Eterno verano.

domingo, 24 de abril de 2016

Hay otros mundos, pero están en este.

Descubro a mi gata mirando fijamente una y otra vez un punto en concreto de mi habitación, donde no parece haber nada, al menos para mis ojos humanamente miopes.

Una amiga me escribe angustiada al wasap, para contarme que había tenido un sueño con el pasado de la familia de su novio. Un hecho que no pasaría de ser anecdótico si no fuera porque vislumbró lugares, personas y situaciones que no tenía ninguna manera de saber. La gente suele soñar con el presente o el futuro, pero eso es muy mainstream, así que mis amigos sueñan con el pasado; algo bastante raro.

Yo mismo, durante varias noches, he soñado con lugares que nunca he conocido y que ni siquiera sé si existan. En mis sueños sacaba el celular y quería tomar fotos a esos paisajes, pero algo me decía que no lo haga, porque el sueño podría convertirse en la realidad. Era consciente de que estaba soñando, pero quería despertar, porque sentía que estaba perdido y que no sabía cómo era que había llegado hasta esos extraños países de lenguas, monedas y costumbres totalmente ajenas.

Otra persona de mi entorno, escéptica ella, empezó a creer que existía una realidad más allá de lo visible cuando, una noche al llegar de trabajar, vio cómo las luces de una habitación, sin haber nadie en casa, se encendían y apagaban. Otro experimentó una súbita expansión de la conciencia mientras meditaba, permitiéndole sentir su "tercer ojo como una mariposa que expandía sus alas desde la frente hacia las orejas, para después retraerse y desaparecer".

"Todo es real, todo esto existe. Todo es verdad", exclamó después de su experiencia.

Estas son solo algunas de las cosas que nos hacen decir, junto a Paul Éluard (que seguramente lo dijo refiriéndose a cualquier otra cosa, pero eso no viene al caso):

"Hay otros mundos, pero están en este".

¿Qué carajo?
.
¡Taaambién viene!

¿Y si se tratase de breves vislumbres de otras realidades? Dejemos que Genio Palacios, desde España, nos dé algunas pistas al respecto echando mano de su pizarrín ilustrativo.


viernes, 22 de abril de 2016

El problema de los nombres.

El problema de los nombres es que, si bien el lenguaje no crea la realidad (contrariamente a lo que ciertos seres creen) sí puede ir modificando, con su repetición, la percepción que tenemos de las cosas y nuestra actitud hacia las mismas. Les pongo un ejemplo casero (y personal): Solemos llamar guindones a las ciruelas pasas, hasta tal punto que podemos olvidar que son ciruelas, atiborrándonos de ellas como si de inocentes higos se tratase para después sufrir sus efectos laxantes, situación que hubiéramos evitado si recordáramos permanentemente que se trata de ciruelas, marrones y arrugadas, pero ciruelas.

Inocente, en apariencia.

Pasemos a algo totalmente serio. Deambula por ahí mucha gente que ya olvidó quiénes iniciaron y llevaron a cabo el terrorismo de los 80s e inicios de los 90s en nuestro país, porque les han hecho creer que lo que hubo no fue terrorismo sino "conflicto armado interno", "lucha armada", "violencia política", siempre y cuando se trate de los actos de Sendero Luminoso o el MRTA, claro; mientras que a la respuesta del gobierno y los militares la llaman "terrorismo de Estado". Se busca maliciosamente confundir a los culpables con los que luchaban para erradicarlos, se les iguala o, lo que es peor, se termina considerando a los asesinos como "inocentes víctimas" y a los militares como "represores mandados por un dictador".

Es bueno recordarlo en una fecha como la de hoy, en que se conmemora un aniversario más del rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón, que fue tomada por miembros del MRTA en diciembre de 1996. Por cierto, un judío (cuándo no los de la "secta elegida") llamado Menahem Golan creó una infausta película de nombre "Lima: Breaking the Silence", que hace muchos años fue transmitida, si mal no recuerdo, por HBO, y en donde se presentaba a "Héctor Carpa" (el emerretista Néstor Cerpa) como un guerrillero idealista, casi casi un cruce entre el Che Guevara y Jesucristo. Esto demuestra que la manipulación del lenguaje referido a nuestro pasado reciente ya dió sus frutos y desfiguró la imagen de la época más sangrienta de nuestro país, incluso fuera de nuestras fronteras.

