa varias cajas de libros impresos en décadas donde la mentalidad humana estaba un poco más sana. Yo, por mi parte, también tengo algunos. Llegará el tiempo en que el conocimiento escaseé y haya que buscarlo en lugares recónditos, así que es preferible estar prevenido.

Pero también hubo tiempos de vacas flacas y, algunos años antes de lo que les cuento (allá por 2001 y teniendo yo 14 años), tío y sobrino tuvimos que vender libros en el terral que existía frente a San Marcos antes de la construcción del by pass de la avenida Venezuela. Eran libros antiguos, no piratas y eran rematados porque las cuentas del agua y la luz no entienden de cultura. Había que regresar a casa de mi tío (en el jirón Ica) a pie para ahorrar al máximo, más aún porque muchos de los compradores pedían rebajas sobre lo que ya estaba rebajado, y así es como se fue, por ejemplo, un hermoso, enorme y antiguo diccionario español-latín-griego clásico por el que ofrecieron 40 miserables soles. 40 soles por un libro que nunca más volverás a ver y que no se encuentra ni en la Biblioteca Nacional. Es por eso que rara vez pido rebajas cuando se trata de libros: entiendo que puedes hacerlo cuando se trata de gaseosas o empanadas, pero no con el conocimiento.

Volvamos a Quilca. Fue ahí donde compraron uno de los primeros libros que me regalaron ("Yo visité Ganímedes") y donde compré la mayoría de libros de J.J. Benítez, mi autor favorito (en el puesto de un señor que los tenía casi todos y en original), incluido un ejemplar de la primera edición de "100.000 kilómetros tras los ovnis", de 1980. También había un stand donde una señora vendía libros y revistas antiguos como distintos folletos masones, rosacruces y de la Sociedad Teosófica, asímismo ejemplares de "Lo Insólito", la primera y única revista peruana dedicada a los temas de misterio, allá por los años 70. Es por eso que es un lugar al que le tengo bastante cariño y lamento no haber comprado más libros por tacaño, a pesar de que el desalojo se venía anunciando desde el año pasado.

¿Cómo es posible que durante años se mantengan puteríos, night clubs de mala muerte, cantinas y prostitución callejera a solo unas cuadras y que la Policía prefiera arremeter contra vendedores de libros? ¿Será que nunca han leído uno? ¿O será que el Arzobispado (el dueño de ese terreno) quiere venderlo a alguna inmobiliaria o cadena de supermercados? Irónico porque Jesús no tenía donde reposar su cabeza, mientras ellos son capaces de dejar gente sin trabajo y familias sin comer con tal de tener propiedades y dinero que ni siquiera necesitan.

Como ex vendedor de libros y sabedor de lo mal pagada que es esta profesión en nuestro país (en otros lugares existiría apoyo estatal y privado o por lo menos no habría hostilización) muestro mi solidaridad con los libreros de Quilca esperando que pronto encuentren un nuevo lugar donde establecerse. Escuché el rumor de que se irán a Los Olivos. Sea ahí o a otro lugar, van para ellos mis mejores deseos de éxito y agradecimiento por difundir cultura en una sociedad que en gran medida prefiere el embrutecimiento.

sábado, 2 de enero de 2016

Luz y color en medio de los arenales.

De un tiempo a esta parte, mucha gente está en contra de los pirotécnicos, principalmente porque hay quienes tienen todo el derecho de dormir temprano y no verse perturbados por la bulla propia de un bombardeo de guerra, pero también porque los animales, especialmente los callejeros, no entienden la situación, se desesperan y pueden terminar muertos de un infarto o directamente quemados por alguna bombarda. Les doy la razón en ese punto porque lo ví en cierto fin de año que pasé en casa de mi tío, mientras los gatos de la quinta se metían a las casas huyendo del ruido.

Pero aún aceptando estas cosas, no puedo dejar de reconocer que son una muestra impresionante, sobrecogedora y magnífica de la alegría y la esperanza humanas, incluso en circunstancias adversas. Suelen ser los distritos más "pudientes" quienes manifiestan más recelo y prohíben los pirotécnicos porque son sus pobladores los que se la pasan cuestionando todo y complicándose la vida sobre si tal cosa es "una costumbre primitiva" o "algo propio de la modernidad del primer mundo". Ahora, lo curioso es que en lugares tan primermundistas como Sydney, el espectáculo lumínico y bullero es tanto o más grande que aquí, y no hay gente reclamando que "los pirotécnicos son una tradición inculta que debe ser erradicada" ni estupideces similares.

