Eran las 18:30hrs del día previo a la celebración de Fiestas Patrias en la ciudad de la sierra norcentral del Perú en la que me encuentro de viaje, cuando de repente uno de los amigos (P.) con los que vine aquí (o sea los PITCH, excepto uno) y quien siempre pone su casa como alojamiento en esta ciudad, a la hora de proponer lugares que visitar horas más tarde, lanza con gran convicción su propuesta diciendo:
Hasta en tiempo de guerra los seres humanos han seguido manteniendo las mismas prácticas. Nótese la presencia de Chabelo, el inmortal. |
La oposición general fue la primera respuesta, pero entonces lo recordamos: el nuevo integrante de los PITCH, el menor de nuestro grupo y recién integrado, hace ya dos meses que cumplió 18 años y nos jode con que no tuvo regalo de mayoría de edad (se engríe); así que esa fue la excusa de P. (quien es el primo mayor de nuestro nuevo integrante), para decirnos que iríamos a un conocido local de esparcimiento de esta ciudad, aunque acordando que solo quien quisiera haría "uso del servicio" y quien no quería se quedaba afuera conversando o bebiendo en el bar contiguo. Y es así como, previamente y para habituarnos, pasamos por una sanguchería de sugerente nombre.
Nótese la cara de ampayado del parroquiano, digo, del comensal. |
Se trataba de la sanguchería "Sex Burger", cuyo nombre le viene (¡oh!) del hecho de que todos sus sandwiches tienen nombres sexuales. Por ejemplo, el "orgasmo" es un pan con hot dog con dos huevos. Okeeei.
Una vez que estos ilustres caballeros consumieron su generoso pan con algo y tomaron (tomamos) un taxi para "La Casita Rosada" (que así se llama el local) y en el celular de uno de ellos sonaba "Al ramerío" de Leusemia, otro de los integrantes y quien esto escribe dejamos en claro que nos dedicaríamos a tomar en el bar de la entrada, porque pagar por sexo iba contra nuestros principios christianos y además nos parecía bastante triste eso de pagar por unos minutos de afecto fingido. Dolióse en el corazón nuestro amigo P. al sentir que le decíamos que le faltaba cariño, pero aún así continuamos. En la entrada nos cobraron 2 soles y nos dieron un ticket y un preservativo de marca caleta.
La única iluminación eran los focos rojos ubicados en los estrechos pasillos del pequeño lugar. Algunos pasillos se encontraban vacíos, pero otros estaban abarrotados de gente de todos los aspectos: pirañas, nerds, emos y hasta algún princeso. Si bien parecía que los alrededor de 40 cuartos estaban con "inquilina", la gente hacía cola en algunos en especial, y cuando salía el cliente, todos empujaban para entrar, haciendo gala de un "aguantismo" un poco penoso. De muchos cuartos salía música, porque al parecer no solo tenían camas, sino hasta laptops donde ponían reggaetón, cumbia, etc. Pero ninguna de las chicas era rocanpóp.
Nuestro novel integrante lo dudó, pero finalmente se dejó seducir por la mirada de la linda damisela que esperaba en el cuarto número 7. Contamos los minutos. Entró a las 19:28 y salió a las 19:38. Salió feliz y dijo que la flaca le había hablado del clima y le había hecho tres poses. Desde ese momento su semblante cambió. De ahí P, entró al cuarto 18 y demoró alrededor de 15 minutos, mientras los tres nos fuimos al bar a comprar unas chelas. Según P. su experiencia fue decepcionante. Y había sido, inicialmente, el más emocionado.
Posteriormente nos fuimos a una disco, después a un bar rockero y la terminamos en un bar de música andina, donde le pedí al DJ que pusiera "Idilio", la canción que me recuerda a una persona cuyo nombre mencioné alrededor de 20 veces en media hora, según dicen. Me dijeron que, además de los principios christianos, comprendieron que no hice uso de los servicios porque le guardaba algún tipo de fidelidad al sublime sentimiento, a pesar de que no estamos. Les dije que sí, porque así es en realidad, aunque ya no es tanto fidelidad ni sentimiento, sino respeto. Mi amigo, el que tampoco entró, mencionó que su caso era similar.
La mezcla de tragos y lo avanzado de la hora (casi el amanecer) hizo que conversáramos nuestras impresiones con respecto al lugar al que habíamos ido. Ya me había puesto espiritual porque en la primera disco a la que entramos habían puesto "Las avispas" de Juan Luis Guerra, sumiéndome en contemplativa actitud. También contribuyó el haberme cruzado con Jesús Mesías (sí, así se llama) un caballero al que no veíamos desde hace tiempo (cuando estábamos ebrios decíamos "Le he dado la mano al mesías, weón") cuyo nombre hizo que nos pusiéramos en christian mode. No recuerdo todos los detalles de lo que les dije en el camino a la casa pero la vaina es que los hice sentir tan culpables que desistieron de volver a "La Casita Rosada" el día de hoy y me estuvieron diciendo en el desayuno que sintieron que estaba mal ir a esos sitios porque comprendieron que eso solo lo hacen los urgidos de afecto y con poco control sobre sí mismos y que se dedicarían a buscar amor mas no placer prepago.
A las 10am todos fuimos a Misa. Fin.
Los convertí.