Otra de las cosas que habría que recordar es que el Diario La República expuso en su edición del 7/3/1997 la existencia del túnel por el que ingresarían los militares de la Operación Chavín de Huántar con la finalidad de rescatar a los rehenes; pudiendo haber causado el fracaso de la misma y represalias fatales contra los secuestrados. En nuestro país esto se llama "libertad de prensa", esa diosa intocable bajo cuyo manto se asilan todo tipo de pendejadas. En otro lugar del mundo quizá lo hubieran denominado traición a la patria y ya sabemos cómo se castiga ese repugnante delito.

Digamos las cosas como son, no vayamos a terminar con indigestión o con algo mucho peor, ya no para nuestro organismo, sino para nuestro país.

jueves, 14 de abril de 2016

Entre ruinas y renacimientos.


Me sentí un poco triste la tarde del pasado domingo, aunque no me sentía tan mal al recordar que medio Perú estaba tanto o más triste que yo tras conocerse los resultados a boca de urna de las elecciones presidenciales. Pase lo que pase, el futuro del país es incierto y nuevamente las grandes mayorías hacen que se tenga que elegir no por convicción sino por el mal menor. Es el país que tenemos, a veces me quejo, pero en el fondo no dejo de amarlo.

La razón de mi tristeza no era porque Barnechea hubiera quedado con 7% a pesar de ser el candidato más preparado y culto (pero que decidió no comer un chicharrón ni recibir un sombrero que no le gustaba, en el momento incorrecto y en un país que se pone sensible por huevadas) sino porque mi lugar de votación cambió y esta vez tocó dirigirme a las instalaciones del que fue mi colegio hasta hace algunos años, pero que hoy es la facultad de una universidad privada. Horror y consternación me causó el ver que las aulas del bello edificio antiguo, que tantas historias (como la del "fantasma del colegio") habían albergado, se encontraban derruidas y sus restos rodeados por una malla, cual resto arqueológico de tiempo inmemorial. Una demolición que no llegó a término porque imagino que, más tarde que temprano, los mercantilistas dueños de la universidad se dieron cuenta de que era un esfuerzo inútil, y prefirieron dejar que sea el tiempo quien termine por derrumbar los históricos restos.

Ahora, no se piense que soy un viejo treintón ni cuarentón, porque no llego aún a los 30 (aunque poquito me falta), por ser de la última promoción que acogió aquel lugar; pero caminar rodeándolo y comprobar que mi cola para la votación la tendría que hacer exactamente en el mismo lugar en el que había hecho la formación de los lunes y las insufribles clases de Educación Física semanales, me causó un cierto sentimiento de fosilidad (perdóneseme el palabro) y de pertenencia a otra época. Fueron buenos y malos momentos sí, pero en el fondo la adolescencia fue una edad más sana, menos complicada y muy pero muy poco valorada por muchos. Recuerdo las palabras de mi madre cuando tenía 14 o 16: "A tu edad todos creen que la juventud dura para siempre, pero cuando menos te des cuenta ya tendrás 30 y te preguntarás ¿qué he hecho con mi vida?" Ahora estoy ad portas de ese momento y espero que mi respuesta a la pregunta sea satisfactoria y no termine entristeciéndome.

Y tristezas es lo que menos puedo tener. Resulta que hace unos días comprobé otra frase que siempre me decía, esta vez, mi tío: "Cuida tu salud, porque lo que hagas en los primeros 30 años de tu vida lo cargarás los siguientes 30". Resulta que una de esas noches empezó a dolerme el pecho, para después adormecerse parte de mi mano izquierda y hacerse patentes fuertes palpitaciones. Viniendo de una familia donde un par de personas han tenido males cardíacos ya se imaginarán lo que pensé; esa noche hasta tuve miedo de quedarme dormido, pero finalmente lo hice y a la mañana siguiente acudí al hospital, donde tras los chuponcitos del electrocardiograma y una prueba de esfuerzo me dijeron que mi corazón (tan golpeado en lo sentimental, ok no) estaba en buen estado y que lo que me pasaba era fruto del estrés que había llegado a un grado preocupante. Al día siguiente a sacar cita para terapia a fin de que me enseñen a relajarme, controlar la ansiedad y esas cosas; por lo pronto he retomado lo poco que sé de yoga, la meditación y el escuchar cuencos tibetanos, pero sobre todo, el evitar escuchar (y participar de) discusiones.

