Eterno verano.

miércoles, 14 de enero de 2015

Buenos samaritanos.

En el mes de octubre, los samaritanos celebran la Fiesta de los Tabernáculos (Sukkot) en su lugar más sagrado, el Monte Garizím. Ellos son el testimonio vivo de una antigua religión que coexistió con el judaísmo desde mucho antes de la época de Jesús.

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Reducidos a unos pocos centenares, ellos preservan la idea de que el Templo de Salomón no era el verdadero, sino el que ellos construyeron en el citado monte. Más tradicionales que los propios judíos solo aceptaron el Pentateuco, más no los demás libros ni la tradición oral.

Condenados por la línea principal del judaísmo, fueron inmortalizados en el Nuevo Testamento cristiano, en la forma de aquel caminante que fue el único en ayudar al hombre golpeado y asaltado al que sus propios correligionarios habían dejado abandonado. Es por esa animadversión que se tenían judíos y samaritanos que la parábola fue altamente significativa: ilustraba que, muchas veces, cuando los tuyos no te asisten, es aquel a quien consideras tu enemigo el único que te ayuda y se comporta como un verdadero hermano. ¿No les ha pasado?

¿Cuántas veces has mencionado la frase "buen samaritano" sin saber de dónde proviene ni la real implicancia de la historia que le dió origen?



Que Dios los proteja y preserve su pueblo y su fe, porque muy aparte de que estén o no en lo cierto, una fe mantenida a pesar de tantos vaivenes de la Historia merece vivir, por lo menos, 2.000 años más. Lo mismo para los cristianos orientales, yazidíes, alauitas, mandeos, zoroastrianos y otros grupos minoritarios de Medio Oriente que hoy sufren, una vez más, muerte y represión.

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