Eterno verano.

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miércoles, 8 de marzo de 2017

Playa La Calichera y sus piscinas de agua dulce | PLAYA NO RECOMENDABLE EN INVIERNO.

IMPORTANTE (23/5/17): Un problema que afecta a las playas del Norte Chico en general, es la falta de seguridad. Aunque suelen ser bastante tranquilas en los meses de verano, se recomienda prudencia fuera de esa temporada, ya que al estar (en el caso de las playas entre Chancay y Chancayllo) alejadas de las zonas urbanas, se han producido robos. Ya había mencionado éste problema de falta de seguridad en un post de 2014 donde traté sobre otras playas de la zona: La Viña, Agua Dulce y Acapulco; y la noticia de un robo a mano armada en La Calichera ha sido difundido en redes hace unas horas. Esperemos que las autoridades de la zona tomen cartas en el asunto, por tratarse de un lugar con potencial turístico que, de ser bien aprovechado, traería beneficios para la comunidad local.
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Cuando hablamos de las playas del norte chico de Lima, la primera imagen que nos viene a la mente quizá pertenezca a las costas de Huacho o Barranca. Si somos más específicos y nos referimos a las playas de la provincia de Huaral, probablemente pensemos en la playa Chacra y Mar o en la del puerto de Chancay, pero no son muchos los que conocen las solitarias playas ubicadas entre el norte de la mencionada ciudad y la zona de Chancayllo, menos aún son los que conocen la playa de la que se ocupa este post.

Para llegar a las piscinas de la playa La Calichera tenemos que dirigirnos hasta Chancay, de donde tomaremos un taxi, mototaxi o colectivo que nos deje en el kilómetro 86 de la Panamericana Norte (solo 3 kilómetros al norte de la ciudad). Al otro lado de la pista veremos campos de cultivo, un paradero, un panel que indica "Los Laureles" y el marcador del mencionado kilómetro 86, desde donde empezaremos a caminar con dirección al mar, atravesando campos de col, pepino y otros productos. En la lejanía divisaremos una casa de adobe abandonada a medio construir y a su lado, casi escondida, encontraremos una pequeña bajada hacia la playa, con escaleras en no muy buen estado (se recomienda ir con zapatillas que tengan cierto agarre, para evitar malos ratos), al final de las cuales se encuentran la playa y las piscinas (o pozas) llenas de agua dulce proveniente de las filtraciones del acantilado. El agua es tan fresca y (aparentemente) libre de contaminantes que incluso pueden verse algunos diminutos pececillos o renacuajitos nadando alegremente cerca a las escaleras de la poza más grande.

La ruta anterior me fue proporcionada por un taxista chancayano al que le tomé una carrera a la salida del EcoTruly Park (otro lugar interesante y místico de Chancay), por considerar que es la más directa; si bien mencionó que la mayoría de personas prefiere caminar por la orilla del mar desde la cercana Playa La Viña, bastante más concurrida y que también dispone de una pequeña piscina de agua dulce procedente del acantilado.

Es necesario tener precaución: Si bien la poza más pequeña es apropiada para los niños por ser de escasa profundidad, la poza más grande tiene alrededor de 2 metros de fondo y no hay salvavidas en el lugar. Los bordes de la poza y las escaleras que descienden en ella son muy resbalosos, por lo que se recomienda caminar con sandalias que estén en buen estado y no correr. La poza más grande tiene un breve borde bajo el agua, pero éste se extiende por solo algunos centímetros, tras los que la caída es directa hasta los 2 metros ya mencionados, por lo cual muchos bañistas prefieren refrescarse sólo en los bordes.

Se paga una entrada de dos soles. El lugar me pareció francamente relajante y bonito. Y si no te gustan las pozas, puedes bañarte en las caídas de agua del acantilado o pasear por la playa. Altamente recomendado y, si bien solo estuve hasta poco antes de las 3pm, me han dicho que los atardeceres de verano son espectaculares.








sábado, 14 de mayo de 2016

Visitando las playas de Chancay 2: Playa La Viña: Una década después.

(Escrito en el verano 2014).

Hace algunos días tuve una de esas típicas mañanas en las que me levanto sin saber qué me depararía el día. Estoy aburrido y entonces dejo que las cosas se vayan dando. El sol se muestra propicio para darse un baño en el mar y salgo a ver las playas más cercanas a mi casa. Todas llenas. Pregunto a una amiga por cómo están las playas cercanas a su casa (Ancón) y me dice lo mismo. Todas repletas.

Frente a esto surge la idea de ir hacia el sur, pero ya sé que San Bartolo y Punta Hermosa están con mucha gente y yo lo que quiero es pensar, relajarme, estar tranquilo sin que un chibolo me llene de arena al pasar corriendo a mi lado o cosas así. De modo que el sur quedó descartado y decidí ir al norte, más al norte de lo habitual y terminé en una playa a la que año tras año quise volver, pero que en realidad no veía desde la mitad de mi adolescencia, en la que fue muy significativa. Recordaba sus chorritos de agua, probablemente muy similares a los que hasta hace un siglo caían de los acantilados de la ahora reseca Costa Verde.

Sin más preámbulo, los dejo con algunas fotos de Playa La Viña, un lugar que siempre recordaré, aunque dudo que vuelva en el futuro cercano.

Camino de ingreso.






Una piscina super relajante y natural.


Agua dulce filtrándose por los acantilados.