Es imposible recordar las navidades y años nuevos de mi niñez y adolescencia sin que venga a mi mente la imagen de mi tío reventando cohetones en la puerta de la casa, como compitiendo con los vecinos por quién recibía el nuevo año con mayor alegría. En cierto inicio de año, incluso, hicimos nuestro muñeco con la ropa vieja que teníamos y lo quemamos, pero mi tía, algo nerviosa por el fuego, no quiso que volviera a repetirse.

Este 31/12-1/1 lo pasé en Pachacutec, donde mi padre tiene un terreno. Estaba la insufrible de su conviviente, pero eso no viene al caso. Lo que me agradó fue observar la hermosa mezcla de pompas de luz de distintos colores sobre los cerros de la zona que se prolongó durante casi una hora sin bajar su intensidad. Mientras la prensa suele publicar fotos de "el Año Nuevo en las playas del sur con la gentita" o cosas similares, quizá sea en este lugar, escondido entre el mar y los cerros de Ventanilla, donde he visto la mayor alegría en niños y adultos para celebrar el inicio de un nuevo ciclo terrestre. Una mayor esperanza entre aquellos que, aparentemente, deberían ser los más desesperanzados, pero que son en realidad, los que tienen mayor fuerza y empuje para salir adelante aún teniendo mucho en contra. Me sentí feliz de estar ahí en ese momento mientras, curiosamente, en la casa de los vecinos sonaba el viejo tema "Los pobres también somos felices" de Los Yungas.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Otros destinos de este 2015: Pasco, La Oroya y Nor Yauyos Cochas.

Este año tuve la oportunidad de recorrer algunos lugares del centro de nuestro país. Es una zona que nunca me atrajo especialmente, pero una vez en ella, me sentí impresionado a la vez que entristecido. Ya les he contado sobre mi visita a Huancayo en un anterior post y ahora, para cerrar el año, no podía dejar pasar estos otros tres destinos visitados en la segunda mitad de este 2015 que ya nos deja.

1. Pasco: Alguna vez fue una de las regiones más ricas de nuestro país. La extracción de minerales empezó en la época colonial y continuó en la republicana, convirtiéndose en el motor principal de su economía. Irónicamente, aquello que contribuyó a darle vida, se tornó en muerte en las últimas décadas y es muy probable que la ciudad de Cerro de Pasco tenga que ser trasladada a otro lugar, a causa de la contaminación de las aguas, los terrenos y el aire con metales pesados, especialmente el plomo, los que terminan por depositarse en la sangre y órganos de sus habitantes, ocasionando múltiples enfermedades.


El tajo minero Raúl Rojas no para de crecer desde hace décadas y viene, literalmente, comiéndose a la ciudad de Cerro de Pasco. Barrios históricos como Miraflores hace mucho que desaparecieron.


Por lo visto, en Pasco no todos quieren a Keiko.

Estatua del médico mártir Daniel Alcides Carrión en la Plaza Chaupimarca.

Laguna de Quiulacocha, muerta y rodeada de un tóxico barro rojizo, producto de su utilización como depósito de desechos de metales pesados y relaves mineros. 

Bosque de piedras de Huayllay.

Caprichosas figuras talladas por la erosión eólica a través de los milenios.

2. La Oroya: Ostenta el dudoso privilegio de estar entre las diez ciudades más contaminadas del mundo debido a los gases tóxicos emanados de las chimeneas del Complejo Metalúrgico Doe Run, cuyas actividades están paralizadas solo temporalmente. Mientras estaba en actividad, una gran nube de smog se posaba sobre la ciudad alrededor del mediodía, causando problemas respiratorios y oculares, por lo cual el colegio tuvo que ser trasladado, junto con parte de la población, a un nuevo lugar denominado La Oroya Nueva, a algunos kilómetros de distancia. Los cerros que la rodean contrastan fuertemente con los del resto del valle porque en ellos casi no crece vegetación, siendo de un color que oscila entre el blanco de la piedra caliza y los tonos oscuros, producto del asentamiento de la contaminación.

Vista de La Oroya Antigua (o Vieja) con la torre de la iglesia a la izquierda y la chimenea de Doe Run al centro.

El contaminado Río Mantaro.

Otra vista de la ciudad, con el Complejo Metalúrgico de Doe Run al fondo.

Nótese los cerros sobre los que no crece la vegetación.