En esos momentos te das cuenta de quién te quiere y quién no. "Échate a la cama y verás quién te ama", es otra frase que escuché por ahí y que parece erótica pero no lo es: hace referencia a que cuando estés verdaderamente mal, sabrás indubitablemente quiénes son los que te aprecian y se preocupan por tí. Son días de análisis y he modificado algunas cosas: me bañé en mantequilla imaginaria para que me afecten menos los conflictos (y conflictivos) de alrededor y he cambiado mi alimentación, excluyendo gaseosas y excesivas grasas para que mi sobrepeso no sea un factor coadyuvante para con los problemas que ya tengo. Ahora me he vuelto asiduo del Tío Maca de Emancipación y su preparado de maca superhiperespecial a 4 soles que incluye chuchuhuasi, huevitos de codorniz, miel, polen, algarrobina, hojas de coca en polvo y no sé qué más.

"Mente sana en cuerpo sano", decían los antiguos. Esperemos que todo vaya mejorando y termine más saludable que el Dr. Pérez Albela pero con hartas décadas menos, claro :)

El laboratorio del Tío Maca, donde prepara sus recetas 100% secretas.

Un corazón en una saludable manzana, para expresar amor a la buena salud.

Descubriendo el saborcito natural de un pollo a la plancha en pan integral.

lunes, 21 de marzo de 2016

Verte (y tenerte en la mirada).

Verte y tenerte en la mirada,
gritar al viento medio amargo
que aparte su rostro adormecido
y que ponga su voz tenue
sobre las copas verdecidas
o sobre las nubes blanquecinas.

Verte y subir al cielo luminoso,
volar sobre aguas mansas
y saltar con los delfines
jugando a ser acróbata
o vibrar de alegría radiante
al reverenciar tu perfección.

Verte y morir de asombro,
como cuando la vida mira al futuro
y acongoja la incertidumbre
de los tiempos venideros
que sin dolor disimulado
semejan rosales espinosos
plantados en la lluvia
que cae sin anunciar al mundo
lo repentino de su venida.

Verte sin poder contemplarte,
porque los ojos se adormecen
al observar la Armonía única
clamando al horizonte enrojecido
dando órdenes de reina
y miradas de diosa del Olimpo
cual oda del mar a la vida.

Verte y caer en el aire,
recoger las alas saltarinas
y levantar del piso bendecido
una flor verde por los tiempos
y colorida por la vida
que frente a ti parece efímera
e injusta por no ser eterna
para contemplarte embelesada
por los siglos de los siglos.

Verte y no tener palabras,
guardar silencio entumecido
y lágrimas sonrientes
corriendo por las notas musicales
que de mis sentimientos brotan
para conquistar tus melodías
depositando en tu corazón
un destello de mi vida.

Verte y conocer el día;
olvidar al mundo por una vida
y recordar tu bello rostro
por eternidades continuas
y navegando en lo increado
por los ríos de agua eterna,
recordar tu mirada,
soñar que te beso anonadado
o que simplemente me amas
como yo te amo,
tú, mi ilusión; simplemente, mi sueño.


Verano 2003
Autor desconocido.

domingo, 13 de marzo de 2016

Algunas impresiones con respecto a la Marcha por la Vida 2016.

Desde niño me decían que si quería llevar una vida tranquila y sin conflictos, tenía que evitar hablar de política o religión con los demás. Como yo no quiero una vida tranquila, sino interesante, desoí esa recomendación y me puse a armar lío (como recomendó el Francisco); pero no en cualquier ocasión (como el loquito que salía temprano por la avenida Piérola de Barranco y gritaba en contra del gobierno y todo lo que se le ocurría) sino, principalmente, cuando veo que otros se burlan, minimizan o quieren censurar aquellas cosas en las que cree la humanidad desde siempre y eso, lamentablemente, se hace a cada rato bajo el manto de una supuesta "tolerancia y progreso".

Años atrás me gané varias puteadas y perdí un par de amistades por tener diferentes posiciones políticas. El día de ayer discutí con una amiga que me hizo un par de comentarios jocosos con respecto a mi asistencia y apoyo a la Marcha por la Vida. Como yo no soy católico, no tengo esa estúpida costumbre de estar permanentemente dando la otra mejilla (como le mencioné a una amiga catequista) y le respondí directo a la vena, la discusión se armó (ella es una izquierdista que pregona la "tolerancia y la diversidad de ideas", por cierto) y me libré de tener una persona de cerebro infectado por la ideología de género en mi círculo. Así estamos mejor.

Acuerdos y desacuerdos.

