Desde niño me nació cuestionar el tema de las competencias. En el colegio las madres tenían una lucha irracional para que sus hijos "demuestren ser mejores que los demás", aunque en el fondo lo que más les preocupaba era que se les reconociese como "mejores madres" que las otras, evidenciando su propia inseguridad. Una vez en la universidad me dí cuenta que esos hijos emprendían sus propias competencias, matándose por estar en el tercio o quinto superior y usando buenas y malas artes para ello: desde dejar de dormir para estudiar más, hasta darle un regalito al profe o copiar en los exámenes.
Cuando estuve practicando en un conocido hospital, me dí con la sorpresa de que las madres gritaban a sus hijos (y se peleaban con otras madres) para que estos ganen el juego tal o cual que se organizaba por Navidad. El premio sería un juguete chino, de esos baratos y era fácil darse cuenta que a las madres no les importaba el camioncito coloreado con pintura tóxica, sino "demostrarles a los demás que tenían al hijo que corría más rápido o era más ágil", por supuesto gracias a su magnífica crianza.
La sociedad está enferma, enferma de competición. Y luego se quejan de porqué existe tanto individualismo, falta de solidaridad y asunción de riesgos estúpidos: pues la exacerbación de la competencia es una de las causas.
Y así tenemos algunos casos:
Las competencias por "quien es el más musculoso" terminan con varones hormonándose y generando enfermedades a mediano o largo plazo.
Las competencias por quién es "la más bella" terminan con un montón de mujeres frustradas, anoréxicas, bulímicas y con la autoestima por los suelos.
La competencia por "quién es el más rápido y tiene la mejor caña" terminan en los piques ilegales que ya han dejado bastantes muertos en las madrugadas limeñas.
La competencia por "quién se toma el selfie más arriesgado" (o "quién tiene la vida más chévere" en versión fotográfico-patológica) ya ha causado varias muertes, al punto de que en la ciudad de Bombay han tenido que señalizar lugares en los que está prohibido tomárselos bajo pena de multa.
La competencia por "quién se toma el selfie más arriesgado" (o "quién tiene la vida más chévere" en versión fotográfico-patológica) ya ha causado varias muertes, al punto de que en la ciudad de Bombay han tenido que señalizar lugares en los que está prohibido tomárselos bajo pena de multa.
La competencia por "quién es el más papi y se levanta más flacas" termina con un gran vacío interior al pasar el tiempo y con infecciones de transmisión sexual o una conocida enfermedad mortal, en bastantes casos.
Antes de continuar, les sugiero chequear este video. Es corto, pero va al punto, sobre todo en su frase final.
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Entonces ¿es tan bueno, sano, natural y normal aquello de competir?
Les doy un ejemplo cercano: Tengo un amigo que se pasa la vida compitiendo, y aún en sus momentos de relax y disfrute personal, se ocupa de pensar que mientras él está disfrutando, hay otros que disfrutan más y eso no puede ser, así que a la siguiente vez los superará. Se dedica a las inversiones a través de una conocida plataforma en internet y enseña el manejo de la misma a otras personas, a quienes les inculca que deben competir y ganarle a otros y que la ambición por acumular dinero es buena, ya que así lo leyó en uno de los típicos libros de "hágase millonario" que algún no-millonario escribió en un momento de paja mental. Esta forma de pensar trascendió a su vida personal y terminó viendo la esfera de lo sentimental como un campo de competición, por lo que dejó de tener escrúpulos para cortejar a mujeres que tenían novio o enamorado, ya que le "causaba adrenalina" (en sus palabras) competir y ganarlas, y cuando no lo lograba le frustraba. Así, sin el más mínimo sentimiento de culpa ni autocrítica sobre lo inmoral de la situación.
En una ocasión, conversando sobre el tema, me dijo que el inicio de su afán competidor se dió cuando estudiaba la primaria en un conocido y privilegiado colegio, donde siempre se daban competencias inter-secciones e interescolares. Era motivado/obligado por sus padres una y otra vez para participar en cuanto campeonato hubiera: de fútbol, de básquetbol, de tenis, siendo amonestado por su "fallo" si es que perdía, y con el pasar del tiempo las amonestaciones se las daba él mismo automáticamente. Llegado el último año de la secundaria fue invitado a participar en un campeonato deportivo en otro país y perdió, situación que hasta ahora recuerda con sentimientos vivos, marcando el verdadero punto de partida de su desbocada carrera de intentar ganar a todos en todo, y es parte de su actual justificación para evitar pensar en lo ridículo y dañino que es andar compitiendo contra todo el que se le cruce.
A los que dominan la sociedad les conviene que compitamos (y por esto difunden y generalizan la idea de que la vida es una eterna competencia), porque así produciremos más en lo laboral y los patrones tendrán mayores ganancias pagándonos lo mismo. Esta (y no una genuina preocupación por el bienestar de los trabajadores) es la verdadera razón por la que los empresarios promueven la creación de programas de bienestar laboral, campañas de prevención de accidentes laborales (les conviene que sus trabajadores no se hagan yaya para que sigan produciendo sin parar) y muy especialmente actividades de "recreación", "confraternidad" y "mejora del clima laboral", que tienen como momento estrella el campeonato relámpago donde las distintas áreas de la empresa COMPITEN entre sí, para después terminar (inconscientemente en la mayoría de los casos) trasladando esa competencia a sus actividades laborales cotidianas. ¿Te darán mayor salario por "ganarle" en productividad al área del costado? En la mayoría de las empresas no: seguirás cobrando el mismo magro sueldo de toda la vida, pero te harán creer que vales mucho regalándote alguna cartulina condecoratoria sin valor monetario alguno, mientras tú te enfermas de estrés y el sueldo se te va en pagar terapias psicológicas y fármacos psiquiátricos para que puedas ¡seguir produciendo para otros!
Amigo, no existe la "sana competencia", entiéndelo ya. Tarde o temprano, vivir compitiendo te pasará la factura. Y ahí te lamentarás: cuando hayas perdido media vida en cojudeces.
Y para finalizar, la frase motivadora de la tarde:
.
"¿Para qué competir, si cada uno es diferente? ¿No será mejor cooperar desde nuestra diferencia?".
Y para finalizar, la frase motivadora de la tarde:
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"¿Para qué competir, si cada uno es diferente? ¿No será mejor cooperar desde nuestra diferencia?".