Un partidito de vóley para aligerar el estrés diario.
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3. Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas: Contrasta fuertemente con los anteriores. Ubicada en la provincia de Yauyos (Región Lima Provincias) alberga multitud de pueblos, lagunas, cataratas y cerros de místico encanto, los cuales aún no son muy conocidos por el turismo masivo... felizmente.


Altar de la iglesia del pueblo abandonado de Huaquis.

Iglesia del pueblo abandonado de Huaquis.

La Luna al iniciar la mañana sobre el pueblo de Vitis.

Al fondo, la iglesia de Vitis.


Algunas de las lagunas de Huancaya vistas desde lo alto.

Laguna de Huallhua en Huancaya. Otra de varias lagunas de la serranía que tiene leyendas sobre la aparición de sirenas en sus aguas.

Catarata en la Laguna de Huallhua.


Una espectacular trucha frita con su respectivo caldo de gallina para terminar el recorrido.
Cerro de Pasco, La Oroya y Nor Yauyos Cochas muestran realidades muy distintas y nos dejan lecciones para el futuro. Los dos primeros lugares han sido afectados de forma probablemente irreversible por la aplicación de una nociva idea de progreso que consiste en depredar la naturaleza con la excusa de que se necesita a toda costa generar ingresos (los que, finalmente, solo quedan en manos de las transnacionales extractoras o del gobierno central o regional). El tercer lugar se conserva aún en buen estado, si bien no dudamos que si llegaran a encontrarse yacimientos minerales importantes en su interior, correría la misma suerte que los anteriores, con la misma excusa del progreso y de que si te opones eres un retrógrado. Esperemos (ingenuamente) que eso nunca pase.

Saludos y que tengan un Feliz 2016. Recuerden que si hacen turismo, llévenlo a cabo de forma responsable, sin contaminar.

martes, 22 de diciembre de 2015

Blanca Navidad (alienada).

Tendría unos 17 o 18 años. Era Navidad y mi tía había preparado un ollón comedor popular style lleno de chocolate caliente, eso sin mencionar el pavo con mazamorrita de manzana y ensalada con mayonesa. Pero yo tenía que ir a un tono del grupo parroquial, así que estaba algo apurado. Como mis familiares no querían tomar mucho chocolate, decidí tomar una taza más, para posteriormente dirigirme a la carrera al tono. Dióse la circunstancia de que, como buen grupo parroquial, no dieron cerveza sino gaseosa, lo que ocasionó una casi inmediata reacción adversa en mi estómago que me hizo terminar en el baño, pagando las consecuencias de mis actos.

La culpa de esto, la tuvo la Blanca Navidad, sin duda.

Y es que en el Perú (y sospecho que en casi todos los países del hemisferio sur) nos hemos acostumbrado a celebrar Navidad como si estuviéramos en un invierno más frío de lo habitual, en lugar de en pleno inicio del verano. Las chocolatadas calientes se multiplican bajo un sol implacable o, al menos, con un bochorno insoportable. Aunque creo que lo peor de todo son los ridículos decorados que adornan algunos espacios públicos, por no hablar ya de las viviendas particulares.

Un reno en los jardines del Congreso.

Otros renos y decoración que simula nieve... en una ciudad donde nunca ha nevado, concretamente en la Plaza Mayor.

Un hombre de nieve derretido, un copo de nieve y dos renos en La Punta. El delfín de atrás también es ridículo pero no es navideño.
Aunque creo que peor aún es el árbol de Navidad del óvalo de Miraflores donde el Banco Financiero, Saga u otras empresas aprovechan para poner sus nombres en las bolas (comercializando aún más la ya comercializada fiesta) o las bolas rojas con el logo de Coca Cola que pusieron en el óvalo de San Isidro hace unos años.

Lo que me quita el sabor desagradable de tanta alienación es visitar nacimientos (belenes). Cada iglesia suele hacer el suyo, pero uno de los más bonitos es el de la Iglesia de La Merced, en el Jirón de la Unión. Y también tuve la oportunidad de asistir a una exposición de nacimientos peruanos en la Casa O'Higgins de la PUCP. ¡Qué belleza! Los belenes nos recuerdan que, más allá de solsticios o regalos, el verdadero motivo de celebración es la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, y es quizá por esto, que son los belenes y no los árboles u otros "decorados" los que están siendo prohibidos en las calles de muchas ciudades de la Europa renegada de sus tradiciones.

Nacimiento de la Iglesia de La Merced.

Nacimiento ayacuchano en forma de retablo.

Nacimiento cusqueño.

Nacimiento ayacuchano en piedra de Huamanga.