Estoy de acuerdo con que se debe respetar la vida del concebido, no me parece que eliminar vidas ajenas "porque la madre se desanimó de tener al bebé y quiere ser linda, libre y loca" sea otra cosa que un asesinato. El derecho a decidir se restringe a que decidas sobre tí mismo/a (córtate un brazo o los genitales si eso te hace feliz o "colabora a tu identidad") y el concebido NO es parte del cuerpo de la mujer sino un nuevo ser humano protegido por la Constitución. En la universidad en la que estudio, buena parte de mis compañeros son pro-aborto, tras haber sido influenciados por grupos de izquierda (los más bulleros, aunque no necesariamente representen a la mayoría) y porque algunos docentes ideologizados les lavaron el cerebro cuando eran cachimbos. Todo esto, unido a que no quieren dejar la adolescencia, los hace sentirse "rebeldes" y que "van a cambiar el mundo" por legalizar el aborto, entre otras "genialidades" que ya se deben estar imaginando.

No estoy de acuerdo, sin embargo, con que se satanice la utilización de la píldora del día siguiente, que me parecería una buena opción para el tan socorrido caso de "violaron a la niña, eres inhumano si la obligas a tener un niño que no quiere". Se debería acceder de forma gratuita a esa pastilla en los centros de salud y, si eres menor de edad, solamente en estos lamentables casos y acompañado de tus padres. Asimismo, no estoy de acuerdo con los argumentos moralistas que se oponen a la utilización del preservativo y su repartición gratuita en los centros de salud.

Tampoco estoy de acuerdo con el carácter marcadamente católico (o de jerarquía católica) de este evento. Está bien que muchas parroquias hayan participado y apoyado, pero no hay que olvidar que también asisten y dan su apoyo muchos evangélicos y algunas personas sin afiliación religiosa. Y, por supuesto, que Cipriani no es precisamente una garantía de moral como para que cierren la marcha con un discurso suyo. Asimismo, no me parece que deba permitirse la presencia de ciertos políticos oportunistas como Nano "cambio de ideas para ganar votos" Guerra García o Luis "defensor de Acuña" Iberico. Eso solo es "motivo de escándalo" del que se pueden colgar los pro-abortistas y genera desconfianza en muchas otras personas. Al menos Julio Rosas sí ha demostrado ser consecuente con lo que cree sin importarle la opinión del resto desde hace muchos años.

Doy fe de que hubo mucha gente en esta marcha, me atrevería a decir que tanta o más que el año pasado, sin embargo, me gustaría saber cómo hacen para calcular la cifra de 750.000 personas. Aún así, doy por hecho que no fueron solo 60.000 como maliciosamente informaron los pro-aborto de RPP. Por cierto, el único medio que bajó hasta la Costa Verde para transmitir parte del concierto de cierre fue TV Perú; un milagro siendo que el actual gobierno de la presidenta Heredia está totalmente influenciado por la ideología de género.

Este año, los sectores correspondientes a las parroquias (según me comentaba la amiga catequista ya mencionada) salieron separados unos de otros y ya no todos juntos, como hasta el 2015. Esto ocasionó que pudiera observarse mayor disgregación de la gente y dar la impresión de ser menos, aunque proporcionara mayor orden. Estoy en desacuerdo con ello: el objetivo de una manifestación es que la sociedad y los gobernantes vean que somos muchos y que estamos unidos y no en grupitos.

Para el 2017 le recomendaría a la gente que no sea floja y que baje hasta el cierre del evento en la Costa Verde en lugar de regresarse una vez que llegan al malecón. No ha venido usted desde lejos para caminar solo unas cuadras: apoye y viva la celebración por la vida de inicio a fin, por favor.

¡Viva el respeto a la vida del ser humano desde la concepción! :)

#MarchaPorLaVida se mantuvo como TT nacional por muchas horas en Twitter.

Aunque el tema principal era oponerse a la legalización del aborto, algunas personas tocaron otros temas interesantes en sus pancartas.

Rumbo a la Costa Verde.




Cierre a cargo del grupo católico "Siervas" conformado por religiosas.

jueves, 3 de marzo de 2016

Rutas del Desierto 1: Huara y el Gigante de Tarapacá.

Huara es una comuna ubicada en medio del Desierto de Atacama, en la I Región (Tarapacá), al norte de Chile. Etimológicamente, su nombre proviene de "wara", es decir, "estrella" en aimara, probablemente debido a lo hermosa que se ve la Vía Láctea en su cielo nocturno (uno de los más limpios del mundo) o a otras misteriosas "estrellas" que la gente reporta observar de vez en cuando, moviéndose sobre la solitaria carretera o las colinas de arena que circundan la zona.

