Eterno verano.

sábado, 1 de febrero de 2014

La paccha de Huari.

Desde la primera vez que fuí (ok, solo he ido dos veces) me llamó la atención. Una corriente de agua que fluye desde una esquina cercana a la plaza central de la pequeña ciudad de Huari, en la región Áncash. Y mi estimado pollo, residente hasta el día de ayer por cuestiones laborales en aquella ciudad, me dijo que era conocida como "la paccha" y que se cuenta que nadie sabe cuál es su origen ni de dónde viene el agua, la que nunca ha dejado de manar, ni siquiera cuando el resto de la ciudad se queda sin el líquido elemento o hay sequías.

Historias de fuentes que nunca se secan y cuyo origen no se conoce, las hay en todo el mundo. Desde las tumbas siempre inundadas como la del Santuario da Xestosa en Galicia (España) hasta la más cercana Tambomachay, en el Cusco, lo cierto es que todas ellas parecen haber estado relacionadas con cultos precristianos al agua. Y eso me hizo pensar en el nombre de paccha: la única vez anterior que lo escuché fue como referencia a un tipo de vasija ceremonial prehispánica que estaría, precisamente, destinada a dicho fin y que también ha sido encontrada en Áncash.

Otra de las cosas que le contaron a mi amigo el pollo es que quien bebe de dicha agua no se va de Huari. Él, altamente supersticioso, me dijo que no la bebiera, pero igual lo hice y aquí me tienen, de vuelta en Lima xD (no era verdad, era mito, al estilo de los MythBusters). Lo que sí puedo decir es que al poco rato de beber el agua me fue disminuyendo el malestar estomacal que tenía desde días anteriores y que ni las pastillas hacían remitir. Puede que las aguas sean curativas, puede ser sugestión o puede ser que el agua pura fue un alivio para un cuerpo mal acostumbrado a tomar gaseosas, jugos, tés verdes y cualquier otra cosa menos agua sin agregados.

Le tomamos varias fotos y también algo de cariño a esa fuente, cuyo mayor atractivo consiste en la cabeza antropomorfa esculpida en roca de la que brota el agua, que en algo me recordó a las cabezas clavas de estilo Recuay o a las de Tiwanaku. Pero dejo constancia de que no sé si esa roca e incluso la fuente son de origen prehispánico.

Sea como sea, la paccha ha dado nombre a algunos locales alrededor. Incluso hay un restaurante que tiene el creativo nombre de "La Paccha Náutica". Con el pollo bromeábamos diciendo que la única forma de hacer que la paccha sea náutica sería poniendo un barquito de papel en sus aguas. Wiii. Ok, no.

Bromas aparte, lo que no es gracioso es el estado de descuido en el que se encuentra el lugar. Un cartel prohibe que en ella se laven ropas, vísceras y vehículos y la gente se lo ha tomado al pie de la letra, porque lavan todo lo que no sea lo anteriormente mencionado: desde el perejil para el almuerzo hasta tachos y escobas. Y está bien que el agua fluya y se lleva todo, pero tampoco es para faltarle el respeto a un lugar emblemático de la capital ecológica de Áncash.

Bueno, aquí les dejo algunas fotos:

Una señora se acerca a la paccha de noche para aprovisionarse de agua.
Lavando el tachito.

Vista desde calle arriba.

Con los restos del perejil del almuerzo de alguien.

Vista desde calle abajo.
Y un video narrado por este humilde servidor ft. el pollo, los que juntos somos ¡el duo de la historia! You know?

1 comentario:

  1. en serio tan mal lo cuidan! mientrás mas letreros pongas creo que la gente es peor!

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