Para llegar, debemos partir del terminal rodoviario de Arica y tomar uno de los buses que van hacia Iquique, advirtiendo que bajaremos en Huara, a mitad de camino. El pasaje suele costar unos 7.000 pesos.


Al llegar nos recibe un tranquilo y pequeño pueblo de carretera, no muy distinto a los muchos que hay en el Perú. Una pequeña pileta que no está en funcionamiento, unas bancas, algunos kioskos que venden gaseosas chilenas y peruanas (Oro, Kola Real, etc), un puesto de los carabineros, algunos restaurantes/cantinas y un par de hospedajes. Sin duda, un lugar tranquilo para abstraerse del mundo.


Para el desayuno, nada como comer un delicioso y contundente sandwich Chacarero a 3.000 pesos, quizá en el restaurante "La Chinita", donde encuentras una pequeña vitrina con revistas porno (véase la primera foto bajo este párrafo), un buen servicio de wifi, refrescantes gaseosas y helados, así como fotografías del terremoto del año 2014, en que el restaurante quedó prácticamente destruido pero tras el cual se levantó airoso.





Para hospedarnos, nos quedamos en el hostal "Manuelito". Altamente recomendado. Buena y muy amable atención, aunque son pocos los viajeros que llegan hasta Huara. Y es por eso que, como éramos los únicos hospedados en ese momento, la señora nos dió la llave de la puerta del hostal para que no nos quedásemos fuera en caso ella no estuviera. Es el tipo de agradable confianza que solo se encuentra en lugares como este, donde la malicia del ser humano de las grandes urbes aún no llega (y esperamos que nunca llegue).


Posteriormente, uno puede pasar a comprar unas chelas en el restaurante "Carmelita", que se caracteriza por su decorado que evoca las antiguas épocas de la explotación de salitre, el mineral desencadenante de la Guerra del Pacífico.


Y hablando de esa ya lejana guerra, en la zona de Huara también se llevaron a cabo enfrentamientos, como queda constancia en el marcador que vemos a la derecha de la siguiente fotografía, que nos recuerda la Batalla de Tarapacá.


Sin embargo, el mayor atractivo de esta zona, se encuentra a entre 15 y 17 kilómetros, en la ladera del Cerro Unita. Se trata del mayor geoglifo del mundo: el Gigante de Tarapacá, que sería la representación de una antigua divinidad prehispánica relacionada a Tunupa o Wiracocha... o quizá el recuerdo de la visita de uno de esos antiguos dioses civilizadores a los que hacen mención las leyendas de todo el mundo. Entidades que, quien sabe, quizá aún sigan merodeando por los cielos del desierto, en alguna que otra noche, de forma bastante más discreta.

No hay autos ni empresas de turismo que te lleven directamente al Gigante de Tarapacá. Tienes que tomar alguno de los buses que se internan por la carretera que va a Colchane (cerca de la frontera con Bolivia) y avisar que bajarás en el desvió hacia el Gigante. Una vez ahí deberás caminar entre dos y tres kilómetros hasta que tengas, frente a tí y en total soledad, la inmensa y evocadora imagen.



Y las horas pasan y pasan y tú no quieres irte porque una extraña sensación de paz te inunda al estar frente al Gigante. No te importan las altas temperaturas, propias del desierto más árido del mundo. No te importa que se vaya haciendo tarde y que quizá llegues a la carretera cuando la oscuridad haya hecho acto de presencia. Estar frente al Gigante lo vale, porque es como si te hablara sin emitir sonido. Como si quisiera contarte una antigua historia que ya nadie recuerda. Y como si no quisiera volver a quedarse solo, en ese remoto paraje, ya sin la devoción de los antiguos pobladores que lo trazaron a modo de reclamo, mirando al cielo, para recordarles a los antiguos dioses que esperaban su regreso.

(Hagan click para agrandar las fotos).





Si tienes la mala (¿o buena?) suerte de llegar a la carretera cuando ya es de noche, no te quedará otra opción que caminar... caminar alrededor de 15 kilómetros bajo el cielo estrellado, viendo cómo algunos buses y camiones pasan a toda velocidad a tu lado, sin verte, y viviendo momentos de total e inquietante silencio, como esos que según los ufólogos son provocados por los tripulantes de las "estrellas que se mueven" poco antes de manifestarse.

En el norte chileno se da la curiosa circunstancia de que puedes observar un ocaso cerca de las 9pm, porque la hora local tiene un desfase con la realidad. Consejo: Para calcular las horas de luz es mejor que te guíes por la hora peruana, dos horas más atrasada y, según la cual, un ocaso cerca de las 7pm es mucho más entendible.


Y la ruta está salpicada de pequeños recordatorios de aquellos que pasaron por ahí, pero no pudieron continuar su viaje.




Aún faltaba mucho camino por recorrer.



Llegamos al pueblo cerca de la medianoche y nos recibió un plato de tallarines con pollo asado. El pollo estaba buenazo, los tallarines bastante insípidos. Cosas de la gastronomía del desierto.


Mientras tanto, San Lorenzo, patrón del lugar, nos miraba de forma inquietante.



Volvería... definitivamente que sí :)

jueves, 18 de febrero de 2016

Vencer (o reafirmar) los miedos.



"La vida son dos días y hay que vivirla", le dijo a la Humanidad un filósofo gallego.

Gracias a cierto libro que ha influido mucho en mi vida, tengo la certeza de que estamos en este mundo para experimentar. Y ha sido en estos últimos años en que he ido enfrentando una serie de temores que tenía desde tiempo atrás: vencí mi miedo a las alturas a punta de subir cerros, vencí mi miedo a los ascensores utilizándolos cada que tenía oportunidad y mi miedo a los juegos mecánicos pues...

El ser humano es bastante especial, al menos el perteneciente al mundo "civilizado". Es el único ser vivo al que le gusta el riesgo y va en su búsqueda una y otra vez. Los gatos y los perros presienten los terremotos y salen corriendo en búsqueda de refugio, pero hay personas que en cuánto saben que se acerca un tornado van hacia él para tomarse un selfie o filmar un video que les dé unos cuantos likes en las redes sociales. Supongo que esto no habla muy bien de la capacidad de razonar de la especie, supuestamente, más inteligente.

Digamos que últimamente he estado asumiendo algunos riesgos y a consecuencia de ello terminé casi perdido en cerros de la serranía en dos ocasiones, recorriendo más de 17 kilómetros de noche en el Desierto de Atacama o caminando por barrios un poco bravos en horas no recomendables (porque no me quedaba de otra), pero aún así, la última vez que había subido a un juego mecánico fue de adolescente, a un Tagadá, a muchas insistencias de mis primos. Ayer, una amiga me animó a ir al Play Land Park y acepté: era el momento de vencer esos miedos para siempre.

La empezamos subiendo al Black Out. Sí: mi reencuentro con los juegos mecánicos se dió en el artefacto más extremo de todo el parque. Nos sentamos en las sillas y una cubierta de protección aseguró nuestros torsos al asiento. Los primeros movimientos fueron suaves, pero lo cierto es que en algún momento llegas a estar de cabeza a varios metros de altura, con el cartel de Renzo Reggiardo de la Javier Prado al fondo y la música del momento sonando alrededor. Sientes que tu estómago sube y baja y a muchos se les da por gritar, aunque yo solo cerré los ojos y me agarré a la cubierta protectora como un niño a su madre. A mi lado, mi amiga lloró y perdió sus dos aretes (¡oiga!). Cuando los valientes bajan del juego, reina el silencio, todos están bastante impresionados como para decir algo, pero nosotros corrimos raudamente para hacer cola y subir a la montaña rusa (un clásico por donde se le mire), en donde todo transcurre más tranquilo, excepto en las dos bajadas donde tu estómago vuelve a manifestarse. Mi estimada ha tenido serios problemas para comer el día de hoy y tiene mareos cada vez que se acuerda, pero dice que volverá a ir en estos días y seguirá experimentando la adrenalina.

Lo dicho: el ser humano es muy diferente a otras especies en este punto.

Por mi parte, fue un momento extremo, de esos que no repetiría, pero de los que no me arrepiento en absoluto, porque son experiencias que rompen (¡y de qué forma!) con lo rutinario. Mi fobia a los juegos mecánicos ahora está más marcada, pero quizá vuelva, aunque a lo sumo para ir al Tagadá y sentirme noventero o al Gusanito y rememorar mi ya lejana infancia (ok, no).

Si van, dejen previamente encargadas sus cosas a otra persona, aseguren sus zapatillas, quítense los aretes y no lleven monedas en los bolsillos. Aunque sería divertidísimo que desde lo alto alguien gritara "¡mis tabas, nooo!".

Ok, me calmo.